Marruecos celebraba el pasado 15 de julio el Ramadán pero eso no fue óbice para que Felipe VI y su esposa visitaran en Rabat a un señor al que el rey Juan Carlos llamaba "sobrino" porque al parecer a Hassan II le llamaba "hermano", por lo que Mohamed VI, debe ser "primo'' de Felipe VI. No sé dónde queda el parentesco de la esposa de Mohamed, la princesa Lalla Salma con Letizia, a la que en Madrid llaman Reina. La machista Constitución española permite estas cosas tan ridículas porque si en lugar de ser varón el actual rey, hubiera sido mujer, ¿le llamarían al consorte, rey de España?. Pues no, pero en Marruecos una es princesa, y la otra es reina, es decir, nada. El caso es que la pareja española está de gira visitando países vecinos. Estuvo en el Vaticano, que de vecino tiene poco de no ser por aquello de "Madrid al cielo" y estuvo en Portugal. Y le tocaba ese día a Marruecos que dicen que es vecino. Será por Ceuta y Melilla, dos enclaves tipo Treviño en la costa marroquí y del que nunca se habla en estas "visitas de estado'' para que no se diga ni una palabra del Sáhara. Les falta visitar Francia, donde no estaría de más les contaran lo que le está pasando al ex presidente Sarkozy que al dejar el Elíseo está siendo procesado y hace tres semanas lo tuvieron 17 horas en comisaría, sin ningún aforamiento tramposo y les falta Andorra, país pequeñito, pero un estado más de la Unión Europea y con el catalán como idioma oficial que no visitarán. ¿Será por eso?
Al llegar al aeropuerto Salé-Rabat, al pie de la escalerilla le esperaba el rey Mohamed VI con aspecto de Kiko Rivera y una chilaba que parecía un albornoz del Athletic. No es una deferencia habitual pues estos señores son muy suyos. Y es que el rey interrumpía su ayuno por el Ramadán, aunque esa noche se iba a desquitar con más de cuarenta platos al caer el día. Con sus huéspedes y con más de trescientos invitados rompieron el ayuno no solo con dátiles sino con el plato tradicional, la harira, una sopa espesa de legumbres, vegetales, fideos, trozos de carne y muchas especias, que despiertan el estómago más dormido. En los jardines del palacio real, entre las buganvillas, los farolillos y las fuentes, se ubicaron las mesas en las que los camareros pasaban platos a cual más nutritivo como guisos de pescado, cordero y pollo con cuscús, o bombas dulces como la zamita, una pasta compuesta con frutos secos y harina tostada mezclada con miel natural y mantequilla. No me extrañaría que Letizia Ortiz, antes de acostarse, se tomara un alka seltzer.
El viaje, como todo este tipo de viajes cortesanos, no ha tenido la menor importancia política. Protocolo, uniformes, trompetas, palabras vacías, calles del centro llenas de ciudadanos con banderitas llevados allí por diversas organizaciones gubernamentales como es habitual en todos los desplazamientos de Mohamed VI, y poco más. Entre lo poco noticioso la firma del acuerdo pesquero negociado durante meses con la Unión Europea y que tenía amarrados a 126 barcos españoles en sus puertos. Nosotros nos abstuvimos porque dicho acuerdo no contemplaba los derechos del Sahara sobre el banco pesquero sahariano.Sin embargo, durante la visita, en Melilla agentes policiales impidieron un nuevo salto frustrado de inmigrantes subsaharianos contra las vallas que rodean la ciudad autónoma. Ante ese hecho, García Margallo solo habló de la magnífica colaboración existente entre los dos gobiernos y que el ministro del interior marroquí le había asegurado que su valla, la tercera en la zona, estaba prácticamente acabada. Y sobre el candente asunto de las adopciones, que tienen a decenas de familias españolas en un ¡ay!, nada de nada, así como sobre un incidente con porteadores marroquíes en Ceuta. Eso sí, Felipe VI agradeció al jefe de gobierno de Marruecos, los "esfuerzos" para controlar las avalanchas de inmigrantes sin papeles. Como se ve, todo muy humanitario.
Y para cerrar la visita, reuniones con los presidentes de las dos Cámaras, la de Representantes y la de Consejeros y visita al mausoleo donde reposan los restos del padre y del abuelo. Nada de estar con la oposición como solicitan los de Faes del PP cuando van a Cuba. En Marruecos la oposición no existe.
