El pasado domingo se hacía
pública la sentencia que condenaba a veinticuatro saharauis detenidos desde la
destrucción del campamento de Gdeim Izik, también llamado por sus ocupantes de
la Dignidad, y mantenidos en prisión preventiva por más de dos años. El
Tribunal militar de Rabat, reunido desde el día 8 de febrero, condenaba a los
acusados por los delitos de “constitución de bandas criminales, violencia
contra las fuerzas del orden con resultado de muerte, premeditación y
mutilación de cadáveres” a penas de
prisión a perpetuidad para nueve de los encausados, treinta años de cárcel para
otros cuatro, veinticinco en el caso de otros siete detenidos, veinte para tres
más y dos para los restantes dos últimos a los que se puso inmediatamente en
libertad pues la duración de la detención previa al juicio superaba el tiempo
de su condena.
Una vez más, la intransigencia
política y el desprecio a la justicia practicados comúnmente por el Reino de
Marruecos convertía el libre ejercicio de la opinión de los independentistas
saharauis en una traición a un Estado y unas leyes que todos ellos se negaban a
reconocer y deuna integración territorial impuesta que la comunidad
internacional tampoco acepta. Era otra ocasión más en la que el estado marroquí
mostraba su desprecio a la legalidad internacional y trataba de crear una
fractura que hiciese naufragar la solución política inminente para el
contencioso del Sáhara Occidental propugnada por Cristopher Ross y sepultase en
el invierno la primavera política y la esperanza naciente que la significación
de Gdeim Izik había hecho germinar entre la población saharaui de los
territorios ocupados. Una manera de señalarles que el camino de su
reivindicación política de la autodeterminación y la independencia seguía
cerrado para ellos.
Muchas han sido las voces que
en estos pocos días se han alzado tanto desde las organizaciones de defensa de
los derechos humanos, como Amnistía Internacional o Human Rights Watch, diversas
instituciones y partidos políticos de diferentes países, juristas y
observadores en el proceso, diferentes analistas desde diversas perspectivas (jurídicas,
políticas, éticas) para denunciar y poner en evidencia la falta de legitimidad
del tribunal, su incompetencia jurisdiccional, la escasa precisión de las
acusaciones, la carencia de pruebas que hacen del juicio una farsa y una burla
a la legalidad, al derecho y a la
justicia. Y yo no quiero abundar en ellas. Repetir las mismas palabras y
argumentos muchas veces no les otorga mayor fortaleza sino que, por el
contrario, corre el peligro de convertirse en una letanía de lugares comunes.
Yo, en este pequeño artículo, quiero
daros otra perspectiva de esta barbarie que os traiga la memoria, las vivencias
y, por que no, el perfil humano de unos hombres, de unos luchadores, de unos
ciudadanos comprometidos con la defensa de su pueblo pero que sean también
testimonio de su humanidad, de su forma de vivir su compromiso, que pongan en
evidencia la injusticia que contra ellos se comete. Porque, al menos, cinco de
ellos han compartido conmigo su pan y su esperanza de libertad durante una
corta pero intensa estancia en El Aaiún en el año 2010, tan solo unos pocos
días antes de la creación del campamento a consecuencia del que hoy se les
quiere condenar. Yo conozco, conocí, a Ahmed Sbai, Brahim Ismaili, Cheikh Banga,
Ennaama Asfari y Mohamed Tahlil, al menos, tal vez alguno más, de entre todos
los encausados; y hoy, aunque me cueste y me duela, quiero trasladaros algunos
retazos de esa memoria, de algunas experiencias y emociones compartidas con
ellos y con otros compañeros y compañeras luchadores, como todos ellos, por la
dignidad y los derechos de su pueblo. Quizá
así podáis percibir mejor la arbitrariedad de su castigo.
Coincidí con ellos en un viaje
de regreso desde la Primera Conferencia Internacional sobre “El derecho de los
pueblos a la resistencia. El caso saharaui” celebrada en Argel hasta la capital del Sáhara Occidental y sus
diferentes lugares de residencia. Ellos eran un numeroso grupo de defensores
saharauis de los derechos humanos y nosotros un pequeño equipo de
acompañamiento que buscaba una mayor seguridad personal para su regreso al
territorio. Si algo llamaba la atención en ese grupo era la variedad de edades
de sus integrantes y el carácter mixto del mismo, garantizado por la presencia
de un importante número de mujeres. No pasaba desapercibida la juventud, el
empuje y la energía del jovencísimo Cheikh que entonces contaba tan solo con 21
maravillosos e intensamente trabajados años. Detenido y condenado ya por dos
veces, miembro del Colectivo de Defensores de Derechos Humanos Saharauis CODESA
y de la Asociación marroquí de derechos humanos, AMDH, rama ASA, tenía la
impropia y desusada madurez a la que lo condicionaba su trágica historia y la
de su pueblo, pues en las dos ocasiones había sido torturado y sometido a
violencia física aún siendo menor de edad.
