No callaba
ante las violaciones de los Derechos Humanos y siempre estaba en primera
línea en las manifestaciones en defensa de la independencia del Sáhara
Occidental. Falleció el 24 de enero de
2018 y su entierro fue una de las mayores
concentraciones de saharauis en el Aaiún desde el campamento reivindicativo de
Gdeim Izik, desmantelado por las fuerzas de ocupación marroquíes en noviembre
de 2010. Era Deida Uld El Yazid, de 94 años, el “abuelo de la resistencia
pacífica saharaui”.
El verano pasado sufrió agresiones y malos
tratos de la policía marroquí, que desmontó en varias ocasiones la jaima que él
y su familia instalaron en la calle tras haber sido incendiada una vivienda
familiar por un policía.
El
relato que hizo el anciano demostró su espíritu combativo: “Nos
asaltaron esos perros, esos salvajes, sobre las dos de la mañana. A mí me
golpearon en la pierna, que aquí se ve cómo está, Sus golpes sólo me dieron más fuerza,
militancia y más convicción en la lucha. Y aquí seguiremos enfrentándonos a
ellos hasta que desalojen la tierra o nos aniquilen y nos convertiremos en una
tumba colectiva, como pasó en Gdeim Izik”.
Su vida fue la oposición permanente al
ocupante marroquí: se manifestó con los sindicatos y los parados en 1999 y
recibió una paliza; también lo hizo ante el Alto Comisionado por los Derechos
Humanos de las Naciones Unidas en 2006 y fue atropellado con un coche por la
policía, sufriendo fractura de una pierna; en 2011 luchó por la liberación de
los presos políticos saharauis y fue golpeado y amenazado; asistió al 13
Congreso del Frente Polisario, en los territorios liberados, y a su regreso “se
ganó” heridas de diversa consideración; su participación en el duelo por el
fallecimiento del presidente Mohamed Abdelaziz le supusieron más amenazas.
En Gdeim Izik Deida ofició la despedida a
Najim Gerhui, un joven de 14 años que murió por disparos de la policía
marroquí, y el pasado año viajó hasta
Rabat para apoyar a los presos que fueron juzgados y condenados por el “campamento de la dignidad”. Y asi, otras muchas acciones reivindicativas y
de protesta.
Este anciano saharaui fue soldado del
Ejército español en la época colonial, sirviendo en la Policía Territorial del
Sáhara, por lo que le fue asignada una
pensión.
Deida, una vida cargada de dignidad
Por Cristina Martínez Benítez de Lugo.-
Deida es un símbolo de la resistencia
saharaui. Ya lo era en vida.
Era un tipo enjuto, viejo, descarado con el
poder y con el abuso. No se dejaba amilanar por nadie, ni por el ocupante.
Tenía una cara sonriente, pícara, alegre, que tornaba en enfado furibundo si la
ocasión lo merecía, y 42 años de ocupación proporcionan muchas ocasiones.
Me contaron anécdotas suyas. Tenía el pelo
blanco, largo. Dijo que no se lo cortaría hasta que los marroquíes no se fueran
de su tierra. Se lo dijo a la policía ocupante, a esa misma que, en una
ocasión, le ordenó quitarse de donde estaba y a la que él contestó gritando:
quitaos vosotros, vosotros sois los que no tenéis derecho a estar aquí. Esta es
nuestra tierra. ¿Qué hacéis aquí? Fuera, fuera.
Era saharaui. No toleraba al invasor, y lo
manifestaba con vehemencia.
Le recuerdo solemne, en Gdeim Izik, oficiando
el funeral del niño Najim asesinado a bocajarro por la policía marroquí. Le
recuerdo en el juicio de Gdeim Izik, al que acudió, a pesar de su avanzada
edad, a apoyar a los presos. Todos le rodeábamos, le venerábamos.
Hace poco la policía quemó su casa, en la
que vivía con su hija embarazada y sus nietos –un acto más de vandalismo de las
fuerzas de ocupación, sin ninguna trascendencia. Entonces, Deida montó una
jaima en la calle, y la policía volvió, destrozó los muebles y apaleó a todos.
Alguna foto muestra sus miembros delgaditos con las marcas de la paliza, y su
cara conmocionada. Tenía más de 90 años.
Una vida plagada de actitudes osadas de
resistencia que le valieron incesantes agresiones del ocupante.
Cada vez que muere un viejo en los territorios
ocupados, se pierde un trozo de cultura; ellos conocen los poemas y las
tradiciones de una cultura saharaui detenida hace décadas en los territorios
ocupados del Sahara Occidental, que los ocupantes marroquíes quieren derrotar.
Hay personas que te resultan tan cercanas,
sin serlo, por las que sientes un cariño y una admiración inmensos. Son
necesarios; unas referencias enormes que dan sentido a la lucha, que le dan
humanidad. Cuando se van, te quedas confuso y triste, incrédulo de que una roca
como él pueda faltar.
Vivió 42 años de ocupación. Murió sin
disfrutar la liberación. Pero murió libre, como había vivido. Ahora puede
descansar.
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