miércoles, 17 de octubre de 2018

El clamor de los presos saharauis


*Fuente: Contramutis, 17 de octubre de 2018
Por Cristina Martínez Benítez de Lugo
Los meten en la cárcel porque sí, con juicios sin causa, auténticas bufonadas; y ahí se pudren. Nadie está libre de esa maldición. Pero los saharauis, que son valientes, nunca van a someterse. En público para que todos se enteren, ante un juez, de tú a tú, denuncian la ocupación, denuncian las torturas y el trato carcelario, denuncian el encarcelamiento lejos de su tierra, el aislamiento. Hacen huelgas de hambre para protestar, para que el mundo sepa.
Pero el mundo mira para otro lado.
A nosotros sí nos importa. Leemos con angustia la última vuelta de tuerca de Marruecos con los  presos y nos sentimos más atados que ellos. Ellos reaccionan, protestan, se juegan la vida, pero no se someten. Nosotros sí. Nos sometemos a la falta de imaginación, a esperar que se convoque una protesta. Nos consumimos, pero no sabemos qué hacer ni cómo. Sería hora de empezar a actuar, desde abajo, desde nuestro sentimiento.
La prensa es cómplice. Los medios sacan cualquier noticia de aquí y del extranjero sobre brutalidades de diversa intensidad, regodeándose a veces con una insistencia enfermiza. Sin embargo, de las atrocidades de Marruecos en territorios del Sahara Occidental, ni una palabra. Dicen: El Sahara Occidental no produce noticias. Es un tema estancado. La prensa necesita noticias.
Pues aquí van las últimas noticias producidas en un período corto de tiempo:
Presos de Gdeim Izik: Khadda El Bachir mantiene la huelga de hambre iniciada el 18 de septiembre. Cuenten los días. Imaginen cómo va la salud de Khadda que sigue recibiendo las brutales visitas de sus carceleros, pero no de un médico. Sus compañeros de Tifilt2, considerada una de las cárceles más criminales de Marruecos, también están enfermos, aislados y también ayunan -qué fuerza de espíritu hay que tener para no decaer: Mohamed Lamine Haddi, desde el día 5 de octubre; Abdalahi Bahaha, desde el día 1; Mohamed Burial, desde el día 16. A Burial le trasladaron el día 12, tras una peregrinación por diversas cárceles, y le metieron en una celda de castigo. Los motivos, ya saben: son presos políticos inocentes que exigen su liberación. Quieren al menos que les lleven a su tierra, no a 1.200 km de sus familias, quieren que acabe el trato inhumano. Y muchas de las huelgas son en solidaridad con sus compañeros. Así, los presos de Kenitra y Bouzakarn -10 personas- apoyan con sus huelgas. Los primeros, 48 horas semanales desde el principio de la huelga de Khadda; los segundos han hecho dos huelgas de 24 horas.
Los presos de Ait Meloul, Bani, Lemjiyed, Lefkir e Ismaili, se pusieron malos por la comida que les dieron. Dejaron de comer porque sentían que les estaban envenenando.
Abdeljalil Laroussi, solo y aislado en la prisión de Laarjat, está muy enfermo como resultado de tanta tortura. Amnistía Internacional promovió una acción a su favor, pero nada ha cambiado. Ahora, Amnistía Internacional emite un comunicado pidiendo el control de los derechos humanos por la MINURSO. Es un gran paso. Pero, entretanto, ¿podemos hacer algo más por cada uno de los presos?
Naser Amenkour es uno de los 19 estudiantes del grupo de Marrakesh condenados por un crimen no probado. Se mantuvo en huelga de hambre desde el 13 de septiembre hasta el 10 de octubre.
¿Y de Mbarek Daudi? No se habla de él. Mira que ha sufrido ese hombre. Le metieron en la cárcel sin motivo, aunque buscaron uno: conservaba una pieza antigua, un mortero de sus antepasados. Ha cumplido el tiempo exigido en la condena, y no le sueltan. La venganza del Gobierno marroquí hacia su persona arrastró también a sus hijos. Aun así no le dolieron prendas en participar en una huelga de hambre el día 2 en solidaridad con sus compañeros huelguistas. Nunca están vencidos. Ellos se atreven. Nosotros, no.
Y así, así todo y así siempre. Los de Gdeim Izik, los estudiantes de Marrakesh, los periodistas; las decenas de presos ignorados que proclaman con descaro la autodeterminación sabiendo que habrá consecuencias.
Pero no son noticia.
Hace años, cuando la comunidad internacional conoció la existencia del presidio clandestino de Tazmamart, Marruecos se apresuró a liberar a los presos supervivientes, tras haberles alimentado para que no tuvieran tan mal aspecto. Simultáneamente, desmanteló las instalaciones hasta que no quedó ni rastro.
Eran otros tiempos. Ahora Marruecos mantiene a sus presos en condiciones indecentes, pero no se preocupa de ocultarlo. Si no va a haber reacción… Y no la hay.
En efecto, el tema de los presos, que es un aspecto fundamental de la ocupación marroquí, pasa desapercibido. Figura englobado en el conjunto del problema. Sí hay páginas dedicadas al Sahara Occidental que dan cumplida cuenta de todo lo que les va sucediendo; sí hay parlamentarias españolas que los reivindican en Europa; sí hay observadores que acuden a los juicios a denunciar la superchería. Pero no existe una presión para poner fin a este atropello, ni en las instituciones ni en la calle; ni aquí ni en el extranjero. ¿Alguien sabe qué hace la Cruz Roja por estos presos? Tiene convenios y obligaciones. Tendrá que responder.
Cada día de un preso político en una cárcel marroquí nos tenía que levantar de nuestros asientos. Cada tortura, cada paliza, cada aislamiento, cada humillación, cada negación de patio o de libros o de higiene o de médico o de visita nos debería hacer saltar de indignación. No vale el rechazo en conjunto. Es demasiado doloroso para no personalizar, para no incidir en cada caso. Cada minuto de las huelgas de hambre salvajes debería ir acompañado de un movimiento de apoyo por nuestra parte. Ellos confían en nosotros, en que sus esfuerzos por que salga a la luz la verdad de lo que está ocurriendo tenga respuesta en el mundo civilizado.
Están acabando con ellos, cruelmente, poco a poco, como si Marruecos nos concediera la oportunidad de reaccionar. Pero no recogemos el guante, y Marruecos sonríe.
Las superestructuras están dormidas. Es el momento de las pequeñas luchas, insistiendo hasta que se nos tenga en cuenta.
Urge una campaña por los presos con una sola fecha de caducidad: su liberación.

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