Fuente: Revista Sudestada / Por Franco
Spinetta; Noviembre de 2014
Salem Bachir es representante de la
República Árabe Saharaui Democrática, un pueblo sin territorio que pelea por
liberarse del yugo ocupador de Marruecos. Ex guerrillero del Frente Polisario,
Salem viajó a la Argentina con un objetivo: lograr cambiar el voto negativo del
gobierno de nuestro país que, a diferencia de Venezuela, Bolivia y Uruguay,
cede a las presiones lobbistas de los marroquíes y no reconoce al pueblo
saharaui. El telón de fondo es la lucha por la libertad de un pueblo africano,
y el escenario de esa disputa hoy es Buenos Aires.
1. Salem Bachir abre la puerta de su
edificio y señala el camino hacia el departamento, ubicado en un primer piso
por escalera. Nada parece indicar que allí, en el corazón del barrio de
Monserrat de Buenos Aires, funciona una embajada. El ambiente es modesto: dos
piezas, un baño, una cocina y un living, en el que Salem tiene desplegadas
varias alfombras con arabescos, un televisor, una mesa ratona y dos banderas de
su trunco país: la República Árabe Saharaui Democrática.
Salem ofrece galletitas, jugo artificial de
naranja y agua mineral. Habla perfecto español, aunque se le notan los
arrastres (jotas y haches) típicos de la dicción árabe. Es cordial, atento y
buen cultor del arte de la conversación. Un diplomático. Nada parece indicar
que este hombre delgado y bonachón integró la guerrilla del Frente Polisario en
la década de 1970. Y que entrega su vida, a miles de kilómetros de su tierra y
su familia, a una sola causa: lograr que el pueblo saharaui regrese a su
territorio, hoy invadido y controlado militarmente por Marruecos.
En el noroeste del continente africano,
entre Argelia, Mauritania y el océano Atlántico, hay un pequeño país de tan
sólo 266 mil kilómetros cuadrados, y poco más de medio millón de habitantes en
un puñado de ciudades desperdigadas en el desierto de Sahara.
En la Conferencia de Berlín de 1884 Europa
se repartió África, y España fue la menos beneficiada. Entre sus nuevas
colonias, se encontraba una porción olvidada del desierto, lindera a la costa
del Río de Oro. Luego de atravesar diversos estatus coloniales, el Sahara
Occidental se convirtió en 1957 en una provincia española. A pesar de ello, no
había mayor interés en el territorio, un desierto extenso e inhóspito, poblado
por beduinos, camellos y familias nómades. Sin riquezas a la vista, la
población convivía en calma con su pobreza.
2. Salem Mohamed Bachir nació en 1954 en la
capital de la colonia saharaui, El Aiún, en el seno de una familia beduina.
Eran nueve hermanos bajo un mismo techo. Su padre era un suboficial del
Ejército colonial español y su madre estaba dedicada a la crianza de sus hijos
e hijas. La vida de Salem transcurría entre la cría de cabras, el estudio y el
fútbol. A su alrededor, como en toda la región, había mucha pobreza. “La gente
revolvía los residuos que dejaba el ejército para ver si encontraba algo para
comer o usar en la casa. Un día sucedió algo terrible: una persona que estaba
revolviendo los escombros pisó una mina y explotó”, recuerda.
A fines de los años cincuenta, África
comenzaba una etapa de luchas por la liberación, mientras España activaba sus
mecanismos de defensa y reafirmaba su hegemonía otorgando más preponderancia al
territorio. “En realidad, todo cambió cuando descubrieron los yacimientos de
fosfato, supuestamente la reserva mundial más importante”, cuenta Salem. El
Sahara se convertía en un parnaso. Del atraso a las baratijas electrónicas, los
relojes y la importación barata, todo gracias al fresco dinero de la minería.
“España empezó a hacer escuelas, a enseñar el idioma, la religión”, relata.
Pero los “vientos de la liberación”, como
los define Salem, ya estaban soplando. Los saharauis comenzaron a organizarse.
Como en casi todas las revoluciones independentistas, la fuerza de origen era
económica: la expoliación de las riquezas y el control del comercio. Cambiar
fosfato por baratijas no sonaba de lo más productivo.
La informal diplomacia saharaui consiguió
sumar su reclamo a la ola de las luchas populares de los años sesenta. En 1965,
Naciones Unidas aprobó una resolución en la que ordenaba a España convocar a un
referendo de autodeterminación del pueblo saharaui. Pero la iniciativa de la
ONU acarreó el interés de Marruecos y de Mauritania, que comenzaron a
disputarse el territorio. Asediados por sus vecinos, la primera reacción fue
apoyarse sobre el más fuerte, es decir, España. “Intelectuales y referentes
pidieron que España se quedara con el control”, explica Salem. A la par, crecía
el descontento de los jóvenes más radicalizados: era el caldo de cultivo para
el germen del Movimiento de Liberación Saharaui (MLS).
(La nota completa en Sudestada N° 134 –
noviembre de 2014)
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