Foto: Juan Ignacio Robles
Por: Ali Salem Iselmu, periodistas, escritor y
poeta, natural de la Republica del Sahara Occidental.
Cuando terminó la guerra en el Sáhara
Occidental entre Marruecos y el Frente Polisario en el año 1991 nadie creía que
una nueva generación nacería en los campamentos saharauis viendo como los
enviados de la ONU renunciaban uno detrás del otro, sin conseguir llevar a buen
término la mediación política.
En este largo tiempo han pasado cerca de
treinta años en los que hemos visto la independencia de Timor del Este, de
Sudán del Sur, de Eritrea, de Kósovo y otros países. A la ONU en el Sáhara
Occidental se le pedía básicamente aplicar su resolución 1514 para permitir la
autodeterminación del pueblo saharaui mediante la celebración de un referéndum.
Hemos visto durante todo este tiempo como el
lenguaje de la ONU ha ido cambiando a favor del país que ocupa ilegalmente el
territorio saharaui, que es en este caso Marruecos. El Frente Polisario ha
hecho varias concesiones en la crisis del Rally París-Dakar en el año 2002, en
la crisis de Gdeim Izik en el 2010 y en la última crisis en la frontera sur del
Sáhara Occidental, en el paso fronterizo del Guerguerat.
Todas estas concesiones se han hecho en aras
de mantener la paz y apoyar una solución política que permita a los saharauis
decidir su futuro. Marruecos ha seguido presionando en la ONU, en la Unión
Africana y en otros organismos internacionales para legitimar su ocupación al territorio.
Expulsando a parlamentarios, periodistas, abogados y observadores
internacionales del Sáhara Occidental.
Ha utilizado el tema de la inmigración, el
terrorismo y el tráfico de drogas con los países limítrofes y con la Unión
Europa. Ha saboteado a Baker cuando presentó su plan en el año 2003, ha hecho
imposible la labor de Christopher Ros, se ha manifestado contra Ban Ki-moon el
exsecretario general de la ONU y ahora ha conseguido poner fin a la mediación
de Horst Köhler el expresidente alemán.
La mediación política de la ONU en el Sáhara
Occidental es la historia de un largo fracaso que se inició con Kurt Waldheim
exsecretario general de la ONU, cuando no consiguió que España entregará el
territorio al organismo internacional allá por 1975 y con la resolución
favorable del dictamen del Tribunal Internacional de la Haya, que pedía la
aplicación del derecho a la autodeterminación.
Con un país como Marruecos, que ha despreciado
la negociación, las resoluciones de la ONU, los dictámenes jurídicos sobre los
recursos naturales de un territorio no autónomo como es el Sáhara Occidental, cualquier
intento de negociación es un salto al vacío y una pérdida de tiempo. No se
puede negociar con quién niega el derecho a la manifestación pacífica en las
calles de El Aaiún, Smara, Dajla o Bojador.
Ha llegado la hora de repasar la situación que
ha creado Marruecos con la complicidad de algunos miembros permanentes del
Consejo de Seguridad, como es el caso de Francia, país que evitó la condena de
Marruecos cuando quemó el campamento de Gdeim Izik en el año 2010 y presionó
para que el Frente Polisario se retirara del paso fronterizo del Guerguerat.
La ONU adquiere su legitimidad si es capaz de
aplicar sus resoluciones e imponer el cumplimiento de las mismas. Aplicando el
capítulo VII de su carta e imponiendo sanciones severas para el cumplimiento de
la resolución 1514 sobre el derecho a la autodeterminación.
Marruecos es consciente de toda esta debilidad.
Juega con el tiempo y la paciencia de los saharauis, sabe que varias
generaciones de refugiados han nacido fuera de su territorio. Otra generación
de colonos marroquíes ha nacido en el Sáhara Occidental y hoy es la mayoritaria
en la parte ocupada.
La negociación le ha servido a Marruecos para
dilatar la solución y complicar cualquier acuerdo futuro entre las partes. La
nueva generación de saharauis sabe que la política por sí sola no va a obrar el
milagro. Cuando las nubes se alzan sobre el cielo del Sáhara Occidental, siempre
necesitan de los monzones del sur, los que llegan del Golfo de Guinea. Dicho de
otra forma, la actual estrategia es un largo letargo de decepciones y fracasos.
Para lograr el éxito se necesitan otros ingredientes, formas de presión sobre
quiénes mantienen la solución bloqueada para preservar sus intereses.
La nueva generación de saharauis sabe que no
tiene tierra, ni futuro, ni esperanza. Hacerla esperar a otro enviado de la
ONU, a otra resolución, a otra reunión más. Es liquidar una vez más su
paciencia y esperanza.
Quiénes toman las decisiones sobre el conflicto
del Sáhara Occidental no deben ignorar el futuro del pueblo saharaui. Las
generaciones futuras y actuales saben que la estrategia negociadora de la ONU
favorece los intereses de Marruecos y acaba lentamente con las aspiraciones legítimas
de construir un futuro Estado saharaui en el norte de África.
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