domingo, 8 de mayo de 2011

Ponencia del activista defensor de los DDHH Hassanna Aalia, en la II Conferencia Internacional de Juristas sobre el Sahara.




Señoras y señores,

Hablar de derechos humanos, con sus diferentes códigos y su arsenal jurídico de cánones y convenciones internacionales y regionales, puede llevarnos a un ámbito de exposición que tal vez ni el tiempo ni la ocasión lo permiten. Por tanto me limitaré en mi modesta intervención a señalar algunas características para hacer una aproximación con la que espero trasladar una mínima parte de la pésima imagen la ocupación marroquí a mi país, el Sahara Occidental, y una mínima parte de las verdades relacionadas con la dispersión que sufrió y sufre mi pueblo por parte de un estado que a priori era un firme candidato para ser un vecino leal y fraternal, con el que nos une las conductas de la buena vecindad, la religión y la pertenencia al mismo espacio árabe y musulmán.

Y la pregunta que considero necesario evocar con sencillez en este sentido es: ¿es realmente posible hablar de derechos humanos bajo una ocupación extranjera, salvaje y prepotente? ¿No se considera al colonialismo en sí mismo una negación vana y total de todos los derechos y una violación de los principios de estado y los principios celestiales?

Pero la visión se aclara un poco para desenmascarar el crimen cometido contra el pueblo saharaui, por lo que es necesario recordar las características de la ocupación marroquí de mi país, y su relación con el concepto de derechos humanos.

En octubre de 1975, mientras el pueblo saharaui aún trataba de cicatrizar la herida de la guerra de liberación contra el colonialismo español, una guerra liderada por el Polisario, en este periodo de dificultades el estado marroquí decidió arrasar con sus ejércitos, tanques y aviones la tierra del pueblo saharaui, dentro de la política de invasión basada en la tierra quemada que el rey de Marruecos, Hassan II, evocó en sus discursos el 20 de agosto 1974 y el 16 de octubre de 1975.

En febrero y marzo de 1976 fueron bombardeados los ciudadanos en Tifariti y Um Draiga con NAPALM y fósforo blanco, prohibidos internacionalmente. Y en los ochenta las fuerzas de invasión marroquíes bombardearon a los combatientes saharauis con bombas de racimo y de fragmentación, que por cierto son las mismas con las que Israel bombardeó recientemente a la resistencia libanesa, y a pesar de eso nadie protestó contra este crimen de exterminio colectivo contra el pacífico pueblo saharaui. Lo que es peor todavía es que la potencias internacional que hoy intenta patentar la defensa de los derechos humanos y dar lecciones y sermones, es la misma potencia que bendijo ese crimen y auxilió al invasor marroquí con todo tipo de apoyos: apoyo logístico, con armas y especialistas, e incluso dio sus ciudadanos en el año 1976 y apoyó a Marruecos con cobertura aérea y ofensivas directas contra los combatientes saharauis.

¿Por qué? ¿Por qué, entonces, esta complicidad? Es una pregunta que nos conduce a desenmascarar la hipocresía de las potencias internacionales y sus varas de doble medir, o, mejor dicho, su visión de los derechos humanos desde una perspectiva estratégica, desde el punto de vista de sus codiciosos y estrechos intereses materiales.

Y a pesar de que este crimen podría catalogarse contra la humanidad, ¿fueron juzgados sus responsables o perseguidos como en el caso de los Balcanes, Ruanda, Burundi o Irak entre otras zonas cuyos dirigentes fueron castigados por los tribunales internaciones?

El crimen de desplazamientos masivos:

Más de 200.000 ciudadanos saharaui se vieron forzados a huir, bajo amenaza de asesinato, de su país y buscar un refugio dejándolo todo atrás, sus bienes, casas y sus vidas. Si exceptuamos a Argelia y algunos países amigos, la voz de esos desplazados no encontró oídos ni el crimen encontró condena internacional.

Decenas de miles de familias separadas entre el padre, que quedó bajo la ocupación, y la esposa e hijos que se vieron obligados a buscar refugio, o viceversa. Hay familias en las que algunos de sus miembros murieron sin que sus ojos vieran a sus hijos y seres queridos.

