*Fuente:Deia. POR IGOR BARRENETXEA MARAÑÓN - Viernes, 1 de Mayo de 2015
POR
desgracia, por mucho que sepamos sobre los crímenes perpetrados por ciertos
Estados, gobiernos o grupos, si no se abre un proceso judicial es como si los
males ocurridos no hubiesen ocurrido y si los responsables no asumen sus
crímenes, las víctimas, una vez más, se quedan indefensas, enfrentándose al
dolor y al sufrimiento del oprobio y de la humillación de ver a los verdugos
libres. Pues bien, parece que algo ha cambiado respecto a lo ocurrido en el
Sahara Occidental tras la descolonización española. Por fin, la Audiencia
Nacional, a través del juez Pablo Ruz, ha dado un paso. Ahora solo queda
aguardar a que los populares inventen una nueva ley para evitar que se puedan
juzgar tales masacres. La causa abierta contra 11 militares marroquíes es por
genocidio. Palabras mayores, sin duda.
En
el auto se recoge que durante años (en un periodo que abarca desde 1976 a 1992)
se ha producido “un ataque sistemático contra la población civil saharaui por
parte de las fuerzas militares y policiales marroquíes” cuyo fin no era otro
que “destruir total o parcialmente a la población autóctona con el fin de
apoderarse del territorio que había pertenecido a España”.
Se
han recogido, y seguro que esto solo es la punta del iceberg (porque Marruecos
no ha colaborado en modo alguno en investigar los horrores y políticas
homicidas allí practicadas), 50 asesinatos, 6 casos de desapariciones, 202
detenciones ilegales y 23 casos de torturas, pero imaginamos que hay muchas
más. Con esto, Ruz pone el cierre a una larga investigación iniciada en 2007
por el juez Baltasar Garzón, el mismo que por diferentes intereses, más
políticos que judiciales, fue apartado de la judicatura por pretender juzgar el
franquismo.
El
mismo auto del juez Ruz establece que el Sahara Occidental nunca fue territorio
de Marruecos, que nunca ha ostentado derecho histórico alguno sobre el mismo
La
suerte de vulneración sistemática de los derechos humanos, de violencia
gratuita contra la población civil y de acciones que ningún gobierno
democrático puede asumir ni avalar (bombardeo de núcleos de población,
desplazamientos forzados y, por supuesto, torturas, asesinatos y
desapariciones) fueron practicadas por Marruecos de forma sistemática con un
único fin de doblegar, destruir la identidad y voluntad del pueblo saharaui.
Además, el mismo auto establece en sus páginas iniciales que el Sahara
Occidental nunca fue territorio marroquí, por lo tanto, nunca ha ostentado
ningún derecho histórico sobre el mismo y que la población, antes de la
ocupación, los 74.000 saharauis censados eran de “nacionalidad española”. Por
un lado, este hecho pone de relieve el archiconocido abandono que los distintos
gobiernos españoles han sostenido sobre la antigua colonia y, por otro, permite
soslayar la reforma de la ley de justicia universal que el PP aprobó para
evitar litigios internacionales (como era el caso de China, por sus crímenes en
el Tíbet) que podían interferir en sus relaciones comerciales. Pero la garantía
y defensa de los derechos humanos no pueden jamás obviarse. Ese ha sido el gran
mal del siglo XX, y no queremos que esto se repita en el siglo XXI.
En
este caso, refleja la incapacidad de España por afrontar su pasado colonial y
de encarar la responsabilidad que ello implica. De nuevo, lamentablemente, el
poder del dinero, las jugosas y lucrativas relaciones económicas sostenidas con
el Estado marroquí son mucho más relevantes que la salvaguarda de la dignidad
de las personas. En el auto se recogen los testimonios de primera mano de
saharauis que presenciaron los crímenes, permitiendo el descubrimiento de
varias fosas de los cuerpos de asesinados impunemente por parte de las fuerzas
de seguridad marroquíes. Mostrando, así, que no son fabulaciones sino hechos
evidentes de que tales horrores se produjeron. También se recoge cómo dos
aviones atacaron el campamento de desplazados Un Dreiga el 20 de febrero de
1976, con napalm y fosfato blanco, causando 39 muertos, a pesar de que una de
las tiendas tenía el claro distintivo de la Cruz Roja. A ello se puede ir
sumando otra serie de terribles hechos que se han ido sucediendo hasta los años
80 y 90. Para Marruecos, el Sahara es la joya de la corona, disfruta de ricos
fosfatos y caladeros, además de convertirse en un lugar en donde se han
asentado miles de familias.
Ha
empeñado mucho en su guerra particular contra el Frente Polisario y lo
considera parte esencial de su geografía. Como hace Israel con los palestinos,
juega con la baza favorable del tiempo: cuanto más se prolongue, más difícil
será encontrar la solución. Marruecos ha entablado importantes acuerdos de
colaboración con la Unión Europa y Estados Unidos en la lucha contra el
yihadismo, es una monarquía de corte moderado, aunque no podemos hablar de
Estado democrático (sí ha habido avances desde que Hassan II murió y dejó paso
a su hijo, Mohamed VI) y eso le ha servido como manto protector hacia cualquier
acusación de crímenes de lesa humanidad o, bien, a ser interpelada a que se
retire del Sáhara.
Mientras
que Rusia, paradójicamente, sufre fuertes sanciones por la anexión ilegal de
Crimea, Marruecos, en cambio, nada. Y aunque la ONU aboga por que se produzca
un referéndum de autodeterminación (diciembre de 1997), la propuesta ha sido
escuchada por Rabat como quien oye llover.
De
todos modos, no existen garantías suficientes para que sea justo porque el
censo de la población actual del Sahara está distorsionado por dos factores
importantes: muchos saharauis viven en campamentos de refugiados en Argelia (y
Marruecos no acepta su regreso) y se ha producido un fuerte desplazamiento de
población marroquí al Sahara, lo cual hace que haya un número casi mayor de
marroquíes que de habitantes autóctonos. El gobierno de Marruecos ha prometido,
como alternativa, una autonomía… pero sin garantías. Y sin que eso pueda borrar
los padecimientos infligidos a los saharauis. Confiemos en que esta vez, haya
un poco de justicia para este sufrido pueblo y que la ONU decida dar un paso
decidido en favorecer su causa, no permitiendo que su historia sea olvidada.
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