Año 1975. Traidora España entrega el Sáhara
Occidental, entonces aún provincia española, a Marruecos quebrantando la
fidelidad a la Justicia Internacional.
Un tribunal marroquí sentencia a 21
activistas saharauis a cadenas perpetuas y más de 300 años de prisión por
participar en un campamento de protesta.
Si al Sáhara se le llama la última colonia
de África, entonces España es el único país europeo que no ha sido capaz de
poner fin a esa lacra, la colonización africana.
La traición quita el sueño al que la
ejecuta y perpetúa el desasosiego en quien tiene un mínimo de principios. La
traición vuelve, del pasado al presente, una y otra vez, y toma rostro de
culpa, de arrepentimiento. No deja descansar. Traidora España que, como a
Macbeth, te retumban los fantasmas del pasado para recordarte tus vergüenzas,
tus fracasos. Traición, dice la RAE que es una falta que se comete quebrantando
la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener; o el delito cometido por
civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria. La patria,
traidora España. Esa España que bosteza.
Año 1975. Traidora España entrega el Sáhara
Occidental, entonces aún provincia española, a Marruecos quebrantando la
fidelidad que se debe guardar a la Justicia Internacional, al Derecho
Internacional, a la Corte Internacional de Justicia de La Haya que había
fallado poco antes que no existía vínculo de soberanía territorial entre el
territorio del Sáhara Occidental y el Rey de Marruecos. Traidora España. Juan
Carlos de Borbón, entonces jefe del Estado en funciones mientras el dictador
agonizaba, el 2 de noviembre prometía a las tropas españolas desplegadas en el
Sáhara que se defendería el territorio frente a la invasión marroquí que tomaba
forma mediante la Marcha Verde. Carlos Arias Navarro, entonces presidente del
Gobierno, firmaba una carta redactada por el sultán de Marruecos de compromiso
con que los soldados españoles se retirarían, según narran cargos militares de
la época. No la redactó él, la redactó el sultán de Marruecos.
Traidora España, entonces, cuando
entregaste a todo un pueblo a la barbarie de la guerra, la muerte, el exilio y
la ocupación a cambio de sucios negocios, billetes manchados de sangre
intercambiados en los postres de cenas compartidas entre familias reales, entre
empresarios aficionados al estraperlo, al saqueo y a los favores de ida y
vuelta, entre ministros y cargos públicos franquistas entonces, socialistas y
populares más adelante. Negocios acordados debajo de las mesas, donde la
opinión pública no los puede llegar a ver, donde huele a clamidias y a
infección de orina.
Imágenes de la traidora España durante más
de cuarenta años. Felipe González prometiendo que el PSOE siempre estaría del
lado de los derechos legítimos del pueblo saharaui en 1976, más adelante
jugando al intercambio de cromos con familias reales marroquíes y saudíes. A
veces los cromos parecen escrituras inmobiliarias. Rodríguez Zapatero, otrora
defensor de una alianza de civilizaciones basada en los Derechos Humanos, en
2015 participando en un foro internacional organizado por Marruecos en la
ciudad saharaui de Dajla, en unos territorios ocupados donde se violan
flagrantemente los Derechos Humanos de la población saharaui, en un territorio
que ningún actor internacional reconoce que forma parte de Marruecos,
legitimando una ocupación ilegal, militar y violenta.
Pérez Rubalcaba recibiendo como
vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior al entonces también ministro
del Interior marroquí, Taib Cherkaui y un amplio séquito, en el que se
encontraba Hosni Bensliman, máximo jefe de la Gendarmería marroquí, imputado
por genocidio en la Audiencia Nacional y reclamado también por la Justicia
francesa por secuestro y desaparición, haciendo caso omiso a la orden
internacional de detención librada por Interpol, así como la euro-orden dictada
por la Justicia francesa. La exministra de Exteriores, Ana Palacio, entrando a
formar parte de una sociedad estatal marroquí de fosfatos, que expolia estos
recursos naturales saharauis, pocos meses después de que el Tribunal de
Justicia Europeo aclarara que el Sáhara no es Marruecos y que no se puede
comerciar con estos recursos de un territorio no autónomo… Business.
Traidora España, qué malasombra es la
traición que siempre vuelve a mirarte a los ojos. Y qué poco aguantas la mirada
ante la verdad, cuánto complejo. Un tribunal marroquí sentencia a 21activistas
saharauis a cadenas perpetuas y más de 300 años de prisión por participar en un
campamento de protesta. En el desmantelamiento de aquel campamento moriría un
ciudadano saharaui y también español sin que nadie investigara posteriormente
la muerte. Traidora España. Un juicio sin garantías, según han denunciado
observadores internacionales, con declaraciones extraídas bajo tortura, según
advierte Amnistía Internacional, sin pruebas concluyentes… Les acusan de
culpables del fallecimiento de 11 agentes marroquíes. No hay pruebas, ni
garantías. Ninguna investigación independiente sobre lo que sucedió en el
brutal desmantelamiento de aquel campamento, conocido como Gdeim Izik. Y qué
callada estás, traidora España. 21 vidas truncadas y familias rotas. Qué
silencio del Gobierno, del PSOE, del PP y tantos otros, mientras la sociedad
civil, organizaciones de todo tipo, muestran su descontento. Qué mal te callas,
España.
