En la entrevista que hoy
publica GARA con Sidi Ahmed Talmidi, uno de los organizadores del campamento de
protesta Gdeim Izik, este sitúa el comienzo de la llamada «Primavera Árabe» en
el Sahara Occidental, allá por octubre de 2010. Noam Chomsky y otros
prestigiosos intelectuales también comparten esa misma tesis. Pero a diferencia
de las revueltas de Túnez y Egipto, dos meses después, la saharaui no copó la
atención mediática global. Frente a ese acto primero de la «Primavera Árabe»,
los gobiernos occidentales no quisieron pronunciarse, ni siquiera levantaron la
voz, y con su silencio -y la implícita complicidad de la ONU-, la represión
marroquí aplastó la revuelta, la ocupación aún continúa y la terrible
injusticia con el pueblo saharaui parece haber sido perpetuada.
Tras la invasión de Marruecos
de 1975, la población saharaui ha sido víctima de lo que en el lenguaje
contemporáneo se conoce como una limpieza étnica. La «Marcha Verde» de cientos
de miles de marroquíes «protegidos» por 20.000 soldados ocupó a sangre y fuego
el territorio de un pueblo milenario que vagó libre como el viento del desierto
y que fue condenado a vivir en escuálidos campamentos como refugiados
indigentes. En ello, la responsabilidad histórica del Estado español es
mayúscula. La explotación pesquera y de las vastas minas de fosfato, el afán de
esquilmar las riquezas naturales hizo el resto.
El Frente Polisario combatió
con las armas hasta el año 1991. Entonces negoció un alto el fuego apoyado por
la ONU y la llamada comunidad internacional que contemplaba un referéndum de
autodeterminación y la posibilidad de independencia para los saharauis. Veinte
años después nada se ha avanzado en esa dirección. Sahara Occidental sigue
siendo la última colonia de África, y Marruecos, apoyada abiertamente por el
Estado francés y aprovechándose del laissez-faire de EEUU, no paga ningún
precio por ello. Las últimas decisiones de Madrid -evacuación de cooperantes,
recortes a la ayuda humanitaria e impedir viajes solidarios- empeoran aún más
la situación. La decencia lleva tiempo en suspenso en el caso saharaui, que
demuestra cómo la diplomacia, en muchos aspectos, sigue siendo un negocio
moralmente corrupto.
RESISTENCIA SAHARAUI
Sidi Ahmed Talmidi sitúa el
inicio de la Primavera Árabe en el Sáhara Occidental y no duda en afirmar que
si hubiera tenido la atención mediática de la revueltas de Túnez y Egipto «hoy
viviríamos otra situación política».
Sidi Ahmed Talmidi quiere
mostrar su cara al mundo. Cuando le digo que su fotografía y esta entrevista
será leída en los territorios ocupados por el Gobierno alauí y puede ser vista
por el Ejército marroquí, por lo que puede haber represalias, responde que «no
soy ningún criminal». Exiliado poco después de que Rabat desmantelara el
campamento Gdeim Izik, pasa los días esperando el día que pueda volver a su
tierra.
GARA Andoni LUBAKI | RABOUNI 30 de julio de 2012
- ¿Cuál es la situación
actual en los territorios ocupados del Sahara Occidental?
- Marruecos ha convertido
aquello en una cárcel al aire libre. Nadie está seguro, ni siquiera en su casa.
La población sufre de una constante persecución, se le saca a la noche de su
casa, los llevan a la cárcel, también los hacen desaparecer. En muchas
ocasiones los cuerpos de estos detenidos suelen aparecer en la calle con claros
indicios de tortura. Hace poco, por darte un claro ejemplo, la tumba de Hamdi
Tarfany -activista por los derechos humanos en el Sahara Occidental ocupado por
Marruecos- apareció totalmente destrozada.
Desde el año 1975 esto es lo
que sucede. Una continua persecución hacia la población civil saharaui que no
se subordina a la ocupación marroquí. En cambio, Rabat dice que vivimos en una
democracia, que nuestra calidad de vida es como en otras zonas de Marruecos.
Pero eso no es verdad, ni mucho menos. Casi todo el mundo admite la escasa
presencia de los derechos humanos en esta zona. Incluso la ONU reconoce al
Frente Polisario -Frente popular para la liberación del Sahara Occidental- como
legítimo representante del pueblo saharaui.
- Marruecos y el Frente
Polisario se enfrentaron desde el año 1975 hasta el año 1991. Entonces se firmó
un acuerdo de alto el fuego auspiciado por la ONU. ¿Qué han conseguido en estos
21 años de alto el fuego?
