![]() |
Foto: YOUSSEF BOUDLAL / REUTERS |
*Fuente: EUROPAPRESS
MADRID, 19 Mayo 2015 (Por Ana Gómez
Pérez-Nievas, periodista en Amnistía Internacional España) -
Sobre la voz lejana de Ali Aarrass se
escucha un sonido acompasado e insistente, como de pisadas que se acercan. Es
en realidad la respiración de su hermana, Farida, quien le hace preguntas que
él responde desde la prisión de Salé II, en Marruecos, donde cumple condena. La
voz se quiebra de vez en cuando: "Las personas que me torturaron no son
humanas, no pueden serlo".
Ali, ciudadano belga-marroquí que fue
extraditado desde España a Marruecos a pesar de que existía riesgo de que fuera
torturado, es sólo uno de los 173 casos documentados por Amnistía
Internacional.
Como él, cientos de personas luchan por
mantener la dignidad en los subsuelos de cárceles o comisarías, aunque también
tras las puertas blindadas de coches policiales, donde han sido sometidas a
palizas, descargas eléctricas, violencia sexual o psicológica, entre otras
siniestras técnicas.
La Policía y las fuerzas de seguridad
marroquíes no hacen distinción: estudiantes, activistas políticos de filiación
izquierdista o islamista, partidarios de la autodeterminación del Sáhara
Occidental y presuntos terroristas y delincuentes comunes pueden ser sus
blancos. Obtener confesiones de delitos o silenciar a activistas y sofocar la
disidencia, sus objetivos. La amenaza del terrorismo, la excusa.
"La realidad es que no hay voluntad
política para establecer una buena gobernanza de la seguridad nacional",
declara Khadija Ryadi, expresidenta y actual miembro del Consejo Administrativo
de la AMDH (Asociación Marroquí de Derechos Humanos), una de las organizaciones
de derechos humanos más importantes en Marruecos, que ha conocido la represión en
los años 80, cuando varios de sus congresos fueron prohibidos y sus dirigentes
detenidos.
La que fuera ganadora del premio de
Derechos Humanos de Naciones Unidas en 2013 asegura además que el discurso que
se escuchaba en mayo de 2003, tras los atentados de Casablanca que dejaron 45
muertos, ha vuelto a resurgir. "Incluso el Ministerio del Interior llegó a
decir en el Parlamento que las asociaciones de Derechos Humanos obstaculizaban
los esfuerzos de los servicios de seguridad en su lucha contra el terrorismo.
Pero esa lucha no es más que un pretexto", asegura.
CUALQUIERA PUEDE SER VÍCTIMA DE TORTURA
Antidisturbios en Marruecos
Y es
que cualquiera puede ser víctima de la tortura y los malos tratos en el país.
No sólo los activistas corren peligro, pasear por el campus también puede ser
una actividad peligrosa.
"Volvía de las clases cuando tres CMI
(antidisturbios) vinieron y me dispararon. Me caí, me rasgaron el pañuelo de la
cabeza y comenzaron a golpearme. Boca abajo, me arrastraron hasta la furgoneta.
Ahí es donde me pegaron de verdad. Durante cerca de media hora o más estuvieron
pegándome y llamándome puta, insultando a mi madre y amenazándome con
violarme", explica Khadija (nombre ficticio), estudiante de la Ben
Abdellah University que fue arrestada cuando pasaba cerca de una manifestación
violentamente dispersada. Ese mismo trato continuó hasta que la soltaron sin
cargos, ni dinero, en la noche de Fez.
Lo mismo le sucedió a otro estudiante de
filosofía, Boubker Hadari, de 26 años, que fue arrestado cuando se encontraba
en una protesta en el tejado de la librería de la facultad de ciencias.
"Tirad al perro", dijeron antes de lanzarle por el tejado, a dos
pisos de altura del suelo, dejándole múltiples fracturas y vértebras rotas.
Como este y otros relatos espeluznantes,
continúan las páginas del informe que Amnistía Internacional presenta en el
marco de la campaña #StopTortura. Saharauis golpeados en los coches que los
llevaban detenidos, entre los que se encuentran menores, partidarios de la
autodeterminación obligados a confesar bajo terribles torturas y amenazas
delitos de los que más tarde no pueden defenderse en un juicio justo.
Es el caso del activista saharaui Mohamed
Dihani, que fue arrestado cuando celebraba la vuelta de prisión de su primo y
sentenciado a cinco años de cárcel en la prisión de Kenitra por formar una
banda criminal, a pesar de asegurar en el juicio y a las autoridades marroquíes
a través de múltiples quejas, que lo torturaron para obtener la confesión
mientras estaba bajo régimen de incomunicación en Temara, entre el 28 de abril
y el 28 de octubre de 2010. Según su testimonio, fue golpeado por los agentes,
amenazado con ser violado con una botella y suspendido por sus muñecas durante
más de seis horas, dejándolo con una lesión duradera en el hombro.
(…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario