El juego de
tronos al que nos tienen acostumbrados los monarcas alauita y borbón que deja
claro y justifica que ambas monarquías se respaldan y llevan a cabo una estrategia
conjunta para reforzar su continuidad en momentos críticos, en los que se
cuestiona su existencia en una actualidad que destaca por la eclosión de unas
élites corrompidas y corruptas.
Élites sin
salvación posible que han perdido la confianza, lideradas por “mediadores
estabilizadores” conocidos por su papel pacificador cuando en realidad lo que
están haciendo es reforzar su existencia en momentos de debilidad, porque tanto
la monarquía española como el reinado feudal marroquí penden de un hilo. Por un
lado tenemos el destape del más alto nivel de corrupción afectando a un
presidente Rajoy que mantenía una relación de amistad y empatía con un imputado
al que hasta ayer protegió, y por otro lado tenemos al que llaman "el rey
locomotora", que según la revista Forbes ostenta una riqueza valorada en
50.000 millones, mientras que su país tiene una deuda externa de 20.000
millones y un gobierno en el que la semana pasado han dimitido seis ministros
del partido independiente que gobierna junto a los islamistas de Benkiran, más
afines a la monarquía y criticados por los opositores por dedicarse a islamizar
el país y olvidarse de resolver los problemas sociales y económicos que vive
Marruecos.
Por otro
lado el “tío” borbón que fue liderando una expedición sin precedentes con todos
los ministros de la historia democrática española y empresarios varios, para
que se siga reforzando eso de que el monarca es un tipo que trae “acuerdos
beneficiosos” para España y en ciertos momentos, incluso aporta estabilidad.
La realidad
es muy distinta. Lo cierto es que ambos monarcas, acosados por sus propios
errores y la debilidad de los respectivos gobiernos en los que se apoyan
necesitaban un gesto que poder vender al exterior y a sus propios lacayos,
cuando ninguno de ellos puede ponerse como ejemplo de nada de lo que presume,
ya que uno amasa una inmensa fortuna mientras su pueblo se muere de hambre o en
el estrecho y el otro, que por fin ha podido hacer éste viaje pospuesto por una
lesión que debería recordarse es consecuencia de un viaje anterior secreto en
el que acabó cazado por un elefante. Ahora estos dos monarcas cazadores
intentan cobrarse la pieza de un pueblo pequeño que mantiene su dignidad
respaldado por la Legalidad Internacional y resistiendo en las condiciones más
adversas.
La
presencia como cortesanos en éste viaje de los exministros de asuntos
exteriores junto con varios ministros actuales deja bien claro que tanto el
Partido Popular como el Partido Socialista tienen un doble discurso respecto al
Sáhara cuando están en el Gobierno y cuando están en la oposición. Cuando no
gobiernan son mucho más partidarios de cumplir con la Legalidad Internacional y
se llenan la boca hablando de humanos y de derechos, mientras que cuando tienen
responsabilidad de gobierno valoran mucho la ficción de la estabilidad y la
seguridad bajo cúpulas monárquicas feudales; entonces ya no les preocupan en
absoluto los Derechos Humanos ni las responsabilidades legales y políticas
dentro del marco de Naciones Unidas ni el papel que le correspondería ejercer a
España como potencia administradora del Sáhara Occidental.
Sin embargo
la lucha del pueblo saharaui cada vez está más conciliada con la de quiénes no
se dejan distraer fácilmente por “mediadores estabilizadores” que se creen
estar en épocas pasadas, en las que se besaban los pies del monarca y se
gritaba “larga vida al rey”
Es bien
sabido que por muy longevas que sean las dinastías y dictaduras siempre van a
durar menos que los pueblos a los que oprimen y distraen con pan y circo.
Está claro
que las monarquías se respaldan unas a otras y siempre que se encuentran en una
situación crítica vuelven sus “acuerdos y logros estabilizadores” que ellos
mismos saben que más allá de su linaje son su garantía de supervivencia. Un
ejemplo de estas artimañas puede ser el ofrecimiento de un puesto de trabajo
bien remunerado a un yerno descarriado por parte de otra monarquía que sigue
anclada en la Edad Media.
Para estar
a la altura de la tragicomedia de este juego de tronos hemos de preguntarnos si
habrá elefantes en Marruecos y ya de paso también en España, que puedan poner
en su sitio a éstas farsas teatrales que derrochan y viven de la riqueza y de
los impuestos de sus pueblos. Pueblos que han de hacerse preguntas, nunca hay
dos sin tres, y no obnubilarse con la representación que nos ofrecen estos
malos actores porque detrás del telón está la verdad.
Aby Athman