lunes, 1 de marzo de 2010

La República Saharaui, una realidad

Me parece increíble que a estas alturas, más de treinta años después, todavía hay gente, interesada o no, que obvia la existencia de la República Árabe Saharaui Democrática.

La incredulidad en la gente te hace sentir impotencia de tener que explicar cosas obvias que cualquier persona, medianamente preparada, debería saber.

Es verdad que las personas jóvenes que no se interesan por el tema no están obligados a saberlo, mucho menos cuando los libros de texto no reflejan la realidad de lo ocurrido en el Sahara Occidental en estos últimos cuarenta años. La atención me la merecen personas que por edad y cultura, tendrían que conocer, no solo lo ocurrido en el Sahara, sino también la relación del conflicto con la región.

El reparto colonial de África por parte de las potencias europeas, en el congreso de Berlín (1884 – 1885) obligó a España a pedir un territorio continental, que sirviera de protección a las islas Canarias. Es el final del siglo XIX y España como potencia imperialista, había dejado de existir. Los países del continente americano que habían estado subyugados por ella, se habían emancipados en una larga lucha de independencia. Las pocas colonias que todavía creían poseer, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, las perderían en la próxima década. Con este bagaje, se presentó España en el Congreso de Berlín. Aun así, accedieron a su petición y podemos considerar esta fecha como el comienzo del colonialismo español en el Sahara.

Como cualquier país colonialista, España comenzó su penetración en el territorio de forma sigilosa, procurando hacerse con el favor de algunas tribus saharauis; sobre todo las que vivían en la zona costera. Es así como crean una factoría en la actual Dajla, al sur del territorio, que emplean para comerciar con los habitantes, pero también para estudiarlos y poder formar un destacamento militar que les serviría para ir reconociendo el terreno y los habitantes que en él viven. Realmente España no se hace con el control del territorio hasta el año 1936, un poco antes del comienzo de la guerra civil. Era un control efímero ya que hasta ese momento era una ocupación estratégica por la cercanía con las islas Canarias. Eso cambia con el descubrimiento de las minas de fosfato de Bucraa. La pureza del mineral y la posibilidad de explotación de una forma rápida y económica, despierta los apetitos de la administración española.

Al principio de los años sesenta del siglo pasado comienza a hablarse del Sahara en los consejos de ministros desde una perspectiva económica. El gobierno destina partidas para el “desarrollo” del territorio, entiéndase explotación brutal de los recursos naturales saharauis.

Lo que no tenían programado es que los países africanos se liberan del yugo colonial, y en la ONU se habla del derecho de autodeterminación de los pueblos. Desde esa instancia se recomienda a España que debe abandonar su colonia. Comienzan a aparecer las primeras resoluciones que abogan por una independencia del territorio.

La década de los sesenta es convulsa. El gobierno español se centra sólo en poder explotar los recursos del territorio. El abandono de la población autóctona es vergonzoso. Desde Madrid se presta poca atención al desarrollo económico y social de los saharauis; es más, se intenta impedir que se produzca. Las contradicciones entre la metrópoli y la colonia se acentúan. El punto álgido se produce el 17 de junio de 1970, la población sale a la calle y pide más libertad. La respuesta de España es contundente; se dispara contra los manifestantes con los consabidos muertos y desaparecidos, la represión se convierte en algo cotidiano. El pueblo saharaui comprende que se ha acabado la vía del dialogo para lograr la independencia. Tres años después aparece el Frente para la Liberación de Saguia el Hamra y Rio de Oro (POLISARIO).

Después de dos años de enfrentamientos, España accede a dar la independencia al pueblo saharaui por medio de un referéndum de autodeterminación. Los saharauis creen en las palabras de Madrid y se preparan para vivir en libertad.

En octubre de 1975 hay un giro en la política española, las promesas se convierten en dudas. Los barrios donde viven los saharauis son rodeados por alambradas, los militares que durante años han servido a España son licenciados, se anuncia un toque de queda solo para los saharauis y lo más asombroso es que el día treinta y uno de este mismo mes, las fuerzas españolas comienzan a entregar al ejercito marroqui los puestos avanzados del desierto. Incredulidad y asombro en el Frente POLISARIO y en los ciudadanos saharauis.

Marruecos, aprovechando la ocasión de la enfermedad de Franco y la debilidad del régimen, comienza a hacer presión sobre España con la Marcha Verde, verdadera invasión de desarrapados y desclasados protegidos desde dentro por el ejército marroquí y con el apoyo económico de las potencias occidentales. El 14 de noviembre España claudica y firma los Acuerdos Tripartitos de Madrid con Marruecos y Mauritania donde traiciona y abandona a su suerte a todo el pueblo saharaui.

La traición de España obliga al Frente POLSARIO a improvisar en los primeros momentos de la invasión, aunque teniendo como meta primordial la protección de la población civil, que abandonaba las ciudades bajo los bombardeos de la aviación marroquí. Momentos verdaderamente dramáticos para los saharauis.

El último soldado español abandonó el Sahara el 26 de febrero de 1976. Las cero horas del siguiente día, es el momento elegido por el pueblo saharaui para proclamar la RASD como máxima aspiración de libertad e independencia.

Desde aquellos lejanos días, son muchas las victorias conseguidas. El pueblo saharaui ha logrado un reconocimiento internacional, después de mantener una guerra de quince años contra el invasor marroquí, donde se le ha demostrado a la comunidad internacional el ansia de libertad y justicia de todos los saharauis. Las Naciones Unidas han reconocido el derecho de ese pueblo a la autodeterminación e independencia. Son cientos las resoluciones que reafirman ese derecho. Las naciones y pueblos del mundo reconocen la existencia de los saharauis, razón por la que se establecen relaciones de toda índole. Son más de ochenta los países que reconocen a la República Saharaui y muchos de ellos mantienen relaciones diplomáticas a nivel de embajadores. Por supuesto, las relaciones más estrechas se mantienen con los países africanos, asiáticos y latinoamericanos por afinidades ideológicas, geográficas, culturales o simplemente de justicia. En los países occidentales nos encontramos con delegaciones del POLISARIO, donde lo reconocen como legítimo y único representante del pueblo saharaui. Son miles las asociaciones de apoyo al pueblo saharaui en todos los rincones del mundo y cada día se incrementa su número.

Los jóvenes saharauis, tanto en los campamentos de refugiados de Tinduf como en los territorios ocupados por Marruecos, se esfuerzan por participar en la lucha de liberación de su pueblo, sin abandonar los estudios que harán de ellos los futuros dirigentes. Es digno su sentido de sacrificio y abnegación en la denuncia de la violación de los derechos más elementales de su pueblo por parte del ocupante. Muchos de ellos se encuentran en las mazmorras marroquies y la mayoría han sido torturados.

El gobierno marroquí, que niega la existencia de los saharauis, que viola sistemáticamente sus derechos y no respeta las resoluciones de la ONU, se ve obligado a sentarse con el POLISARIO, como representante del pueblo saharaui, para buscar una solución al conflicto, que existe, porque ellos no están interesados en su solución.

Con todas estas premisas, todavía hay alguien que ponga en duda la existencia del pueblo saharaui y la República Árabe Saharaui Democrática?



Bachir Ahmed, febrero 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario