El reciente nombramiento, el
pasado 15 de junio, del nuevo Representante Especial de Naciones Unidas para el
Sahara Occidental y Jefe de la MINURSO, el diplomático alemán Wolfgang
Weisbrod-Webwr, nos ofrece la ocasión idónea para consolidar la posición
española de apoyo al derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación y al
respeto de los derechos humanos en los territorios ocupados, todo ello bajo el
amparo de Naciones Unidas.
Cuba, Guinea Ecuatorial y el
Sahara Occidental, constituyen tres referentes de la política exterior y de
seguridad española que siempre han producido en nuestro país sentimientos
encontrados como consecuencia de una diversidad de razones entre las que
destacamos las políticas, las históricas, las diplomáticas y las de seguridad.
Es verdad que estamos pasando
unos momentos muy difíciles con la crisis económica y financiera que nos sigue
acorralando contra las cuerdas, pero también es cierto que las cuestiones de
Estado siempre tienen que estar en la primera línea de nuestras relaciones
internacionales particularmente cuando influyen en la "marca España",
en nuestra posición e imagen en el entorno internacional.
(…) En relación con el Sahara
Occidental, la oposición de Marruecos tanto al nombramiento citado más arriba
como a la continuidad del Enviado Personal del Secretario General al Sahara
Occidental, Christopher Ross, el pasado 17 de mayo, como consecuencia de su
rechazo a que se refuercen las capacidades de la MINURSO, indican que el país
magrebí está perdiendo credibilidad internacional ante su actitud de
obstaculizar continuamente las actividades de dicha misión de la ONU.
(…) Con estas sólidas posiciones
ante las tres cuestiones de Estado planteadas, Cuba, Guinea y el Sahara
Occidental, España tiene la oportunidad de conformar un modelo de coherencia,
tanto nacional como internacional, cumpliendo con su responsabilidad histórica
al mismo tiempo que impulsa la democracia y la defensa de los derechos humanos,
ambos consustanciales con la idiosincrasia del pueblo español.
Si así fuera, se fomentaría
fuertemente la identidad de la "marca España" al mismo tiempo que se
incrementaría la credibilidad internacional española, impregnándola de un
significativo potencial, reforzando nuestra presencia y protagonismo mundial.
Supondría una excelente apuesta de futuro como acción única del Estado.
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