Un juzgado civil retoma en Salé la causa
contra el grupo de 24 personas acusadas de once asesinatos. El Tribunal Supremo
marroquí anuló la anterior sentencia, de 20 años a perpetuidad, dictada por la
justicia militar. Incluimos un vídeo del interior en exclusiva.
RABAT (MARRUECOS) // Ruido y caos en la sala.
Y una tensa doble manifestación en la calle. Arranca el juicio civil a los presos
políticos saharauis de Gdeim Izik. Con el cumplimiento de los derechos humanos
en entredicho. La justicia militar impuso pena de 20 años a perpetuidad por 11
supuestos asesinatos, pero el Tribunal Supremo de Marruecos anuló aquellas
sentencias por falta de pruebas. El Juzgado de Apelación de Salé asume ahora la
reapertura del caso. Tendrán “un juicio justo”, subraya con vehemencia el juez.
La República Árabe Saharaui Democrática (RASD) tacha la causa abierta como un
“teatro” para atacar la línea de flotación de la resistencia del país. El reino
alauí, por su parte, busca una doble utilidad ejemplarizante: vender signos de
apertura y garantías democráticas ante la comunidad internacional y marcar una
frontera clara a los activistas por la independencia del Sáhara Occidental.
Los hechos se remontan al año 2010, cuando el
desmantelamiento del denominado campamento Gdeim Izik (“Dignidad”) derivó en
graves disturbios. Unos 20.000 saharauis se habían congregado en improvisadas
jaimas para reclamar mejores condiciones de vida. Era el “detonante de la
primavera árabe”, según analistas políticos como Noam Chomsky. Desde el Sáhara
denuncian detenciones arbitrarias, confesiones bajo tortura y falta de
garantías procesales. Que no no aparecen los cadáveres ni las autopsias, dicen,
y tampoco elementos probatorios claros que signifiquen la autoría de los
asesinatos. Marruecos juzga a los detenidos por “formación de banda criminal,
violencia contra la fuerza pública con resultado de muerte y mutilación de
cadáveres”.
Cámaras, móviles, pasaporte… Todo bajo
custodia policial
Salé, ciudad vecina a la capital del reino,
Rabat, recibe con frío y lluvia al nutrido grupo de observadores y prensa
internacional llegados de países como Dinamarca, Noruega, Irak, Lituania, República
Checa, Holanda, Portugal o España. Bajo la pertinaz llovizna, guardan cola para
acceder al edificio judicial. Algunos personajes se acercan cámara en mano para
tirar evidentes primeros planos. “Una forma de intimidar y avisar que nos
tienen fichados”, dicen.
Es habitual. Cada rostro, un clic al
obturador. La sensación de estar vigilado es continua. Antes de entrar al
tribunal, las autoridades locales requisan cualquier dispositivo electrónico:
cámaras, teléfonos móviles -“sacad antes las tarjetas de memoria”, avisa un
veterano en esas lides- ordenadores… incluso el pasaporte queda bajo custodia
de la Policía de Marruecos hasta el final de la jornada.
“Causa 581/2016”, arranca el juez. Las mismas
consignas que los manifestantes gritan fuera de la sede de justicia, ensordecen
la sala presidida por un tribunal que se afana en pedir orden. La policía no
interviene. Marroquíes enarbolan una bandera nacional, se suben a la bancada y
vocean: “Tenemos un solo derecho, de Tánger a La Güera”. Un grupo de saharauis
responde en castellano: “Viva la lucha del pueblo saharaui”. Los rostros se
desfiguran, los nervios se tensan, los dedos señalan, las miradas acusan.
Dentro de una suerte de jaula de cristal
sonríen los presos de Gdeim Izik. Levantan el puño. Muestran una calma
imponente, ejemplar. Casi incomprensible después de seis años de penoso
cautiverio. Las familias de las supuestas víctimas asisten a escasos metros y
protestan, vociferan, claman por justicia a sus “mártires”. El día transcurre
bajo una insufrible mezcla de nerviosismo y rigidez mezcladas con una
parsimonia que acentúa la incertidumbre y alarga el proceso por horas, que
pasan lentas. Y frías.
Sólo identificar a los acusados y organizar el
juicio cuesta avanzar hasta la pausa de la comida. Al final, el caso de un
preso enfermo, Mohamed El Avubi -más Hassanna Aalia, exiliado en España-, se
separa del resto de 23 acusados. El juicio a El Avubi será el 13 de marzo. El
del resto continúa sin fecha de punto final para la sentencia.
“Este juicio es incomprensible, al no haber
ninguna prueba tendría que haber sido declarado de nulo derecho”, resume la
activista portuguesa por los derechos humanos Isabel Lourenço. Como han
exigido, remarca, “la ONU y la Unión Europea” y organizaciones como Amnistía
Internacional o Human Right Wachts. “La detención es ilegal, no hay pruebas ni
víctimas, ni cadáveres ni autopsias…”. Nada se sostiene, refiere perpleja
Lourenço.
[NOTA: Desde Poemario por un Sahara Libre nos
negamos a reproducir las declaraciones sobre el juicio de los presos políticos
saharauis de Gdeim Izik que ha realizado a La Marea el señor Chem Gil, presente
en el juicio si no como “observador” sí como portavoz del régimen ocupante
marroquí. Comparar el campamento de Gdeim Izik con Siria es un suma y sigue de los despropósitos de este "experto en terrorismo" al que sin embargo se le sigue dando espacio en los medios de comunicación]
Otros observadores internacionales no lo ven
igual. Caso de Juan Soroeta, profesor de Derecho Internacional Público en la
Universidad del País Vasco. “La principal clave”, sostiene, “es la violación
del derecho internacional y que a los presos no se les pone en libertad cuando
el Tribunal Supremo ha dicho que la sentencia anterior no existe y que no había
pruebas para condenarles”. Bajo la “apariencia de un juicio serio”, apunta,
discurre un lento camino para “gente que lleva seis años en la cárcel, donde
alguno entró con 20 años de edad y con la única prueba de una declaración
obtenida bajo tortura”.
Las fases del juicio
El juicio político ha pasado por diferentes
fases desde 2010. De las detenciones de los activistas, la mayoría funcionarios
y sin antecedentes penales, a la sentencia militar luego anulada por la Corte
Suprema y, por en medio, la reforma de la Constitución marroquí en 2011 y del
marco legal dos años más tarde que impide a una audiencia castrense juzgar a
civiles. La última fase espera resolución en Salé. Y puede que; sea cual sea el
resultado, no sea la última. La previsible entrada de Marruecos, en días, en la
Unión Africana abre la puerta a una futura etapa en el tribunal sobre derechos
humanos de la institución continental. Quizás la última oportunidad de los
presos de Gdeim Izik.
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