QUE SE ACHICHARREN EN EL DESIERTO
Este verano en Euzkadi, en Andalucía, en Madrid, en Valencia y en Catalunya, cientos de niños saharauis pasarán su verano en casas amigas tratando de paliar en algo las duras condiciones en las que viven durante todo el año estos chavales, pero mientras esto ocurre, Felipe VI que habló en su discurso de proclamación de querer una "monarquía íntegra y transparente" no mostraba el menor interés por un problema real al que su padre se había comprometido en tratar de resolver, aunque jamás ha hecho nada.El día 2 de noviembre del año 1975, el entonces príncipe y jefe de Estado en funciones, Juan Carlos de Borbón, visitó el Sáhara Occidental, entonces provincia española. Frente a las guarniciones españolas aseguró: "España mantendrá sus compromisos". Unos compromisos que incluían un referéndum para la población saharaui, para la elección entre la creación de un Sáhara independiente o incluido en Marruecos. Según el Tribunal de La Haya había fallado dos semanas antes, ante una solicitud del monarca marroquí Hassan II, el Sáhara no tenía lazos de soberanía con Marruecos ni con Mauritania. Definitivamente, por tanto, el Sáhara Occidental no era marroquí.
Lo recordaba Sixto Díaz en Diario.es lo que sucedió después: la Marcha Verde. El entonces monarca alauí, Hassan II, organizó una manifestación de 350.000 marroquíes que el día 6 de noviembre pisaba terreno español, el Sáhara Occidental, invadiéndolo ilegalmente y truncando un proceso de descolonización que todavía hoy sigue sin finalizar y del que el Estado español sigue siendo responsable: continúa siendo la potencia administradora, según reconocen hoy las Naciones Unidas. Es decir, es responsabilidad del Estado español el cerrar un proceso de descolonización al igual que hicieron el resto de potencias europeas en periodos anteriores. El resto ya es conocido. El Sáhara Occidental fue entregado a sus vecinos, Marruecos y Mauritania, sin consultar a la población saharaui sobre su futuro. El Frente Polisario proclamaría en 1976 la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Entre estos poderes fácticos cabe destacar a la monarquía española. Durante el reinado de Juan Carlos I siempre imperó una gran amistad entre las dos casas reales. Y todos los gobiernos, socialistas y populares, que han llegado a la Moncloa han dejado atrás sus promesas en la oposición y en campañas electorales de favorecer a los legítimos derechos de los saharauis, es decir, de cumplir con la legalidad internacional. Numerosas son las muestras en público de afecto entre Juan Carlos I y Hassan II o su heredero, Mohamed VI. En una cumbre, engalanada con la mayor pompa posible, celebrada en Granada en el año 2010, la Unión Europea escenificó un trato preferente a Marruecos, un país donde la democracia brilla por su ausencia, saltándose todos sus principios y declaraciones a favor de los derechos humanos. ¿Cómo olvidar las múltiples acusaciones públicas que organizaciones de todo tipo y partidos políticos han hecho sobre el enriquecimiento personal y familiar que Juan Carlos I y otros dirigentes políticos han obtenido a través de las buenas relaciones con la monarquía alauí?
La de Felipe VI ha sido una visita real vacía que ha simbolizado algo más que unas buenas relaciones bilaterales entre ambos estados. Según sabemos por diferentes agentes y observadores internacionales, el régimen marroquí no sólo condena a la miseria a la población saharaui, sino a su propia población, a la que priva, en muchas ocasiones, de sus más elementales derechos y de un sistema democrático. Y, por supuesto, no hace falta recordar el trato vejatorio que el régimen marroquí proporciona a las personas migrantes que desde allí pretenden llegar a Europa. Amnistía Internacional le hizo llegar a Felipe VI un informe sobre la situación de los derechos humanos en Marruecos que, a tenor del viaje, el Borbón, como su padre, lo echó al cesto de los papeles. Si en el estado español hubiera una República, a su presidente no se le hubiera dejado hacer este viaje legitimador de una satrapía y si lo hubiera hecho se le hubiera podido cesar. Esa es también la diferencia entre una República y una Monarquía tan poco democrática, porque no todo son relaciones comerciales.
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