Mohamed Sulaiman combina abstracción y
reciclaje
*Fuente: Mundo Negro. Texto y fotos Eugenio
G. Delgado, 19/11/2018
El joven saharaui Mohamed Sulaiman
reutiliza maderas, telas, cartones, plásticos y metales que se encuentra en los
campamentos de refugiados de Tinduf para crear sus propias obras: «Quiero
encontrar soluciones prácticas que ayuden a mi pueblo, pero también
artísticas».
Salek Saleh, un niño saharaui de 14 años,
recoge un árbol seco mientras pasea por el campamento de Smara, cerca de la
ciudad argelina de Tinduf, donde más de 165.000 refugiados sobreviven desde
hace 42 años a la espera de una solución al conflicto entre Sahara Occidental –único
territorio de África aún sin descolonizar y cuya potencia administradora sigue
siendo legalmente España– y Marruecos.
Salek transporta ese árbol, del que solo
quedan unas ramas sin hojas y un escuálido tronco, para llevárselo a Mohamed
Sulaiman, artista abstracto saharaui que trabaja preferentemente con
materiales reciclados encontrados entre las jaimas, las casas de adobe y en la
hamada negra, un entorno desértico, inhóspito, duro, pedregoso y sin apenas
dunas.
«He estado jugando con el arte y la pintura
desde mi infancia, pero nunca he tenido una formación académica reglada sobre
ello. Estudié literatura inglesa y también caligrafía en Argelia. Sin embargo,
siempre he sentido un impulso hacia al arte», confiesa Sulaiman.
Esa llamada artística vivió su punto de
inflexión tras las inundaciones que sufrieron los campamentos en 2015. Así lo
recuerda: «Tenía una habitación con mis libros, mi arte, donde me reunía con
mis amigos… Pero esa habitación fue arrasada por las lluvias. Fue un momento de
cambio en mi vida porque perdí parte de mi trabajo y libros muy buenos. Así
que, en ese momento, decidí que iba a crear un nuevo espacio donde pudiera
crear arte, compartir, aprender e interactuar con otras personas. Básicamente,
la idea surgió como una reacción ante esa pérdida».
Así es como Mohamed empezó a recolectar
casi todo lo que se encontraba tirado o desechado en los campamentos, ya fueran
maderas, telas, cartones, metales o plásticos. Reciclaje en mitad de la nada.
«Cuando estudias, en los libros hay mucha
teoría pero poca práctica, y construir mi propio estudio me ha permitido
conocer los materiales y cómo se comporta cada uno. Mi formación como artista
es el resultado de este proceso de construcción de mi propio estudio, porque he
tenido que resolver problemas y encontrar soluciones. Eso me ha quitado el
miedo para afrontar cualquier reto y me ha dejado claro que siempre hay una
solución para todo: puede llevarme más o menos tiempo, esfuerzo y energía, pero
al final la encuentro. Estas soluciones las he compartido con otros y mi
intención es que se puedan aplicar en los campamentos», reconoce el artista.
Por lo tanto, su primera gran obra es su
propio estudio de trabajo, al que ha llamado Motif Art Studio & Workshop:
«He hecho de mi vida un laboratorio para experimentar y jugar con cosas. Soy un
experimentador y lo que hago es comprobar qué cosas funcionan y cuáles no».
Y destaca dos ejemplos relacionados con el
hecho de que durante el verano los termómetros alcanzan más de 50 grados
centígrados en los campamentos de refugiados saharauis y que muchas casas de
adobe se convierten en auténticas saunas.
«El calor es insoportable en esta época del
año y muchos hogares saharauis tienen los techos de zinc, un superconductor del
calor, lo que incrementa el agobio y la temperatura. La solución para encontrar
algo de alivio la hallé en los cartones de leche. Me di cuenta de que están
formados por cuatro capas pegadas de diferentes materiales –plástico, cartón,
aluminio y plástico– que consiguen mantener la temperatura. Esto lo apliqué al
techo y a las paredes de mi estudio, creando unos paneles con seis o siete
capas de madera, tela, plástico y cartón. Es un sistema muy efectivo para
evitar que el calor traspase las paredes y para mantener una temperatura
constante y agradable. He comprobado que es muy efectivo tanto para el calor
como para el frío. Puedo asegurar que se está mejor en mi estudio que en las
jaimas o en las casas de adobe», afirma Mohamed Sulaiman.
El segundo ejemplo que ofrece se refiere a
las corrientes de aire: «En los campamentos, todas las ventanas abren
horizontalmente, por lo que siempre dejan entrar el sol, pero si las construyes
para que se abran en vertical, dejan entrar el aire y, además, pueden proteger
del sol. También es fundamental que coloques las ventanas a distintas alturas
para que circule el aire y no se cree una atmósfera densa».
Murales en el desierto
Además de su propio estudio, uno de los
proyectos que ha revolucionado los campamentos es su conjunto de murales. Cinco
en total. Por ahora.
