Fuente: IRI-UNLP / Por Luz Marina Mateo*
El pasado lunes 30 de enero, la XXVIII Cumbre
de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Africana (UA) ha admitido la
solicitud de Marruecos para incorporarse al bloque continental.
Este país del África noroccidental había
abandonado en 1984 la Organización para la Unidad Africana (OUA, antecesora de
la UA), justamente porque el organismo había admitido como miembro pleno a la
República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Por entonces, el rey marroquí
Hassan II declaraba: “Ya está. Lo siento. Es la hora de separarnos. Os decimos
adiós y os deseamos buena suerte con vuestro nuevo compañero”.
Años más tarde, la RASD sería uno de los
estados firmantes del acta fundacional de la UA -organismo sucesor de la OUA-,
rubricada en Togo, el 12 de julio de 2000, convirtiéndose así en miembro
fundador de pleno derecho. A lo largo de los años y, sobre todo, en la última
década, la UA ha realizado numerosas acciones en favor de la descolonización
del Sáhara Occidental, llegando a nombrar en 2014 a Joaquim Chissano
(expresidente de Mozambique) como enviado especial para el Sáhara Occidental en
representación de la organización.
Conjuntamente con ello, la UA ha trabajado y
trabaja con la ONU en lo relacionado con la realización del referéndum de
autodeterminación del pueblo del Sáhara Occidental, que está pendiente desde
1991.
Si bien Marruecos ha mantenido en forma
permanente a lo largo de las últimas tres décadas relaciones con grupos
regionales y estados africanos en forma bilateral, la no pertenencia a la UA lo
dejaba, desde el punto de vista institucional, fuera del continente. Eso
(sumado a numerosas resoluciones de la ONU que ratifican el derecho de
autodeterminación del pueblo saharaui, la Opinión Consultiva del Tribunal
Internacional de Justicia de 1975 que plantea que no existen lazos de soberanía
entre Marruecos y el Sáhara Occidental y la sentencia del Tribunal de Justicia
de la Unión Europea de 2016 que establece que el territorio del Sáhara
Occidental no pertenece a Marruecos), ha producido que, en el último tiempo,
Marruecos hiciese varios intentos por incorporarse a la UA.
En ese sentido, han surgido numerosas
interpretaciones de analistas y expertos/as desde distintas perspectivas. Por
un lado, quienes plantean la hipótesis de que Marruecos quiso entrar a la UA
para destruirla o, en la misma línea, para lograr la expulsión o suspensión de
la RASD del seno del organismo, lo cual sería prácticamente imposible dada la
claridad de su acta constitutiva que no contempla la expulsión y, en su
artículo 30, habla de suspensión solo en el caso de “gobiernos que acceden al
poder por medios anticonstitucionales”. Por otro lado, encontramos las
posiciones que consideran al ingreso de Marruecos como un verdadero éxito
saharaui dado que el reino marroquí debe, a partir de su membresía en el
bloque, respetar las fronteras establecidas al momento de la independencia como
lo indica el documento fundacional de la UA (en el caso de Marruecos, esas
fronteras no incluyen el territorio del Sáhara Occidental) y, además,
consideran que el ingreso de Marruecos sin poner condiciones implica un
reconocimiento a la RASD como Estado.
Se trata entonces de un complejo panorama con
multiplicidad de sujetos de derecho internacional implicados (ONU, UA,
Marruecos, la RASD y potencias como Francia -aliada de Marruecos en el Consejo
de Seguridad- y España, que aún sigue siendo potencia administradora por haber
colonizado el Sáhara Occidental hasta su retirada en 1975, a lo cual se pueden
añadir las monarquías del Golfo integrantes de la Liga Árabe y también
promarroquíes) y con un escenario con varias aristas: el territorio del Sáhara
Occidental continúa como pendiente de descolonización en el IV Comité de las
Naciones Unidas con un referéndum de autodeterminación que aún no se ha
realizado y, por otro lado, en el seno de la UA a estas alturas se debería
hablar de disputa de soberanía territorial entre dos estados miembros.
Existen planteos que estiman la posibilidad de
que esta complejidad favorezca a Marruecos en cuanto a perpetuar su presencia
en el territorio del Sáhara Occidental. Sin embargo, de respetarse el acta
fundacional de la UA (esto es, como se señaló ad supra, que los estados deben
preservar sus fronteras fijadas al momento de las independencias), esto no
debería suceder.
Lo extenso del tema impide en este acotado
espacio mencionar todos los aspectos del contencioso. Sin embargo, quisiéramos
detenernos en uno que nos implica directamente desde la República Argentina: si
ya Marruecos ha reconocido tácitamente a la RASD y se sienta a debatir entre
pares estatales en el seno de la organización continental, creemos que ya no
hay óbice para que el Estado argentino reconozca a la RASD y entable relaciones
diplomáticas (cuestión que estuvo a punto de concretarse en 1989 y que,
finalmente, no prosperó) como lo han hecho 27 países de América Latina y
Caribeña de distintos signos políticos como México, Cuba, Uruguay, Panamá o
Ecuador. Este reconocimiento argentino a la RASD aportaría al fortalecimiento
de la institucionalidad internacional, la estabilidad y la paz mundiales,
contribuyendo a que el uso de la fuerza se vea eclipsado por la fuerza del
derecho, como único camino hacia la construcción de una sociedad internacional
más humanizada y solidaria.
______________
*MAGÍSTER EN RELACIONES INTERNACIONALES.
SECRETARIA DEL DEPARTAMENTO ÁFRICA DEL IRI-UNLP. SECRETARIA DE LA CÁTEDRA LIBRE
DE ESTUDIOS SOBRE EL SÁHARA OCCIDENTAL DEL IRI-UNLP.
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