- Dejamos las armas porque nos
prometieron un referéndum. La MINURSO -Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum
en el Sahara Occidental- hizo una lista de personas que podían votar en ese
referéndum. Pero Marruecos lo único que quiere es bloquear ese referéndum. En estos
21 años no hemos conseguido nada de nada. La mayoría de la población saharaui
se ha exiliado en el desierto argelino -alrededor de 200.000 personas- y
luchamos para mantenernos vivos. En cambio Rabat ha conseguido muchos
beneficios en estos últimos 20 años. Ha podido seguir explotando nuestros
recursos pesqueros y las minas de fosfato. A los trabajadores de la MINURSO les
paga la ONU para que puedan hacer su trabajo cómodamente. Pero no vigilan los
continuos ataques a los derechos humanos que comete Marruecos en contra de los
saharauis que aún siguen bajo ocupación de Rabat. Los vetos de Francia en las
Naciones Unidas hacen que su aliado Marruecos pueda actuar libremente, y la
MINURSO no puede hacer nada para vigilar que los derechos humanos se respeten.
- Usted fue uno de los
negociadores saharauis del campamento de protesta Gdeim Izik frente al gobierno
marroquí. ¿Qué recuerdos guarda de aquel octubre del 2010?
- El 9 de octubre de ese año
construimos un campamento a las afueras de El Aaiun en señal de protesta
pacífica y para no tener ningún altercado con los colonos que viven en el
centro de la ciudad. En la negociación estuvimos nueve representantes del
campamento Gdeim Izik. Queríamos recordarle al mundo que seguimos siendo una
colonia de Marruecos después de 35 años. La gente tenía que andar hasta donde
estaba el campamento, a unos cuantos kilómetros de la ciudad; sin embargo en
menos de un mes éramos ya 30.000 saharauis los que estábamos allí acampados.
Protestábamos por nuestros
derechos, por la política represiva de Rabat y en contra de la monarquía alauí.
No tenemos nada en contra de la población marroquí, ya que ellos también sufren
la tiranía del rey Mohammed VI. El 8 de noviembre el Ejército de Marruecos
desalojó de una manera salvaje el campamento. No se puede describir con
palabras lo que vimos los que estábamos allí presentes. Es increíble que en el
siglo XXI todavía sucedan cosas así. El día anterior al desalojo, a los que
organizamos aquel campamento nos acusaron de secuestrar a toda la gente que
protestaba pacíficamente. ¿Cómo podríamos secuestrar entre los nueve
organizadores a todas esas miles de personas?
- Marruecos dice que en
esos sucesos murieron 18 policías, pero que no murió ni un saharaui. El Frente
Polisario, sin embargo, dice que fueron 38 los saharauis ejecutados por las
fuerzas ocupantes y más de cien los heridos. ¿Qué opinión tiene de esto?
- Te podría dar muchos nombres
de manifestantes que murieron en los enfrentamientos con la Policía marroquí.
Por ejemplo, Nagam Gareh, de 14 años, que fue asesinado dentro del coche que
transportaba víveres al campamento. Brahim Daudi y Babi el Gargar, dos personas
que fueron asesinadas a tiros. No se puede cuantificar cuántos murieron, ni
cuántos fueron heridos. A muchos de nosotros nos denegaron la ayuda sanitaria
en los hospitales de la zona. No tengo ni idea de dónde se encuentran muchos
amigos míos después de aquellos sucesos. Mucha gente ha desaparecido desde el
desmantelamiento del campamento.
La falta de información es
endémica en nuestro conflicto. Así es que no es de extrañar que a los medios de
información extranjeros se les prohibiera acceder al campo. Incluso la
televisión qatarí Al-Jazeera fue expulsada de Marruecos, en cuanto comenzó a
informar de Gdeim Izik. Podemos decir con total certeza que la primavera árabe
comenzó en el Sahara Occidental, en el campamento de Gdeim Izik, y no en Túnez.
Si nosotros hubiéramos tenido una pequeña parte de la atención mediática que
tuvieron dos meses más tarde Túnez y Egipto, hoy en día estaríamos viviendo
otra situación política totalmente diferente.
- ¿Cómo cree que se puede
desbloquear este conflicto?
- La única vía posible para el
pueblo saharaui es hacerle ver a la ONU que Marruecos no quiere recorrer el
camino de la paz. El tiempo juega a favor de Marruecos, por eso es
indispensable que la comunidad internacional presione a Rabat para que se
siente a negociar verdaderamente. Pero el rechazo de las fuerzas ocupantes
puede suponer volver a la guerra. Para mí, la solución al conflicto está en la
independencia total y no en la autonomía que ofrece Marruecos. Si aceptáramos
esta autonomía seguiríamos bajo el yugo de Rabat, nos seguirían tratando peor
que a los animales. Muchos de nosotros vivimos exiliados en el desierto,
escapamos de nuestra tierra y la situación no es buena. No podremos aguantar
durante mucho tiempo esta situación.
- El comienzo de una
primavera que no floreció
- En noviembre del 2010, el
campamento de Gdeim Izik llevó a los titulares de los periódicos de todo el
mundo el conflicto saharaui. Aquella protesta por los derechos de los saharauis
de los territorios ocupados por Marruecos fue el verdadero detonante de la
primavera árabe, la cual nunca llegó a florecer en el Sahara Occidental.
