Por Hmad Hammad* / Fuente: VSOA junio de 2014 (Foto: Espacios Europeos)
El Sahara Occidental, un protectorado
español desde 1884, se incluyó en 1963 en la lista de los territorios no
autónomos con arreglo al Capítulo XI de la Carta: A (5514) anexo III.
A partir de 1962 España en su calidad de
potencia administradora, transmitió información técnica y estadística sobre el
territorio, en virtud a lo dispuesto en el apartado E del artículo 37 de la
Carta de las Naciones Unidas. Estainformación fue estudiada por el comité
especial encargado de examinar la situación con respecto a los países y pueblos
coloniales.
El comité especial en una serie de
resoluciones de la Asamblea General sobre la cuestión del Sahara Occidental,
reafirmó la aplicabilidad al territorio de la declaración sobre la
independencia a los países y pueblos coloniales (Resolución 1514 XV de la
Asamblea General). Dicha resolución sigue sin llevarse a cabo fuera del papel
hasta hoy en día.
En realidad y por desgracia los hechos que
impiden la práctica de tal derecho son los siguientes:
En los últimos meses del año 1975 el por
entonces príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, justo cuando desempeñaba de
jefatura del Estado español de una forma interina -pero con todos los poderes
del dictador en la mano-, cometió un delito que se puede catalogar de alta
traición: la vergonzosa entrega a Marruecos y Mauritania en noviembre de 1975
del territorio bajo administración española.
La venta del territorio y la población saharaui
se efectuó en secreto en la nocturnidad de los despachos de Madrid y recibía el
nombre de Acuerdos Tripartitos, el nombre simplificado de la declaración de
principios entre España, Marruecos y Mauritania, firmado el 14 de noviembre de
1975 en Madrid entre los representantes de estos países. Lo cierto es que,
después de este acuerdo, la ONU no ha considerado ni a Marruecos ni en su
momento a Mauritania como potencias administradoras del territorio del Sahara
Occidental, que sigue figurando en la lista de la ONU de territorios pendientes
de descolonización. En aquellos dramáticos momentos, el jefe de Estado español
Juan Carlos de Borbón, visitó a las tropas coloniales españolas destacadas en
El Aaiún en un viaje sorpresivo, mientras estaba en tratos con los marroquíes y
mauritanos para la entrega del territorio. El rey Juan Carlos de Borbón no tuvo
ningún reparo en engañar y mentir a sus tropas, a las que traicionará en las
siguientes horas al igual que al pueblo saharaui y a la propia ONU.
De esa manera, el rey Juan Carlos de Borbón
colaboró en el genocidio contra el pueblo saharaui, en grado de colaboración
necesaria con el ejecutor directo del mismo, el dictador autoritario y criminal
de guerra Hassan II, al haber puesto bajo la bota de su ejército a la población
saharaui totalmente desarmada, a los que debería haber defendido con arreglo al
derecho internacional y a los derechos humanos más fundamentales. El pueblo
saharaui fue acorralado en sus viviendas por el ejército español poniendo
vallas en todos los barrios saharauis de El Aaiún para impedir de esa manera la
huida del pueblo y entregarlo en bandeja a los ocupantes, para luego huir y
dejarle a su muerte mientras acordaba el abandono del territorio (Operación
Golondrina). Los efectivos regresaron al Cuartel de El Goloso durante los meses
de diciembre de 1975 y enero del año siguiente para abandonar al final el
territorio y dejar atrás un conflicto que dura hasta el presente. El pueblo
fue, como lo sigue siendo hoy en día, masacrado en una desigual guerra y un
genocidio que se saldo con miles de víctimas.
El jefe de Estado español Juan Carlos De
Borbón junto con el criminal de guerra, el dictador Hassan II, disfrutaron de
la impunidad sin que nadie pidiera explicaciones y responsabilidades; el jefe de
Estado español Juan Carlos De Borbón por cómplice y colaborador necesario, y la
ONU que había decretado a través de su Tribunal Internacional de Justicia y de
su resolución 380 la ilegalidad de la acción unilateral de Marruecos y el
derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación.
Las últimas palabras destacadas del rey de
España delante de sus tropas en El Aaiún y delante del pueblo saharaui
diciéndoles: “España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos,
respetara el derecho de los saharauis a ser libres…”. Todas esas promesas
fueron una mentira y un engaño.
A los pocos días el dictador marroquí
Hassan II envió a sus tropas al territorio del Sahara Occidental con el fin de
invadirlo y anexionarlo a sus dominios. El 6 de noviembre de 1975, los
invasores marroquíes traspasaron la frontera internacionalmente reconocida del
Sahara occidental, en virtud de los acuerdos de Madrid de 1975; en aquel
entonces comenzó el sufrimiento de todo un pueblo y una nación, la identidad y
el patrimonio cultural junto con la propiedad fueron sometidos al plan de
exterminio sistemático llevado a cabo por el dictador Hassan II y sus tropas
reales que en su nombre matan y en su nombre fusilan y en su nombre se juzga y
se condecora a los asesinos.