«En mi casa pinté uno con referencias al
arte abstracto; otro se encuentra en una de las paredes del hogar de Salek y su
familia y recuerda la ceremonia del té y la unión familiar que significa; el
tercero, de un color azul intenso, que destaca entre tanto marrón y amarillo
del desierto y que te puede hacer pensar en un bien escaso como es el agua,
está en la biblioteca Bubisher; el cuarto, llamado The Tube (El tubo), lo pinté
en las paredes del Centro de Integración para Personas con Discapacidades
Físicas y Psíquicas de Buyema Fateh, conocido en los campamentos como Castro; y
el último ha sido un homenaje a un vecino en su propia casa», enumera Mohamed.
En este entorno de supervivencia, Sulaiman
entiende que no todos los saharauis comprendan su arte, pero sí espera que
ayude a sus compatriotas a abrir sus mentes. En este sentido asegura que
«algunos piensan que estoy un poco loco y me preguntan que por qué hago estas
cosas y para qué sirven. Yo les contesto que el arte puede conectar gente,
abrir mentes, solucionar problemas, servir de terapia y curar. Intento que la
gente entienda que el arte es algo más que lo que vemos a simple vista. Si
trabajamos en pensar en cosas diferentes, lo podremos aplicar a cualquier
aspecto de nuestras vidas como refugiados».
De hecho, sus propuestas son tan novedosas
que ha recibido críticas porque muchos de los refugiados no consideran que sus
obras sean una muestra del arte saharaui. Este creador, de 31 años, se
defiende: «¿Qué es el arte saharaui? ¿Lo que ha sido en el pasado en un período
específico y en un lugar concreto o lo que cada saharaui hace? La gente piensa
en el arte tradicional, pero la identidad saharaui está formada por muchas
cosas, no solo por unas pocas que se refieren a un período concreto. De hecho,
ni yo, ni muchos de los refugiados hemos estado nunca en el Sahara Occidental
ocupado, pero sentimos como nuestra esa identidad y esa tierra. Es bueno y
saludable conocer y cuestionarse la norma y, muchas veces, también romperla.
Respeto el arte tradicional y me encanta, pero que no me excluyan porque hago algo
diferente. Yo soy saharaui y hago arte, por lo tanto, mi arte es saharaui. Al
final, el arte es una expresión humana que refleja lo que eres, piensas y
sientes».
El trofeo del Sahara Marathon
En 2018, este artista saharaui también ha
sido el encargado de crear el trofeo del Sahara Marathon, la carrera solidaria
a favor de la causa saharaui que se disputa a finales de febrero entre los
campamentos de refugiados.
«Supone un gran orgullo para mí porque,
hasta ahora, no se entregaba ningún trofeo a los ganadores. Es la primera vez
que se ha hecho en 18 ediciones. Son piezas abstractas construidas con trozos
de madera encontrados en los campamentos. Puede parecer una espiral, una
escalera que asciende hacia el cielo con escalones de diferentes colores que
representan la diversidad de personas y nacionalidades que han participado a lo
largo de los años», explica.
Mohamed Sulaiman tiene claro que su arte
debe servir para algo, tener una función práctica y, en consecuencia, también
está trabajando en la construcción de un centro de arte reciclado «para
impartir talleres y charlas tanto para saharauis como para personas extranjeras
que vienen a ayudarnos en nuestro día a día y en nuestra causa. Tenemos que
colaborar y compartir. No quiero que las ideas mueran en la cabeza. Hay que
sacarlas afuera».
Además, comenta que, a pesar de que tiene ofertas
para estudiar y formarse en otros países más allá de los campamentos de
refugiados, no se mudará: «Quiero estar aquí y hacer mi arte aquí, con mi
gente, y apoyar en todo lo que pueda. Saldré y participaré en programas
concretos, pero solo por un período de tiempo limitado. He estado recientemente
en Alemania, Grecia, Finlandia o Nigeria y estos viajes me sirven para
refrescarme con las ideas de nueva gente y otros artistas, pero siempre quiero
regresar».
El árbol que ha arrastrado Salek por los
campamentos de refugiados saharauis hasta el estudio de Mohamed Sulaiman es
parte fundamental de su próximo proyecto, según le cuenta el mismo artista al
pequeño saharaui.
«Una mañana, viendo un árbol casi seco en
los campamentos, pensé que era una imagen terrible y que si lo pintaba
supondría un cambio de pensamiento. Era un árbol marrón con el fondo marrón del
desierto y yo quería insuflarle vida con la pintura. Primero pensé en hacerlo
con pinturas normales, pero me he ido interesando más por la fotografía y me he
dado cuenta de que podía llevarlo a otro nivel, que es pintarlo con pintura
fluorescente y experimentar con la fotografía nocturna. Me gusta mezclar
distintas disciplinas y experimentar con ellas. Los problemas en el mundo son
muy complejos y una sola disciplina no puede solucionarlo todo. Quiero
encontrar soluciones prácticas que ayuden a mi pueblo, pero también artísticas.
No quiero que mi arte esté colgado en las paredes de los museos, sino que sirva
para que colaboren diferentes personas y para encontrar nuevas soluciones a los
problemas de la vida», asegura convencido el artista abstracto saharaui Mohamed
Sulaiman.
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