El muro de separación militar:

El aislamiento forzado entre los hijos del mismo pueblo, como si el régimen colonial marroquí no tuviera suficiente con los atropellos anteriores, recurrió al principio de los ochenta al establecimiento de cinturones de aislamiento para separar a las familias saharauis. Seis cinturones militares se tejieron como una telaraña sobre las ciudades saharaui ocupadas, para culminar en un enorme muro de separación cuya extensión es de 2700km, con alambres de espino y minas que superan los 5 millones (aunque el pentágono estima que son superiores a 10 millones), equipos de monitoreo electrónicos y cerca de 200.000 mil soldado marroquíes, y aun con eso no se movilizaron ni las organizaciones internaciones, ni los tribunales internaciones para condenar este crimen de separación y bloqueo, como ocurre en Oriento Medio, ni los medios de comunicación internacionales exponen la imagen de ese muro ni el sufrimiento de los saharauis. Incluso Aljazeera, que vela, entre comillas, por la objetividad, no se atreve trasladar la imagen de esas violaciones. ¿O es que el Sahara Occidental no es una zona de luces, en la que hay una colisión de intereses internacionales, y están en juego gigantescas inversiones?

La detención forzada, el secuestro el asesinato:

Más de 20 mil saharauis en los territorios ocupadas han conocido la difícil realidad de la detención, y unos 521 secuestrados siguen en paradero desconocido, cuya condición es reconocida por organizaciones humanitarias internacionales, y otro número que lo duplica desapareció sin que haya documentación disponible para probarlo, en virtud de la situación de los beduinos, la lejanía y la resistencia de muchos a llevar documentación del colonialismo español, ni tan siquiera sus nombres figuran ni los de sus hijos en los registros civiles de las ciudades ocupadas. Más de 151 combatientes saharauis siguen en manos de Marruecos, a pesar de que el Frente Polisario liberó más de dos mil prisioneros de guerra marroquí sin obtener nada a cambio.

Más de 150 simulacros de juicios en los que no se dan las condiciones mínimas de un juicio justo. Cientos de ciudadanos saharauis pasaron más de 16 años en las cárceles secretas en Agdez, Maguna, Bisi-Simi, Azmamet, entre otras mazmorras marroquíes, sin juicio ni derechos, y decenas de mártires saharauis perecieron bajo las torturan en las cárceles del régimen de Rabat.

Desplazamientos forzados y asentamientos coloniales:

Desde 1976 más de 40 mil saharauis fueron forzados a emigrar de su tierra, bajo amenaza, y obligados a desplazarse hacia el interior del territorio marroquí, en virtud de la política de sustitución de estructura de los habitantes autóctonos y destruir las raíces de la resistencia, sustituyendo los habitantes de las zonas ocupadas del Sahara Occidental por colonos marroquíes, hasta llegar, por ejemplo en El Aaiún, que es la ciudad saharaui más grande, a 4 colonos por un solo saharaui.

La política del gueto:

Consiste en el bloqueo de los saharauis en determinados barrios, de la misma forma que los barrios árabes en la experiencia colonial francesa en Argelia y la experiencia del “gueto” en la Sudáfrica del nefasto régimen del apartheid.

Dentro de la política de aferrarse al territorio colonizad con puño de hierro, saben ustedes que solamente El Aaiún  está dividida en 20 distritos, donde cada callejón está bajo una administración que obedece al notable, jeque, emir o “califas”, el líder, y así sucesivamente. El régimen del Makhzen, completamente medieval, quiere acorralar la resistencia y asfixiar a los ciudadanos, a eso se le añade miles de miembros de la policía, la gendarmería, intervención rápida, DGED, servicios de inteligencia, otra gendarmería, cuerpos parapoliciales, y el ejército que asedia las ciudades saharaui con miles de efectivos.

Hay una discriminación racial en todos los ámbitos de la vida cotidiana: económico, social y hasta la prohibición de la enseñanza y los estudios, donde la escuela se ha convertido en un cuartel policial, muy célebre en Marruecos y conocidos por ser grupos de delincuentes indomables que solo conocen como método de tratamiento el asesinato y la tortura. E incluso en las aulas siempre hay algún guardia/policía al lado del profesor, sabiendo que la administración de la escuela, o la guardia general, es un puesto que generalmente lo ocupa alguien de los servicios de inteligencia (DST).

El porcentaje de desempleo en las zonas ocupadas ni es posible determinarlo, ya que el ciudadano saharaui es un parado forzado en su propia tierra, mientras que el régimen marroquí trae a colonos desde Marruecos para darles empleo en el territorio, e incluso en los trabajos autónomos se extorsiona al saharaui, los sitian con un arsenal de prohibiciones y obstáculos, etc.

El saqueo de las riquezas naturales del Saharaui Occidental, y eso que, por cierto, el Sahara Occidental no es, bajo ningún concepto, ese territorio inútil como sostiene el régimen de Rabat, sino es un territorio dispone de un variado banco de pesca, uno fosfato de buena calidad, y una de las reservas más grandes tal vez mundialmente que se acerca al 28,35% y cuya calidad alcanza el 80%, y es muy probable que haya petróleo, gas en cantidades comerciales distribuidas en tres grandes cuencas petroleras, además de decenas de minerales muy escasos, como oro, piedras preciosas y las aguas subterráneas, etc.

