Kohler, ayer en Berlín, en actos de campaña de las elecciones europeas |
Por Mohamed Zrug, delegado saharaui en Andalucía
¿Cuándo fue que entraron a formar parte de
nuestras vidas, hasta llegar a condicionarlas?. Los llamados Enviados
Personales, digo.
De entre nosotros ya casi nadie se acuerda.
Alguien apunta, queriendo quizás refrescar la memoria a dos nuevas generaciones
de jóvenes saharauis, que aquello, aconteció allá, hacia finales del siglo
pasado. En 1997. Que habían surgido, de la bruma de un fraguado intento, de
imponernos un referéndum que con la velocidad de la luz, querían desembocase,
en un resultado amañado. Lo frenamos.
A cambio, los habíamos acogido sin más en
nuestras vidas. Bueno, sin más y porque, siendo un pueblo patológicamente
optimista, acabábamos de salir del fulgor de una guerra que durante 16 años,
había surcado como una navaja, el cuerpo de nuestra nación. Tocaba lucir y
tener talante y paciencia, infinita. Resistir.
Cuando nos vinimos a dar cuenta, el robo de
nuestras riquezas, los muros y minas; las cárceles y la tortura, formaban parte
de una mágica bola de vidrio, que nuestros nuevos huéspedes, habían sacado de
la manga, impoluta y bautizada. La llamaban, "statu quo".
Ante su imposibilidad de vencernos, era y
es, una suerte de Santo Grial. Inviolable.
Únicamente podíamos contemplarla, luego
sufrirla, en silencio...y hacer todo de nuestra parte, nos ruegan, de no
alterarla. Romperla, ni hablar, nos recuerdan hasta hoy. Y que arriba esos
hombros, que no es para tanto.
Mientras, el dimitido y sus predecesores,
previas calculadas palmadas a nuestras espaldas, nos han venido insistiendo,
que a ver, vayamos por partes: Quede claro aquí y ahora, que nuestra única
misión, es desplegar nuestros buenos oficios para intentar, con el verdugo, a
ver si le viene en gana, aceptar una solución, política eso sí. “¿Mutuamente
aceptable?”, pero desde luego.
Que si además, resulta que fuera “justa”,
“duradera” y “conforme con las resoluciones más relevantes”, paga la casa.
De aquello, 22 años hace. En el transcurso,
hubo una vez, un Baker (un baker II incluso. Curioso), un Valsum, un Ross y un
Kohler. Desaparecidos todos de nuestras vidas, afortunadamente. En extrañas
circunstancias, lamentablemente.
Llegados aquí, cabría llamar a la
contención. No pasa nada, ni cunda el pánico; ni nadie se pregunte y ahora qué.
Estamos curados contra el espanto. Acogiéndonos al derecho del consumidor, una
vez descubierto el percal, ya hemos ingresado por ventanilla nuestra exigencia:
Sintiendo profundamente los defectos de fábrica que obligan a retirar del
mercado el producto, se nos tiene que restituir inmediatamente por uno nuevo.
Francamente, temo que no haya hombros para
tanta losa. ¿Fin de la trama?
Quizá, igual mira por donde, resulta una
excelente oportunidad, para que en vez de pedirles un nuevo oráculo, que nos
ayude a tocar insondables límites para la clarividencia, reconozcamos el final
de la saga de los Enviados Personales; En este juego de tronos, todos los
spoilers han sido anunciados con anterioridad. Incluidos aquellos que osan a
predecir día sí, otro también, nuestro final.
Trátese, de que únicamente de eso, nosotros
podamos seguir siendo los dueños.
Renovar la confianza en nosotros mismos es
el camino. El futuro. Eso merecería ser desarrollado a conciencia en otra
oportunidad.
Por lo pronto, Kohler solo ha renunciado
por "enfermo". O al menos, eso es lo que París y Guterres han querido
que creemos.
Lo cierto es que buena parte de nuestro
pueblo ya se encontraba enferma de él, de sus predecesores y sucesivos. Y a ellos
renuncia.
Renuncia a sus diatribas...a sus
angustiosas idas y venidas. A sus seductores "enfoques"; tanto los
"novedosos" como los "dinámicos, e innovadores". Visto el
percal, también les renunciamos.
A los que no tardarán a relucir. De hecho,
a toda su epistemología y eufemismo coloniales, renunciamos.
A sus "rondas", por
informales...a sus "mesas", ¿por redondas? Tanto da, también
renunciamos.
Pero por sobre todo, por cargar sus pesadas
losas sobre nuestros hombros. ¡Dos lustros¡. Por defenderlos en solitario; con
sus pusilánimes avances y pírricos triunfos.
Les renunciamos, porque seguimos confiados
en nuestra determinación y porque no podemos, de ninguna de las maneras
capitular.
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