España acusa al Presidente saharaui Brahim
Gali de genocida. Sí, sí, como lo oyen. Ahora resulta que todos los saharauis
estamos gobernados por un genocida. El Polisario lo dirige un criminal.
Nosotros, los saharauis, creaturas sin dos dedos de frente; y que nos chupamos
el dedo, hemos votado democráticamente a un torturador.
Pero, señores del jurado, reconozcámoslo,
España, cree que los habitantes del Sahara somos una banda de teletubbies con
tendencia a la amabilidad, a la ternura y a la solidaridad. Y con razón. Nos
manifestamos al grito de “Mohamed capullo, el Sahara no es tuyo”, en lugar de
usar otros malsonantes con más garras; nos sonreímos al hablar; vestimos de
manera colorida; que amamos las estrellitas del desierto; que no sentimos sed;
que somos sinónimo de paciencia; y que nos emborracha el té verde que releja y
mata cualquier tesón.
Admitámoslo, España piensa que no tenemos
memoria; que no respiramos sin su cooperación; que nos merecemos migajas, y con
un canto en los dientes hemos de andar. España en vez de remendar su vergonzoso
pasado con el pueblo saharaui, va y golpe donde más nos duele; y de nuevo esta
vez la (re) traición va acompañada del omnipresente olor a bilis marroquí. Y
nosotros por aguantar con moral y endereza, se nos busca de nuevo las
cosquillas, y se nos recuerda que un 14 de noviembre, pero 41 años después,
España saca pecho y acusa en voz alta a nuestro Presidente ni más ni mes que de
genocida; aprovechando su presencia en la EUCOCO, el mayor cónclave de
solidaridad a nivel europeo que arranca en breve en la Ciudad Condal.
Señores del jurado, aunque toda esta
pantomima será a buen seguro agua de borrajas, permítanme decirles que las
cosas no van por ahí; que chapotear en las cloacas del Majzén es flaco favor a
la justicia universal; y no confundir víctima con verdugo. No hagamos
desempolvar la retahíla de causas judiciales que cientos de familias saharauis
acongojados se resisten recurrir; a saber: las víctimas de Zemla; Sid Brahim
Basiri; Gdeim Izik; el exilio; la descolonización; la promesa incumplida de
Felipe González; el Borbón…
Y nosotros los saharauis, no pensáis que
después de esa farsa, no debemos replantearnos ya ciertas cuestiones, y
salirnos un poco del guión y los buenos modales. Sin hacer daño. No comparten
conmigo que ya es hora de subir los decibelios; llamar las cosas por su nombre.
Mirar por el espejo retrovisor y rememorar que tenemos historia; que no
dependemos de nadie; que a pesar de todo somos los que debemos marcar nuestro
terreno en la historia. Y demostrarle al mundo, a Marruecos y a España que
tenemos coraje y que la paciencia tiene límite. Y que España, con su PP, su
PSOE, su Casa Real, su Audiencia Nacional… deben asumir su histórica
responsabilidad; eso sí, sin faltar, por favor…
Salamu Hamudi, periodista saharaui
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