LA OPINIONDE MURCIA. 05.11.2013 | DIEGO JIMÉNEZ Aminatu Haidar, de hablar pausado y suave
timbre de voz, destila ternura. De apariencia frágil, sin embargo, al poco de
empezar a hablar su verbo elocuente confiere a esta mujer saharaui la fuerza de
la convicción que emerge de sus incesantes denuncias. Comenzó su alocución en
español, pero pronto pidió la traducción desde el francés. Y es que «la
dejación de España ha hecho desaparecer el idioma español de mi tierra. En la
trastienda de Francia está el borrar todo vestigio de cultura hispana en el
Sahara», afirmó.
Aminatu,
activista y pacifista saharaui, participó hace unos días en las Jornadas sobre
el conflicto del Sahara, organizadas por la Facultad de Trabajo Social de la
Universidad de Murcia y la Delegación Saharaui en nuestra Región. Comenzó
diciendo que la ocupación marroquí del Sahara supone un calvario para la
población, con bombardeos, desapariciones forzosas, detenciones arbitrarias,
torturas. Esta mujer, que pasó cuatro años aislada del exterior, los ojos
vendados y torturada con frecuencia, denunció la dureza de la situación de su
pueblo durante el reinado de Hassan II, aunque a partir de 1991 las acciones
van destinadas a romper el muro de silencio. Reconoció, sin embargo, que la
labor tampoco es fácil con el nuevo monarca, Mohamed VI. «Como activistas
„dijo„ hemos sufrido intimidaciones, detenciones arbitrarias, seguimiento de la
policía, discriminación hacia los hijos€ Pese a ello, la población saharaui
continúa con su voluntad de resistencia pacífica».
La denuncia
era una constante en su vehemente discurso. «La política represora en la zona
ocupada, con bombardeos con gas napalm, envenenamiento de pozos, detenciones
arbitrarias€ supone un intento de exterminio en toda regla. Esta represión y
las vejaciones continuas alcanzan la dimensión de crímenes de lesa humanidad»,
afirmó. Pese a ello, desde 2005 se han adoptado nuevos métodos de lucha, con
manifestaciones pacíficas en las que ondea la bandera nacional saharaui. «Es la
Intifada saharaui», enfatizó, al tiempo que denunciaba que Marruecos sigue
violando la Carta de la ONU y diversas resoluciones internacionales incluso
ante la misión de la ONU (Minurso). El pacifismo que destilan las palabras de
Aminatu queda patente cuando, pese a tanto horror, afirmó que «los activistas
tenemos una misión: educar e las nuevas generaciones en una sociedad pacífica,
pese al contexto bélico en el que nos desenvolvemos». Reconoce, sin embargo,
que no hay muchas posibilidades de educar en esos parámetros, pues «la
violencia llama a la violencia». Y es que, dijo, «la generación actual ha
perdido su confianza en las instituciones internacionales, porque Marruecos
sigue despreciando a la comunidad internacional».
Denunció
que no hay un clima propicio que facilite las conversaciones
Polisario-Marruecos, como lo demuestra el hecho de que, en días pasados,
durante la visita que giró Cristopher Ross a las zonas ocupadas se registraron
más de doscientos heridos entre las localidades de El Aaiún y Smara.
Aminatu
lleva años exigiendo una salida digna para su pueblo, como cuando pidió en su
día al expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que rectificara
y ejerciera su responsabilidad histórica, jurídica y moral para volcarse con el
pueblo saharaui, tal y como hizo Portugal con Timor Oriental.
Felipe
Briones, Fiscal en Alicante y secretario de la Asociación Internacional de
Juristas por el Sahara Occidental, que intervino en el mismo acto precediendo a
Aminatu en el uso de la palabra, dijo que Marruecos no ha respetado la
Resolución 1514 de la ONU, de 1960, que está en el origen de la declaración de
independencia de los países colonizados. Al día de hoy, en el mundo hay dieciséis
territorios no autónomos pendientes de independencia, entre ellos el Sahara
Occidental. Y respecto de la brutalidad de la ocupación militar marroquí,
recordó que la Resolución 2625 desautoriza expresamente el uso de la fuerza en
ese territorio. Briones recordó que cuando se inició el proceso de la ocupación
colonial en el siglo XIX el Sahara no tenía vínculos con Marruecos ni con
Mauritania (recordemos que, por los Acuerdos de Madrid de noviembre de 1975, el
Sahara fue entregado por España a esos países), y que, según las normas del
Derecho Internacional, en ningún sentido puede considerarse a Marruecos como
potencia administradora colonial. Ese estatus sigue correspondiendo a España.
Pero Marruecos, como potencia ocupante, sigue violando, además, las estipulaciones
contenidas en el IV Convenio de Ginebra, de 1949, que regula las condiciones de
ocupación militar.
Estas
consideraciones jurídicas, además de las denuncias de Aminatu, refuerzan mi
convicción de que, de una vez por todas, España debe abandonar su postura de
entreguismo a Marruecos y su subordinación a la política francesa en la zona
para hacerse eco de los clamores de auxilio de nuestros hermanos saharauis. Y
apoyar la incansable labor pacífica de Aminatu, una voz del Sahara.
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