*Fuente: Último Cero. POR ABDO TALEB OMAR
05 DICIEMBRE 2019
Como es habitual, la política española hacia el Sahara
Occidental, independientemente del gobierno de turno, demuestra que su objetivo
primordial es contentar al Reino de Marruecos. Ejemplo de ello es hacer
lobbying a favor del ocupante marroquí en el seno de las instituciones
europeas, Parlamento y Comisión principalmente, cuyo resultado fue la firma de
acuerdos comerciales UE-Marruecos pese al dictamen del Tribunal Europeo de
Justicia; avalar la gestión de la monarquía marroquí, como se vio en los
artículos escritos por Zapatero, Rajoy y Sánchez con motivo del Aniversario del
Trono; impedir el cumplimiento de la legalidad respecto a la cuestión saharaui,
etcétera. No obstante, el
colaboracionismo del Gobierno español, suele ser respondido por las autoridades
marroquíes por más chantajes como el fomento de la migración ilegal, la
introducción de estupefacientes en la península, terrorismo y acciones de sus
servicios de inteligencia en suelo español. Es decir, que España no está
cosechando los esperados resultados.
Por ello, y teniendo en consideración que
España es miembro de la Unión Europea y la OTAN, y cuenta con los suficientes
medios como para enfrentar a los desafíos procedentes de un país como
Marruecos, se puede afirmar que otra política exterior es posible, si se
quiere. Lo que se requiere, en este sentido, es un cambio de enfoque en lo que
respecta las relaciones con El Majzen, cuyas ambiciones expansionistas y
naturaleza dictatorial, hacen insostenible seguir satisfaciendo sus demandas,
empezando por la incesante solicitud de más fondos comunitarios para el control
fronterizo, hasta la adopción de su
tesis respecto al conflicto del Sahara Occidental, y pasando por la complicidad
en cuanto a blanquear la imagen de un régimen dictatorial al tapar las sistemáticas
violaciones de derechos humanos y el palpable déficit democrático. España no
tendría la capacidad de hacer lo contrario a menos que tenga una política
exterior propia, alejada de las estrategias del eje franco-marroquí en el
Magreb en general y el Sahara Occidental en específico.
Lo cual está lejos de ocurrir como
demuestra la decisión de España y de su establishment mediático al desaconsejar
a las familias españolas solidarias con el pueblo saharaui viajar a los
campamentos, alegando amenaza terrorista, a cambio de que Marruecos deje de
incentivar la migración ilegal, o más concretamente lo que el diario marroquí,
Hespress, consideró que es un acuerdo (Sánchez-Bourita) que consiste en
retornar los Menores Extranjeros No Acompaños (MENA) a Marruecos; así como más
colaboración e intercambio de información en cuanto a la lucha antiterrorista.
La presencia de Marruecos en el Sahel es
bien conocida por la comunidad de inteligencia de los países occidentales. Es
evidente que El Majzen recurre a actores no estatales, como los grupos
terroristas, para hacer acción exterior. Ejemplo de ello es el grupo terrorista
Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUJAO, por sus
siglas en francés), cuya primera operación, en 2011, fue el secuestro de tres
cooperantes en los campamentos de refugiados saharauis y, en abril de 2012, la
retención del personal del Consulado de Argelia en Gao (Malí), ambas acciones
fueron dirigidas contra intereses de la RASD y Argelia. Posteriormente,
Marruecos dio asilo a Ould Shafí, conocido por su extensa red de relaciones con
grupos terroristas en el Sahel, que ha utilizado para consolidarse como figura
intermediaria en la liberación de occidentales secuestrados a cambio de
comisiones.
La elección de la fecha del comunicado del
Ministerio de Asuntos Exteriores de España no es casual: viene horas después
del encuentro entre el ministro de exteriores marroquí, Naser Bourita con el
presidente en funciones, Pedro Sánchez; coincide con las vacaciones (puente de
la Constitución y fiestas de Navidad) en las que decenas de españoles optan por
visitar y convivir con los refugiados saharauis; así como, el Congreso del
Frente Polisario, una estación que suele reunir decenas de delegaciones
diplomáticas y miembros del movimiento solidario con la RASD. El gobierno
español, con su gesto, que por cierto no es nuevo ya que lo mismo sucedió con
Rajoy, pretende acabar con los lazos de amistad y solidaridad que unen el
pueblo saharaui con su homólogo español,
por un lado, e imposibilitar las relaciones internacionales de la RASD con sus
aliados por el otro. De este modo, la política exterior española no esta
aportando a la resistencia pacífica de los saharauis, particularmente en un
momento en el que el Frente Polisario esta revisando la forma de su implicación
en el proceso de arreglo auspiciado por la ONU. En definitiva, se está
apremiando la intransigencia y el uso de la fuerza.
Mientras tanto, el Gobierno “progresista”,
con su intercambio de favores con Marruecos esta contribuyendo enormemente a la
inestabilidad en toda la ribera sur del Mediterráneo. Hacer caso a omiso a las
operaciones híbridas que protagoniza Marruecos en el Sahel y en el Sahara
Occidental, es tolerar el crecimiento de una fuente de inestabilidad cuyo
efecto repercutirá, sin duda, sobre el territorio nacional español: migraciones
masivas de zonas en conflicto como Malí; atentados terroristas; y narcotráfico.
En fin, lo más adecuado para una política
exterior española seria y con personalidad, hacia el Sahara Occidental, sería
asumir las responsabilidades como potencia regional capaz de aportar al
cumplimiento de las resoluciones de la ONU respecto al conflicto del Sahara
Occidental. Es decir, revocar los Acuerdos Tripartitos de Madrid; dar el
estatus diplomático al Frente Polisario y reconocerlo como movimiento de
liberación nacional; abogar por el respeto del derecho comunitario en lo
referente a los acuerdos comerciales con Marruecos; y tener una actitud
proactiva con el propósito de conseguir una solución basada en la
autodeterminación del pueblo saharaui, tal y como indica el mandato de la
MINURSO. En suma, saber decir no a las peticiones del régimen marroquí.
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