La traición que vuelve a sacarte los
colores, España, rojigualdos. Como volvió en el 2009, cuando la saharaui
Aminatou Haidar fue expulsada y devuelta desde el aeropuerto de El Aaiún hasta
Lanzarote, tras habérsele retenido el pasaporte, por decir que era saharaui y
no marroquí. Traidora España, que con el socialista Miguel Ángel Moratinos de
ministro de Exteriores aceptabas el chantaje marroquí y el ingreso en suelo
español de una mujer extranjera, sin pasaporte, contra su voluntad. Cómo bajas
la mirada cuando la traición regresa para mirarte a los ojos. Cuando Haidar
mantuvo una huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote durante 32 días
reclamando algo tan de sentido común como que le devolvieran el documento para
poder regresar a su casa, en el Sáhara, junto a su familia. Cuando se hizo eco
todo el mundo del atropello y venció una mujer frente al complot de dos
estados, traidora España y Marruecos.
Qué jodida es la traición que retorna y
llama a la puerta de tu casa cuando menos te la esperas, en medio de una
sobremesa con amigos y chistes de mal gusto y risas falsas, cortando la
digestión de las rosquillas y el anisete. Qué vergonzoso es pasear con la
incapacidad y el fracaso marcados en la frente de por vida. Cuando Naciones
Unidas y la Comunidad Internacional ya habían condenado mucho antes la lacra de
la colonización, cuando toda África se descolonizaba, cuando las potencias
europeas se retiraban después de décadas de saqueo, atrocidades, muerte y
destrucción, entonces prefieres el acuerdo de trastienda, el trapicheo, la
traición, que cumplir con la obligación.
Si al Sáhara Occidental se le llama la última
colonia de África, entonces tú, traidora España, eres el único país europeo que
no ha sido capaz de poner fin a esa lacra, la colonización africana, tantos
años después. Cómo vas a ser capaz de pedir la palabra en algún foro
internacional, con tu traje bien planchado y los cabellos brillantes
engominados, de levantar la voz y emitir promesas de un futuro más humano, más
justo. Cómo vas a ser capaz de esto cuando escondes tanta ceniza bajo la mesa
camilla y el brasero, las chustas de los puros encendidos con billetes
prendidos. El proceso de descolonización inacabado, hasta que se desarrolle el
derecho a la libre determinación del pueblo saharaui, tu promesa, la legalidad
internacional, tu traición. Cómo vas a sonreír hablando de democracia, de
progreso, de Derechos Humanos o de presos políticos si se nota que no es
sonrisa, es una mueca mal disimulada, desencajada.
Traidora España que durante cuarenta años
has ejercido de trilera, mientras el pueblo saharaui ha resistido para no ser
exterminado. Un pueblo refugiado en un solar en medio del desierto, exilio
inhóspito entre el sol abrasador y la arena que no deja crecer la hierba. Un
pueblo que ha resistido en un Sáhara ocupado, donde se han borrado los derechos
más elementales, humanos, económicos, sociales y culturales. Entre cárceles
negras, violaciones, desapariciones, asesinatos, bombardeos con napalm y
fósforo blanco, ha resistido este pueblo pobre en riquezas materiales, pero
digno en valores, mientras algunas de tus empresas, traidora España, homóloga
Europa, continúan saqueando sus escasas riquezas: la pesca, la arena, los
fosfatos…
Ahora que, como todos los veranos, han
llegado cerca de 5.000 niñas y niños de los campamentos de población refugiada
con sus sonrisas inocentes, que juegan al fútbol en las plazas de tus pueblos,
que echan a correr cuando se acercan las olas de tus playas, que aplauden
cuando se prueban unas gafas que corrigen sus crónicas miopías, que consumen
proteínas suficientes para engañar la desnutrición durante unos meses y que se
emboban al descubrir que de los grifos sale agua. Ahora, que cerca de 5.000
familias más de todo el Estado se suman a los lazos que se construyen entre
pueblos y que no pueden ser borrados por la traición perpetuada en las
reuniones de casino. Ahora, traidora España, vuelves a tener la oportunidad de
asumir tu responsabilidad, de pedir perdón, decir la verdad y reparar la
injusticia. De considerar nulos los juicios sin garantías que acaban de
condenar a los activistas saharauis de Gdeim Izik. De asumir tu papel de
potencia administradora del proceso de descolonización e iniciar un camino que
termine con la lacra del colonialismo en África después de varios siglos. De
poder mirar a los ojos al pasado.
Pero qué esperar de ti, traidora España.
Cuando a Macbeth le regresa la traición en forma de espejismo, cuando se le
aparece el espectro de Banquo, no puede disimular su culpa y enloquece. Tú eres
más del sainete y del astracán que de tragedia shakespeariana. Tú no conoces el
arrepentimiento, quizás, tan solo unos golpes en el pecho exagerados. Qué bien
viene la frase pronunciada por un personaje de Max Aub, aquel que se exilió en
México después de la guerra y al que también condenaste al olvido, en su novela
“El laberinto mágico”, en una despedida en la frontera pirenaica dejando atrás
un país en llamas. Esa frase, “me vienes a la garganta, España”. Porque vienes
a la garganta, te repites, como arcadas. Mientras entran en la cárcel estos
presos saharauis, tú ya estás preparando la caseta de la feria en terreno
recalificado. Ya estás retirando el hediondo gato muerto de un solar en el que
pronto construirá la inmobiliaria de tu primo. Y olé.
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