viernes, 19 de octubre de 2012

Marruecos tortura a saharauis con “total impunidad”, según grupos de derechos humanos


El padre del joven saharaui Mohamed Dihani muestra una imagen de su hijo.
MADRID // Mohamed Dihani es un joven saharaui de 26 años cuyo único “delito” probado ha sido el haber participado en manifestaciones a favor del derecho a la autodeterminación de la antigua colonia española. También en alguna celebración para dar la bienvenida a otros saharauis que previamente habían sido detenidos por las autoridades marroquíes, uno de ellos un primo suyo.
Pese a ello, este joven sin antecedentes penales que se ha ganado la vida ejerciendo diferentes oficios –camarero en Livorno (Italia), vendimiador, comerciante de piezas de coche- está recluido desde hace más de dos años, ahora en la prisión de Sale II, en Marruecos, donde cumple una condena de diez años de cárcel por terrorismo yihadista.
Un cargo de extrema gravedad que el tribunal marroquí que lo juzgó dio por válido con una única prueba de cargo: “una confesión obtenida bajo tortura”, explica Mariángeles Paramio, letrada ante la Corte Penal Internacional y secretaria de la sección de Derechos Humanos del Colegio de Abogados de Zaragoza.
Este Colegio, junto con la Asociación Española para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos (AEDIDH), Western Sahara Human Rights Watch (WSHRW) y la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE) han presentado una campaña para denunciar este caso, que consideran paradigmático de la persistencia de la tortura a saharauis en Marruecos.
Piden también que en la apelación, el 12 de noviembre, Mohamed Dihani tenga “lo que hasta ahora no ha tenido: un juicio justo”.
Un misil contra el Vaticano
Al tribunal marroquí que lo juzgó en primera instancia le importó poco que Dihani se retractara de su confesión y denunciara haber sido salvajemente maltratado y violado para obligarlo a que reconociera una larga serie de confusas acusaciones, algunas bastante rocambolescas. Por ejemplo, la de haber planeado disparar un misil contra San Pedro del Vaticano, con intención de matar a un miembro indeterminado de la Curia romana.
Cabe esperar que semejante acusación hubiera dado lugar a algún tipo de seguimiento policial o registro, escucha o investigación sobre la forma en la que este atentado se iba a financiar, si se había establecido contacto con algún traficante de armas o explosivos, y demás actuaciones normales en un caso de terrorismo. Nada de eso figura en la acusación de la fiscalía marroquí.
De hecho, explica la letrada zaragozana, contra Dihani “no hay nada, sólo pruebas obtenidas bajo tortura, pruebas inválidas, por no decir falsas”.
Seis meses en un centro de tortura
La abogada recuerda que la “vulneración de los derechos fundamentales” del joven empezó cuando, según han denunciado él y su familia, agentes de la DST (Dirección de Vigilancia del Territorio en sus siglas en francés, el contraespionaje marroquí) lo secuestraron y sometieron a desaparición forzosa el 28 de abril de 2010, seis meses antes de la fecha oficial de su arresto.
Mientras sus padres se desesperaban buscándolo en vano y poniendo denuncias, Dihani asegura haber permanecido en el centro de detención que la DST tiene en Temara, a 15 kilómetros de Rabat.
Secreto hasta 2004, este centro ha sido objeto de reiteradas denuncias por parte de Amnistía Internacional y Human Rights Watch, que han documentando la práctica de la tortura en sus instalaciones.
Los malos tratos son especialmente graves cuando se trata de acusados de delitos de terrorismo, casos en los que la tortura es “mucho más cruel y sistemática”, deploró en un informe el Relator de la ONU contra la tortura y los tratos inhumanos y degradantes, Juan Méndez, que visitó en septiembre Marruecos y el Sáhara Occidental.
Para Mariángeles Paramio el contexto en el que se producen estas “violaciones de los derechos fundamentales de saharauis” como Mohamed Dihani se resume con una palabra: “impunidad”.