Fuente: Libres opiniones (ARSO). Por Hach
Ahmed, 8 de abril de 2018
Permitidme que haga míos los versos de un
gran poeta:
“se me ha muerto como del rayo Bujari, el
hermano y el maestro con quien tanto quería. No hay extensión más grande que mi
herida”.
Lloro por mí, lloro por mi familia, la
pequeña, y lloro también por nuestra familia grande, el pueblo saharaui, ese
pueblo grande, noble y generoso, donde nacimos, crecimos y vivimos, junto al
que asumimos sus tragedias y sus esperanzas. Bujari, como decía el poeta
español, luchador por las libertades, Miguel Hernández, “siento más tu muerte
que mi vida”.
En estas horas, en estos días, he sentido
que mi herida, la gran herida de mi familia, la comparten muchas personas de
todo el mundo, me han llegado los sentimientos sinceros de miles y miles de
saharauis, de todas las edades, de todos los rincones, de conocidos por todos y
de completamente desconocidos para mí, que tienen en común el cariño y la
admiración por una trayectoria de vida que supera lo mucho que yo ya conocía y
admiraba. Recuerdo al niño con el que compartí la infancia, al hermano mayor y
responsable a cuyo lado fui haciéndome hombre y descubriendo con él quiénes
éramos, quién era el pueblo noble al que pertenecíamos y su encrucijada
histórica por el sometimiento al colonialismo y las invasiones extranjeras.
Juntos también crecimos en el
descubrimiento de la responsabilidad que debíamos asumir para la liberación de
nuestro pueblo, un compromiso que ha condicionado toda nuestra vida, como la de
muchos saharauis. Bujari, el brillante estudiante con un prometedor futuro
profesional, se puso, antes que yo, en la primera línea de lucha del movimiento
de liberación de su pueblo, poniendo a su servicio sus enormes capacidades, sus
ilimitadas cualidades intelectuales y humanas. Décadas de pelea sacrificándolo
todo, los afectos, la familia, las comodidades materiales.
Bujari era el eterno e incorregible
convencido de que la justicia de la causa saharaui sólo podía llevar, tarde o
temprano, a su victoria y a su reconocimiento. Pero, sobre todo, Bujari es el
hombre íntegro que nunca se desvió del rumbo, que nunca cedió un ápice a la
tentación de soluciones personales, nunca abandonó esa actitud, nunca hizo
fortuna personal, el legado a sus hijos e hijas, no es ni un solo dólar, una
sola “ouguiya”, es mucho más grande que todo eso, es una lección de dignidad y
de integridad absolutas para todos aquellos a los que el destino pudo o podrá
llevar a asumir puestos de responsabilidad en el liderazgo de los pueblos que
aún luchan por la libertad. Bujari fue, en otras palabras, un icono, no sólo en
el orden intelectual, sino también en el moral.
Bujari se codeó con presidentes,
diplomáticos y figuras internacionales de todo tipo y siempre dejó alto el
pabellón de la causa y del pueblo que representaba. Bujari será siempre el
incansable luchador por los derechos del pueblo saharaui, por la independencia
y la integridad, por el futuro de un Sáhara que se desarrolle en el contexto de
los países democráticos y más avanzados. Hasta la última hora de su vida su
misión, su defensa de la causa, estaba por encima de sus necesidades y de su propia
salud. La enfermedad, la maldita enfermedad, la sufrió como un estorbo que
limitaba sus capacidades para seguir trabajando ante las últimas maniobras en
la ONU, pendiente de las noticias, escribiendo, razonado. Sus sufrimientos
nunca hicieron mella en su moral ni en la firmeza de su voluntad hasta el
último suspiro.
Bujari, pese a todo, forma ya parte
imborrable de la historia del pueblo saharaui y permanecerá como un ejemplo
insustituible mientras los saharauis sigamos existiendo y luchando por nuestro
futuro.
La inmensa pena y consternación con las que
nuestro pueblo vivió y vive esta pérdida, esta tragedia para mi familia, el
duelo generalizado que invadió cada hogar, cada jaima de este pueblo grande y
generoso, es la demostración de que los pueblos, y sólo ellos, saben colocar a
sus hijos en el lugar que se merecen en la historia
Para sus hijas e hijos será siempre el
padre excepcional y ejemplar, y para mí, para su familia, será siempre el
hermano querido hasta el final.
Bujari se ha ido, como muchos mártires de
este pueblo, es una pérdida irreparable, pero también es una de aquellas
pruebas en las que todos debemos sentirnos orgullosos de pertenecer a este
pueblo grande y noble.
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