viernes, 6 de diciembre de 2019

La causa saharaui y las relaciones hispano-marroquíes


*Fuente: Último Cero. POR ABDO TALEB OMAR 05 DICIEMBRE 2019
Como es habitual,  la política española hacia el Sahara Occidental, independientemente del gobierno de turno, demuestra que su objetivo primordial es contentar al Reino de Marruecos. Ejemplo de ello es hacer lobbying a favor del ocupante marroquí en el seno de las instituciones europeas, Parlamento y Comisión principalmente, cuyo resultado fue la firma de acuerdos comerciales UE-Marruecos pese al dictamen del Tribunal Europeo de Justicia; avalar la gestión de la monarquía marroquí, como se vio en los artículos escritos por Zapatero, Rajoy y Sánchez con motivo del Aniversario del Trono; impedir el cumplimiento de la legalidad respecto a la cuestión saharaui, etcétera.  No obstante, el colaboracionismo del Gobierno español, suele ser respondido por las autoridades marroquíes por más chantajes como el fomento de la migración ilegal, la introducción de estupefacientes en la península, terrorismo y acciones de sus servicios de inteligencia en suelo español. Es decir, que España no está cosechando los esperados resultados.
Por ello, y teniendo en consideración que España es miembro de la Unión Europea y la OTAN, y cuenta con los suficientes medios como para enfrentar a los desafíos procedentes de un país como Marruecos, se puede afirmar que otra política exterior es posible, si se quiere. Lo que se requiere, en este sentido, es un cambio de enfoque en lo que respecta las relaciones con El Majzen, cuyas ambiciones expansionistas y naturaleza dictatorial, hacen insostenible seguir satisfaciendo sus demandas, empezando por la incesante solicitud de más fondos comunitarios para el control fronterizo, hasta la adopción  de su tesis respecto al conflicto del Sahara Occidental, y pasando por la complicidad en cuanto a blanquear la imagen de un régimen dictatorial al tapar las sistemáticas violaciones de derechos humanos y el palpable déficit democrático. España no tendría la capacidad de hacer lo contrario a menos que tenga una política exterior propia, alejada de las estrategias del eje franco-marroquí en el Magreb en general y el Sahara Occidental en específico.
Lo cual está lejos de ocurrir como demuestra la decisión de España y de su establishment mediático al desaconsejar a las familias españolas solidarias con el pueblo saharaui viajar a los campamentos, alegando amenaza terrorista, a cambio de que Marruecos deje de incentivar la migración ilegal, o más concretamente lo que el diario marroquí, Hespress, consideró que es un acuerdo (Sánchez-Bourita) que consiste en retornar los Menores Extranjeros No Acompaños (MENA) a Marruecos; así como más colaboración e intercambio de información en cuanto a la lucha antiterrorista.
La presencia de Marruecos en el Sahel es bien conocida por la comunidad de inteligencia de los países occidentales. Es evidente que El Majzen recurre a actores no estatales, como los grupos terroristas, para hacer acción exterior. Ejemplo de ello es el grupo terrorista Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUJAO, por sus siglas en francés), cuya primera operación, en 2011, fue el secuestro de tres cooperantes en los campamentos de refugiados saharauis y, en abril de 2012, la retención del personal del Consulado de Argelia en Gao (Malí), ambas acciones fueron dirigidas contra intereses de la RASD y Argelia. Posteriormente, Marruecos dio asilo a Ould Shafí, conocido por su extensa red de relaciones con grupos terroristas en el Sahel, que ha utilizado para consolidarse como figura intermediaria en la liberación de occidentales secuestrados a cambio de comisiones.
La elección de la fecha del comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores de España no es casual: viene horas después del encuentro entre el ministro de exteriores marroquí, Naser Bourita con el presidente en funciones, Pedro Sánchez; coincide con las vacaciones (puente de la Constitución y fiestas de Navidad) en las que decenas de españoles optan por visitar y convivir con los refugiados saharauis; así como, el Congreso del Frente Polisario, una estación que suele reunir decenas de delegaciones diplomáticas y miembros del movimiento solidario con la RASD. El gobierno español, con su gesto, que por cierto no es nuevo ya que lo mismo sucedió con Rajoy, pretende acabar con los lazos de amistad y solidaridad que unen el pueblo saharaui con  su homólogo español, por un lado, e imposibilitar las relaciones internacionales de la RASD con sus aliados por el otro. De este modo, la política exterior española no esta aportando a la resistencia pacífica de los saharauis, particularmente en un momento en el que el Frente Polisario esta revisando la forma de su implicación en el proceso de arreglo auspiciado por la ONU. En definitiva, se está apremiando la intransigencia y el uso de la fuerza.
Mientras tanto, el Gobierno “progresista”, con su intercambio de favores con Marruecos esta contribuyendo enormemente a la inestabilidad en toda la ribera sur del Mediterráneo. Hacer caso a omiso a las operaciones híbridas que protagoniza Marruecos en el Sahel y en el Sahara Occidental, es tolerar el crecimiento de una fuente de inestabilidad cuyo efecto repercutirá, sin duda, sobre el territorio nacional español: migraciones masivas de zonas en conflicto como Malí; atentados terroristas; y narcotráfico.
En fin, lo más adecuado para una política exterior española seria y con personalidad, hacia el Sahara Occidental, sería asumir las responsabilidades como potencia regional capaz de aportar al cumplimiento de las resoluciones de la ONU respecto al conflicto del Sahara Occidental. Es decir, revocar los Acuerdos Tripartitos de Madrid; dar el estatus diplomático al Frente Polisario y reconocerlo como movimiento de liberación nacional; abogar por el respeto del derecho comunitario en lo referente a los acuerdos comerciales con Marruecos; y tener una actitud proactiva con el propósito de conseguir una solución basada en la autodeterminación del pueblo saharaui, tal y como indica el mandato de la MINURSO. En suma, saber decir no a las peticiones del régimen marroquí.

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