Llegamos a las agresiones a la identidad saharaui, a la cultura popular saharaui empezando por la imposición del apellido familiar, llegan a la lengua, la indumentaria, el deterioro social y la propagación de fenómenos nuevos en la sociedad con la construcción de prostíbulos, la propagación del alcohol y las drogas…

La intifada y la resistencia:

Y con todo el volumen de de violaciones sistemática de los derechos fundamentales, y a pesar del silencio impuesto, y el cerco militar que sufren los territorios ocupados, aun así la resistencia popular emanó en la intifada que acechó al ocupante. El pueblo saharaui posee una historia repleta de resistencia, desde los levantamientos armados contra el colonialismo español y francés desde 1884 hasta 1936, pasando por los levantamientos pacíficos con la intifada del 17 de junio de 1970, liderada por el desaparecido Mohamed Sidi Brahim Basiri, que sigue desaparecido desde entonces hasta hoy, y llegando a las intifadas de 1991, 1995, 1999 y hasta la irrupción de la intifada de la independencia en mayo de 2005, de cuyo sexto aniversario nos separan solamente días, que supuso el levantamiento de los saharauis en cualquier lugar, en el Sahara Occidental, en las ciudades marroquíes, e incluso en el resto del mundo, y también en Internet en la que también hay otra intifada de la información bajo el cerco mediático marroquí, y bajo las violaciones sistemáticas y el asedio policial marroquí.

Esta intifada echó por tierra las tesis marroquíes propagando que la independencia era una reivindicación de los refugiados, mientras que los saharauis que viven en las zonas ocupadas eran, entre comillas, “marroquíes”. También demostró el fracaso de la política de la represión y la extorsión por un lado, y por otro lado la política de la domesticación y el conformismo, pues el origen de la cultura patrimonial de la lucha y su profunda arraigo nacionalista supuso la ruptura de todas políticas marroquíes. A pesar de la compleja composición de la ocupación marroquí y su sincretismo entre el colonialismo clásico (Francia y España), el neocolonialismo de asentamientos (como la experiencia israelí), y la discriminación racial (como el modelo del régimen del apartheid), fracasó el régimen colonial marroquí en su intento de domar la resistencia saharaui. Naturalmente, hoy, como ayer, sigue intentado conservar su permanencia prestando sus servicios a las potencias internacionales que siguen soñando con recuperar sus glorias coloniales en la región, puesto que se trata de un espacio estimulante para su despliegue geoestratégico y económico, y de aquí deviene la complicidad con el ocupante marroquí dentro de su agenda dedicada a la operación de reestablecer su control sobre la región del Magreb, del gran Sahara, y, en consecuencia, del sur del mediterráneo, sobre todo por lo que esta región almacena de riquezas naturales y por su posición geoestratégica. En definitiva, se trata de limitar el sueño y la ambición de los pueblos y países de la región de independencia, desarrollo y unión.

En este sentido, Marruecos intenta, respaldado por Francia y España en primer lugar, condicionar el conflicto en el Sahara Occidental al conflicto de influencias y el retorno a la expansión en la región  bajo diferentes escudos. Pero el silencia internacional, y la incapacidad de la ONU de cumplir con sus compromisos, y todo lo que la ley internacional dicta y las convenciones internacionales, además de los derechos humanos, considerando que el conflicto en el Sahara Occidental es un asunto de descolonización inconclusa. Estamos, pues, ante una expresión sincera de la voluntad de esas potencias de vaciar la ONU y el derecho internacional de su contenido y sustituirlo por la ley de la selva, con la invasión de países, el derramamiento de sangre y la ausencia de libertad de los pueblos.

¿Estamos asistiendo a un dramático y paulatino cambio en las relaciones humanas y en la ley internacional de privilegiar las marchas militares de la ocupación, la codicia, el capital y la estrechez de los intereses de los nuevos amos de la globalización? Pregunta con la que deseo concluir mi intervención, y la plantea a una juventud que reclama, como nunca lo había hecho antes, las armas del conocimiento para conocer y avanzar, una juventud cuya voluntad es la de defender los derechos de sus países, los intereses de sus pueblos que anhelas la libertad, progresar y romper todas las cadenas de la esclavitud y el control neoimperialistas.

Mi experiencia fue amarga, como lo fue la de mis conciudadanos saharauis, ya que desde que empecé mi militancia en 2005, y especialmente con el inicio de la intifada fue cuando sufrí el secuestro y la detención varias veces, y el objetivo era horrorizarme y privarme de resistir pacíficamente a las maniobras de Marruecos y su intento de imponer los hechos consumados de la ocupación. Eso tuvo justo el efecto contrario de lo que deseaban con su acción.

Muchas gracias.

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