El escritor y novelista Rafael Reig |
Por el escritor y novelista Rafael Reig. *Fuente.El Diario.es 09/02/2015
Por lo visto, a Marruecos no hay que
hacerle enfadar, así lo admite nuestro periódico. Estamos a merced de este
impresentable reyezuelo de una de las dictaduras más siniestras del mundo y
hemos decidido seguir así. De hecho en este artículo apenas se menciona el tema
del Sáhara, que sin duda es un asunto que agrada poco al sátrapa Mohamed VI,
ante el cual se arrodillan nuestras autoridades. Incluso los presidentes y
jefes de Estado españoles realizan el primer viaje a rendir pleitesía a
semejante estafermo con chilaba, en lugar de visitar a los saharauis en los
campos de refugiados.
¿Por qué? Sin duda porque el volumen de
negocio que obtienen de Marruecos es suficiente para perder la dignidad. Quizá
el primer acto público de Juan Carlos I, entonces el heredero de Franco, fue
visitar el Sáhara. ¿Qué hizo allí? Pues no sabemos bien, quizá algún negocio,
porque el caso es que desde entonces el Sáhara es tema tabú (también para el
PSOE, por cierto, que dejó de recibir al Polisario). Luego el tal Juan Carlos
fue rey (quizá algo grave habríamos hecho para merecer semejante castigo) y se
consideró primo o algo así del dictador de Marruecos. Parece normal en el
heredero político del general africanista de voz aflautada que asoló el país
durante casi cuarenta años. Del Sáhara el rey Juan Carlos no volvió a
acordarse. Estaba en otra cosa: cazar osos y elefantes, diseminar esperma por
Europa, regatear en su yate, cosas así. Pero el caso es que España fue la
potencia colonizadora del Sáhara y decidió venderla a otros estados, sobre todo
a Marruecos. A cambio ¿de qué?
Lo que obtuvieron con esto no lo sabemos,
lo que sí conocemos es el precio que han pagado los saharauis. El caso de Zahra
es un ejemplo más. Nació en los campamentos de refugiados, hija y madre de
españoles, pero no puede obtener la nacionalidad española, después de dieciocho
años viviendo aquí, la mayor parte de ellos trabajando como enfermera, pagando
impuestos, con dos hijas españolas y tras solicitar repetidas veces la
nacionalidad, siempre con la misma respuesta: o vuelva usted mañana o que
nones. ¿Por qué? Pues porque (¡ojo al dato!, como dirían los “monstruos de la
radio”) no es nacional de “ningún país reconocido por España”. Ese derecho, del
que goza un ciudadano de cualquier país, se le niega a los saharauis… para no
enfadar al tirano que se llama Mohamed VI (y para no perjudicar los muy
saludables negocios que tienen algunos en Marruecos).
Aquel Gobierno del dictador Franco se
comprometió, como potencia colonizadora, a que en los territorios del Sáhara
habría un referéndum. ¿Lo ha cumplido? Estamos hablando ya de generaciones que
han nacido y vivido en unos campamentos de refugiados. Pero ahora les negamos
la nacionalidad. Es fácil solidarizarse con Charlie Hebdo, los palestinos o las
víctimas de un tornado… la cosa es un poco más complicada cuando nosotros
tenemos parte de la culpa y obtenemos beneficio de ello.
Es un escándalo, querida Rosa Montero, como
bien decías hace casi un año comentando el caso de Zahra, que es el deotros
muchos: hagamos de esto un escándalo.
Por los saharauis, desde luego. Pero
también por nosotros: nos debería dar vergüenza que el caso de Zahra, que es el
de todos los nacidos en los campamentos de refugiados, no nos pusiera en pie.
Nos debería dar vergüenza que ese que se hace llamar Felipe VI hiciera su
primer viaje como rey a Marruecos, a arrodillarse ante el dictador local, un
tal Mohamed también con el número 6. Hay una antigua colonia española cuyos
habitantes viven en campos de refugiados y ese tipo, el rey de España, se va a
darle besitos al reyezuelo de Marruecos, igual que hacía Franco. Tal para cual.
A esos refugiados, hijos de españoles y con hijos españoles en muchos casosy
madres, que llevan años trabajando en España, les negamos la nacionalidad,
porque no reconocemos su Estado. ¿No dan ganas de llorar o de coger un arma?
Mi pregunta, querida Rosa, es sencilla:
¿por qué no hemos hecho de esto un escándalo? ¿Tanto nos importan los negocios
de los ricos en Marruecos? ¿Tan poca vergüenza tenemos? ¿Tan fácil y tan barata
nos resulta la solidaridad con lo que no nos señala como culpables? ¿No sería
un escándalo, querida Rosa, que esto no nos escandalizara?
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