Varios analistas, entre ellos
el prestigioso intelectual Noam Chomsky, señalan el establecimiento del
campamento Gdeim Izik como el verdadero inicio de la Primavera Árabe. Levantado
a unos pocos kilómetros de la capital del Sahara Occidental, este campamento
tenía como objetivo protestar en contra de la situación que padecen los
saharauis que residen en las zonas ocupadas por Marruecos. Sin nadie que vigile
el cumplimiento de los derechos humanos, sin nadie que les defienda ante la
brutal represión de la Policía y la Armada, los saharauis se levantaron y
gritaron para que el mundo entero pusiera su mirada en la difícil situación que
viven desde hace décadas.
Después de un mes de protesta
pacífica, en la que 30.000 saharauis se concentraron en miles de jaimas -casas
de lona utilizadas por los nómadas del desierto-, el campamento «de la
libertad» fue brutalmente desmantelado por el séquito policial del monarca
alauí Mohamed VI. Utilizando munición real, helicópteros y cientos de policías
armados, las protestas se trasladaron a las calles de El Aaiun. Con la
prohibición de entrada a cualquier medio de información, el mundo miraba
atónito la brutal y desmedida reacción de los policías marroquíes que los
teléfonos móviles de los saharauis grababan y colgaban en internet.
Entre los muertos que se
registraron durante la brutal represión de las protestas, una vez trasladadas a
las calles de El Aaiun, se encontraba Baby Hammadi Buyema, un joven saharaui
con nacionalidad española. Residente en Alicante, se encontraba de vacaciones
en la capital ocupada del Sahara Occidental cuando decidió sumarse a las
manifestaciones. El Ejecutivo marroquí consideró su muerte como un accidente,
pero varios vídeos muestran cómo los cuerpos policiales de Marruecos apalean y
pasan por encima de él varias veces con un coche. El Gobierno español del PSOE
pidió un informe a su aliado y declinó investigar al considerar lo sucedido «un
fatal accidente».
Desde aquella protesta
pacífica, la represión en las zonas colonizadas ha aumentado, según aseguran
miembros de Afapredesa (Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos
Saharauis). «El número de desaparecidos ha ido en aumento. Los organizadores de
aquella protesta han sido juzgados en tribunales militares», declara a GARA
Abdelsalam Ahmed, presidente de Afapredesa desde su oficina en Rabouni.
«Ha habido activistas que han
aparecido muertos en alguna cuneta o en la misma playa de El Aaiun, después de
haber estado desaparecidos durante todo este tiempo. Es un claro ejemplo de
cómo se desenvuelven las fuerzas ocupantes marroquíes, quieren dejar claro cómo
terminarán los que actúan en contra de los intereses de Marruecos en la zona»,
añade Abdelsalam.
Respecto a las personas
juzgadas en tribunales militares, informes internacionales advierten de que los
acusados de «terrorismo» por organizar el campamento de protesta, no están
teniendo todas las garantías legales para un juicio justo. Los acusados no
tienen contacto con la defensa; no se admite que los periodistas acudan a la
sala y los familiares y amigos que consiguen entrar al Tribunal son linchados
por los propios funcionarios. A.L.
La RASD no ve razón para
retirar los cooperantes
El Gobierno de República Árabe
Saharaui Democrática (RASD) lamentó la orden emitida por el Gobierno español
para repatriar a la práctica totalidad de los cooperantes de los campos de
refugiados de Tinduf (Argelia) y recordó que las autoridades saharauis han
conseguido garantizar la seguridad de los voluntarios frente a la «amenaza
terrorista» que Madrid ha esgrimido como argumento. «El gobierno de la República
Saharaui lamenta esta decisión, que sin duda tendrá efectos negativos sobre la
situación de los refugiados que esperan un referéndum de autodeterminación, la
solución al conflicto saharaui-marroquí», declaró el ministro de Exteriores de
la RASD, Mohamed Salem Ould Salek. El Frente Polisario, a través de su delegado
en el Estado español, Bucharaya Beyun, reclamó también al Ejecutivo que
concrete esa amenaza «inminente» y lamentó la salida de los cooperantes porque,
insistió, su seguridad estaba garantizada. Para Beyun, esta decisión
precipitada perjudica la imagen de los saharauis, al plantear dudas sobre su
capacidad para garantizar la seguridad y les presenta como un «santuario
terrorista». Igualmente, las asociaciones solidarias con el Sahara consideran precipitada
la repatriación. El presidente de la Coordinadora de esas asociaciones, José
Taboada, aseguró que responde a una operación de imagen del Gobierno español.
Pese a las críticas, el
Ejecutivo español reiteró que la decisión tiene «motivos fundados» ante el
riesgo procedente de Mali. GARA