Bachir y Ebnu en la casa de los escritores de Uruguay |
Invitados al mundial poético de Montevideo,
iniciado el 7 de noviembre, dos poetas saharauis desgranan desde sus
referencias literarias hasta un pormenorizado análisis del último pueblo
africano que pugna por la descolonización
La primavera árabe no pasó por el Sahara,
la ex colonia española ocupada por Marruecos mientras agonizaba el generalísimo
Francisco Franco, en 1975. Sin embargo, es una ironía mayor: Noam Chomsky
sostiene que las revueltas árabes comenzaron en 2010 en El Aaiún, la principal
ciudad del Sahara occidental o la capital ocupada de la República Árabe
Saharaui Democrática (RASD), con un masivo acampe de unas 30 mil personas
contra la ocupación, que el gobierno de Marruecos destrozó condenando a una
veintena de ellas a largas penas de prisión que incluyen, en algunos casos,
cadena perpetua.
“Llevamos una vida errante, somos
doblemente refugiados, primero salí de El Aaiún hacia los campamentos de
Tinduf, en el sur de Argelia, y de allí a las Islas Canarias”, explica Bachir
Ahmed Aomar, en un perfecto español. Bachir se licenció en economía en Moscú y en
relaciones internacionales en La Habana, se mueve entre Tinduf y Canarias: “Es
imposible hacer poesía sin referirse a la situación que vivimos, al incremento
de la violación de los derechos humanos en los últimos años en el Sahara
ocupado por Marruecos”.
Los títulos de sus poemas delatan un dolor
que para calmarse necesita hacerse rima: “Lágrimas de arena”, “Grito”,
“Asfixia”. “La poesía es para nosotros un arma”, dice su colega Mohamed Salem
Abdelfatah, parafraseando a Gabriel Celaya. Mohamed es primer secretario de la
embajada de la RASD en Montevideo. “No reporta beneficios económicos, pero la
poesía es la magia que nos permite llevar un mensaje sobre la situación de
nuestro pueblo.”
BISAGRA DE DOS MUNDOS. Por haber sido
colonia española, el pueblo saharaui se diferencia del resto de las colonias
africanas por su dominio de la lengua castellana. Por estar volcado hacia el
atlántico y por su cercanía con las Islas Canarias, sus integrantes miran con
especial atención hacia las Américas.
Una doble seña de identidad que les permite
escribir tanto en hasanía, la lengua materna, como en castellano, que para
Bachir es “a la vez seña de identidad y arma para desenmascarar a Marruecos”,
obsesión central de quien ha perdido su tierra.
Mientras Bachir es un hijo del colonialismo
que creció y vivió bajo el dominio español, Mohamed pertenece a una generación
posterior: debió abandonar su país siendo niño. Nacido en Amgala, un oasis en
pleno desierto donde se registró una de las primeras y más célebres batallas
por la independencia en 1976, se graduó en lengua española en Cuba. “Nos
referenciamos en los poetas de la generación del 27 pero también en la poesía
de vanguardia latinoamericana, la poesía cubana, Pablo Neruda, Mario
Benedetti”.
De algún modo, las opciones de Bachir no
son muy distintas de las de la mayoría se los españoles que crecieron bajo el
franquismo. “estábamos obligados a estudiar a los poetas del régimen, como José
María Pemán, pero fuera del aula conocimos a Miguel Hernández, Antonio Machado
y además escuchábamos a Víctor Jara y a Mercedes Sosa, que jugaron un papel
destacado en nuestra formación porque eran formas similares de resistencia”.
“Los poetas palestino y egipcios influyen
menos en nosotros”, explica Mohamed y añade: “la nuestra es una cultura un poco
extraña. Cuando decimos que somos saharauis la gente no sabe quienes somos,
pero el desconcierto mayor es cuando hablamos mezclando el hasanía con el
español. Es posible que seamos una bisagra entre dos mundos, pero hay muchos
compañeros que conocen más lo árabe que lo occidental, a diferencia de nosotros
dos”.