Cuando comenzó la invasión, comenzó con
ella el plan de exterminio contra todos los elementos fundamentales de la
existencia del pueblo saharaui que fueron violados como lo siguen hoy en día,
sin que nadie pueda remediarlo. Detrás de este plan feroz y criminal se
escondía el sentimiento teológico marroquí contra el pueblo saharaui,
considerado infiel por el dictador Hassan II y su hijo el dictador Mohamed VI
que exigía el culto a su responsabilidad y el sometimiento de los saharauis
libres. Miles de saharauis fueron desalojados de sus viviendas, para ser luego
reemplazados por colonos y soldados marroquíes. El reemplazo y la eliminación
de los saharauis era la principal política de la ocupación y del plan de
exterminio marroquí, que buscaba distorsionar la realidad existente en el
Sahara ocupado y fabricar una población artificial. Miles de saharauis se
quedaron sin viviendas de la noche a la mañana y, peor aún, fueron llevados
colectivamente en masa a los campos de concentración improvisados en los
cuarteles ocupados por las FAR (Fuerzas Armadas Reales). El Aaiún, la capital
del Sahara occidental, vivió momentos terroríficos; familias enteras
desalojadas de sus casas; niños, mujeres y ancianos son llevados en furgones y
en camiones militares sin saber cuál será su destino y este no era otro que los
campos de concentración improvisados en los cuarteles de El Hchaicha, los
barracones en el barrio del Ejército, a los que antes llamaban “tendencia”
junto con el cuartel del puerto de El Aaiún. Desde estos cuarteles partían los
camiones de las fuerzas ocupantes repletos de cadáveres de ciudadanos saharauis
fusilados y otros que eran enterrados vivos para regresar luego repletos de
otros ciudadanos capturados en el desierto que corrían la misma suerte,
llegados desde los poblados saharauis de Amgala, Guelta, Yedeiria, Mehbes,
Hagunia etc.
El batallón 35 junto con el batallón 18, en
colaboración con los servicios secretos marroquíes y por orden del dictador
Hassan II, eran los encargados de causar tormentos y torturas al desarmado
pueblo saharaui considerado infiel por el sátrapa Hassan II y su hijo VI, que
exige a los saharauis sumisión y culto a su personalidad, cosa que el pueblo
saharaui negaba con convicción, ya que esas prácticas no forman parte de
nuestra cultura y de nuestro modo de vida espiritual; eso provocó que el
encarcelamiento de civiles por parte del majzén marroquí alauita se fuera
haciendo cada vez más frecuente; para eso se crearon más cárceles secretas,
como la famosa Magguna y más campos de concentración de trabajo y de
exterminio, con el fin de mantener presos y exterminar a saharauis calificados
como infieles e inferiores por el ideario alauita marroquí. La ciudad de El
Aaiún fue sometida a una especie de decreto de noche y niebla, se producía el
silencio en el Sahara Occidental. Niños, mujeres, ancianos y hombres son
llevados clandestinamente a los campos de concentración, sin dar otra
información del hecho de su detención, porque el fundamento del plan de
liquidación marroquí exigía que ninguna información pueda ser difundida acerca
del paradero y el destino de la población secuestrada.
El dictador Hassan II reafirmó que una
intimidación efectiva y duradera, solo se logra por penas de muerte o por
medidas que mantengan a los familiares y a la población en la incertidumbre
sobre la suerte del reo y, por la misma razón, la entrega del cuerpo para su
entierro en su lugar de origen no es aconsejable, porque podrá ser utilizada
para manifestaciones. Esa es la principal estrategia marroquí para la práctica
del terrorismo de Estado; también en el Sahara Occidental existían los vuelos
de la muerte, sabiendo que centenares de saharauis fueron lanzados desde los
helicópteros de los ocupantes hacia la niebla de ninguna parte. Todos estos
hechos ocurrieron sin que nadie pida explicaciones ni a los culpables ni a los
responsables. En esos campos de concentración y confinamiento se encerraba a
los saharauis por su pertenencia a un conflicto genérico en lugar de sus actos
individuales sin juicio previo ni garantías judiciales. Un sistema de represión
de toda regla, un número indeterminado de campos para encerrar a personas
civiles no combatientes de una zona en conflicto, es una violación directa a
los derechos humanos más fundamentales y en especial al artículo 15 de la Carta
de los Derechos humanos:
Protección contra la tortura y otros tratos
o penas inhumanas o degradantes.
“Los Estados partes tomaron todas las
medidas de carácter legislativo, administrativo, judicial o de otra índole que
sean efectivas para evitar que las personas con discapacidad, en igualdad de
condiciones con los demás sean sometidas a torturas u otros tratos o penas
cueles inhumanos o degradantes”.
Realmente los cuarteles militares del
Hchaicha junto con los barracones en el barrio del Ejército y el cuartel del puerto
de El Aaiún, eran grandes centros de detención y estaban preparados para alojar
tortura y asesinar a civiles saharauis desalojados de sus viviendas y de sus
jaimas, para ser sometidos sistemáticamente a la deshumanización mediante
diversos procedimientos: mutilaciones, violaciones, animalización, humillación,
hacinamiento, desnudez forzada, etc.
* ACTIVISTA SAHARAUI DE DERECHOS HUMANOS,
VICEPRESIDENTE DE CODAPSO (COMITÉ DE APOYO AL DERECHO DE AUTODETERMINACIÓN DEL
SAHARA OCCIDENTAL).
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