Todo lo contrario que Ahmed o
Mohamed, mayores en edad pero más discretos y reconcentrados, menos expresivos
en sus manifestaciones externas pero de una gran fortaleza interior que no se
correspondía con un físico magro, endeble y enfermizo en el caso del primero. Secretario
General del comité para la protección de los presos, miembro de la Asociación
Saharaui de las Víctimas de Graves Violaciones de los Derechos Humanos
cometidas por el estado marroquí (ASVDH) e integrante del Comité contra la
Tortura de El Aaiún Ahmed había sido detenido y condenado en tres ocasiones
anteriores. Mohamed Tahlil es el
Presidente de la ASVDH en Boujdour y su acción contra la represión marroquí lo
llevó a varias detenciones y condenas de
las que la más llamativa se produjo en 2006 cuando fue arrestado, torturado y
abandonado en el desierto a cincuenta kilómetros del lugar de su detención.
Brahim, por su parte, es
afable, reposado, con un sentido militante que nace de una convicción
internalizada y sin fisuras. Un hombre íntegro y resuelto, casado y padre de
dos criaturas encantadoras. He sido su huésped y he disfrutado de su
cordialidad y de la de su familia. Preso ya en 1987, pasó por las cárceles
marroquíes en otras dos ocasiones habiendo sufrido la persecución, el hostigamiento, el acoso
físico y verbal para él y los suyos por parte de la seguridad marroquí. Su casa
estaba, ya entonces, sometida a constante vigilancia policial por agentes que
no solo vigilaban las entradas y salidas sino que seguían a distancia cada uno
de nuestros movimientos.
Ennaama es, y espero que no se
enfade si algún día me lee, el intelectual de este pequeño grupo. Licenciado en
Derecho Público Internacional por la Universidad de MarraKech y Presidente de
la Comisión para la defensa de los derechos humanos en el Sáhara Occidental, con
sede en Francia, renunció a la comodidad del exilio por vivir los problemas
cotidianos de su pueblo siendo condenado en 2008. Despierto, dialogante, defensor
a ultranza de la lucha pacífica es la persona menos caracterizada para
propiciar ese clima de revuelta armada que todo el proceso pretende describir. Yo
lo he visto argumentar, en una discusión encendida, a favor de la no violencia
como estrategia de acción y no he dudado de su honestidad y de sus convicciones
que se asientan en su formación como jurista.
Pequeños retazos de grandes
historias al servicio de una inmensa causa. La de la justicia y la dignidad
para todas las gentes, incluido el sufrido y engañado pueblo marroquí. A quien
sus medios de comunicación le informan acerca de unos feroces criminales que, en
número reducido, secuestran y retienen en el campamento a 20.000 de sus
conciudadanos, atacan a la fuerza pública y denigran sus cadáveres, silenciando
que esa misma fuerza y el ejército sometían a un constante acoso y vigilancia
al campamento cuya consecuencia más grave (y olvidada) fue el ametrallamiento
por los militares, el 24 de octubre de 2010, en las inmediaciones del
campamento, de un coche en el que viajaban seis personas con el resultado de
cinco heridos de bala y un muerto: el menor de 14 años Najim Elgarhi, enterrado
sin autopsia y sin la presencia de su familia, cuando aún no se había desatado
violencia visible alguna. Que fácil resulta modificar lo sucedido a base de
silencios y artificios verbales.
Se califica de barbarie el
desprecio a los muertos pero no se investiga el menosprecio de los vivos por el
ejercicio sistemático y continuado de la tortura sobre los presos
produciéndoles quemaduras, violaciones físicas, arrancamiento de uñas, ahogamientos
simulados, alteración del sueño… Quienes han denunciado públicamente estas
violencias están entre los condenados a las penas más duras.
Nada se ha demostrado sobre
sus supuestas acciones y todas las preguntas han girado sobre su militancia, sobre
su actividad propagandista en otros países, sobre sus relaciones con el Frente
Polisario y el movimiento independentista. Un juicio para nada político y
ajustado a las reglas del derecho.
Ahmed y Brahim han sido
condenados a cadena perpetua, Cheikh y Ennaama a treinta años, Mohamed a veinte.
Y con ellos Abadalahi Bhai y Abdalahi Lakfaouni, Deich Eddaf, El Bachir Jadda, El
Hussein Ezzaui, Hassena Alia y Hassena Dah, Hussein Zaui, Larosse Abdeljalil
Lemghaimad, Mohamed Ayubi, Mohamed Bani, Mohamed Burial, Mohamed Elbachir
Butenguiza, Mohamed Kuna Babeid, Mohamed Lamin Haddi, Mohamed Embarek Lefkir, Sidi
Abdulah Tubali y Sidi Ahmed Lemjeyd. Todos ellos culpables confesos de haber
soñado una aurora de libertad para el Sáhara Occidental y para su pueblo.
Santiago Jiménez