Bachir prefiere dejar la poesía y centrarse
en su país. “cuando comenzó el conflicto tenía 19 años, y ahora mi hijo tiene
21 y me pregunta por qué permitimos que Marruecos ocupe nuestro país. Marruecos
intenta acabar con nuestra lengua y con nuestra identidad, y lo hace llevando
mucha `población marroquí al Sáhara Occidental, a tal punto que hoy son dos o
tres veces más que nosotros, han conseguido dar vuelta la situación
demográfica”
La población saharaui, como la palestina,
sufre una diáspora muy importante. En los territorios ocupados viven unos 170
mil saharauis, frente a unos 350 mil marroquíes, aunque el régimen de Rabat no
permitió que se concluyera un censo iniciado bajo el auspicio de las Naciones
Unidas. En Tinduf, en el sur argelino, viven otros 200 mil saharauis que
emigraron en masa cuando Marruecos se apropio del territorio.
La antigua provincia española del Sáhara
Español, explican ambos, fue anexada en 1976 por Marruecos y Mauritania y luego
completamente ocupada por Marruecos en agosto de 1979, al retirarse Mauritania
de la zona que ocupaba. El Sáhara Occidental fue inscrito en 1960 por la
Asamblea General de la ONU en la lista de los territorios a descolonizar. En
Octubre de 1975, meses antes de la “Marcha Verde” marroquí que comenzó el
proceso de anexión de la excolonia, el Tribunal Internacional de Justicia de la
Haya emitió por unanimidad un dictamen estableciendo que corresponde aplicar el
principio de la autodeterminación ya que se trata de una situación colonial. La
RASD, proclamada en 1976,
ha sido reconocida por 82 países. En 1991, Marruecos y
el Frente POLISARIO* firmaron un alto el fuego que estableció la Misión de las
Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental, que se celebraría
en febrero de 1992, pero que nunca se pudo realizar.
TREINTA AÑOS ES MUCHO. “El Sáhara es el
último territorio colonial en África y la represión ha recrudecido en los
últimos años, en parte porque el gobierno marroquí alienta a la población a atacar a los
saharauis”, explica Mohamed. Un tercio del territorio nunca fue ocupado por Marruecos. En la zona
más allá del muro de 2700
kilómetros construido por Marruecos a partir de 1982
para evitar el ingreso de tropas del Frente PPLISARIO y concentrarse en el otro
70 por ciento donde están las riquezas que le interesan: fosfatos, pesca y
petróleo. Los saharauis controlan una parte del desierto que va de la frontera
argelina hasta Mauritania.
“El muro se construyó con ayuda de Estados
Unidos, Israel y Arabia Saudí, tiene millones de minas antipersonales que
provocan muertes a diario”, dice Bachir. Explica que la primavera árabe sacudió
a toda la región, menos Marruecos, aunque es un régimen autoritario, “porque
juega un papel importantísimo para las potencias occidentales”. Ambos poetas
insisten en el papel negativo que juegan Estados Unidos y Francia en el Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas, ya que “Marruecos es gendarme de los
intereses estratégicos de estas potencias”.
A ese grave problema debe añadirse,
sostiene Mohamed, “la incapacidad del gobierno español, que para las Naciones
Unidas sigue siendo el país administrador del territorio y no pudo concluir el
proceso de descolonización. Siempre recordamos cuando Felipe González fue a los
campamentos en 1976, era secretario general del PSOE y prometió que no
abandonaría nunca al pueblo saharaui”
Para Bachir, el problema es que “España
teme a Marruecos”. En su opinión, hay tres razones:”la ocupación española de
Ceuta y Melilla es un argumento que siempre utilizan los marroquíes. En segundo
lugar está el tema de la inmigración irregular, porque Marruecos tienes las
llaves para regularla, así como del tráfico de drogas. Por último, no debemos
olvidar la importancia de las inversiones españolas en Marruecos que se han
nivelado con las de Francia, que era la potencia colonial con mayor presencia
económica en ese país”
Sin embargo el mundo está cambiando, como
lo muestra el reciente retroceso franco estadounidense en su intención de
intervenir militarmente en Siria. Mohamed cree ver un cambio en la actitud de
Washington, que por primera vez aceptó que la Misión de Naciones Unidas pudiera
supervisar la situación de los derechos humanos en los territorios que ocupa
Marruecos, algo que hacen todas las misiones del organismo internacional.
“Desde hace muchos años las potencias dejaron de lado el conflicto del Sáhara”,
se queja Mohamed. “Seguimos apostando por una solución pacífica, pero tenemos
derecho a recuperar nuestro territorio a través de las armas, eso no lo pueden
olvidar porque nuestra confianza en las Naciones Unidas y nuestra paciencia
tienen un límite. Las nuevas generaciones nos están exigiendo una solución”
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