*Fuente: La Vanguardia. XAVIER ALDEKOA |
CAMPAMENTO DE TINDUF, CAMPAMENTO DE TINDUF. CORRESPONSAL. 24/11/2019. Foto:
Javier Cortés, Un micro para el Sáhara
Hace 44 años, Ahmed Mohamed Fadel lo perdió
todo menos tres cosas. Dejó atrás su casa en Sáhara Occidental, vio morir a
amigos en la guerra con Marruecos y maniató su futuro en un exilio forzado a
los campamentos saharauis de Tinduf. A sus 63 años, hoy Fadel usa un tono
sosegado en el salón de su casa de la wilaya de Bajador al recordar cómo
atravesó el desierto y llegó a tierras argelinas con una mochila casi vacía al
hombro. Dentro, sólo había tres cosas: una foto del Che, un casete de Serrat y
un libro de Federico García Lorca. “En aquel momento pensé que era pobre y no
tenía nada. Ahora pienso que no podía haber llevado un equipaje más valioso”.
Para Fadel, poeta y activista cultural,
esos tres recuerdos condensan una vida dedicada a la lucha y el arte y trazan
un lazo invisible entre la historia de España y su excolonia africana, un
territorio bajo control castellano durante más de cien años hasta 1975. “En esa
mochila –explica Fadel– estaba lo que soy hoy porque el idioma español es todo
para mí; es mi niñez, la lengua con la que pienso o siento y con la que me
acuesto cada noche. El idioma de Cervantes vive refugiado con nosotros”. Pese a
su pasión, al hablar de su amor incondicional a la lengua española, a Fadel se
le ensombrece el gesto. Se ajusta el turbante y se revuelve inquieto para
lanzar un grito desesperado: el español en el Sáhara está en peligro.
“Necesitamos gargantas que den la voz de
alerta. Es una cuestión de cultura española, de legado y de raíz común; la
presencia del español aquí se remonta hasta el siglo XV con los Reyes Católicos
y se está perdiendo. Si no se pone remedio, en una o dos generaciones, este
patrimonio cultural común se perderá”. El de Fadel no es un grito inmóvil.
Desde hace décadas, el escritor saharaui organiza encuentros con intelectuales
que escriben en español, apoya festivales de cine o teatro y coordina recitales
de poesía. Y no está solo en el esfuerzo. Alejados de los focos y desde el
anonimato, cientos de saharauis luchan desde diferentes campos para preservar
la lengua española y frenar su retroceso en la antigua provincia española del
Sáhara.
Madya Mahum, de 26 años, no tiene complejos
en considerarse uno de los muchos guardianes del español en el desierto. Tras
estudiar en Cuba y España, dirige la biblioteca de Smara, donde el 90% de
libros son en castellano. “Sí, me siento parte de una lucha por la supervivencia
de la lengua. Somos el único país árabe que habla español, forma parte de
nuestra identidad y tenemos que esforzarnos para conservarlo”. Además del
préstamo de libros, Madya organiza juegos infantiles y clubs de lectura como
parte del proyecto Bubisher, una red de bibliotecas y bibliobuses que lleva
libros a los asentamientos para fomentar la lectura en español. Para Madya es
necesario actuar ya desde todos los ámbitos. “No hay duda de que el español
está en peligro, el nivel en la escuela es cada vez peor porque los mejores
profesores se van por la falta de medios. Antes, la primera semana aprendías el
abecedario completo, ahora sólo una letra cada semana. No es suficiente”.
A tiro de piedra de la biblioteca, Jadijetu
Mohamed, de 23 años, está dispuesta a poner de su parte para llenar ese
agujero. Licenciada en Lengua española en Argelia, y con varios másters y
cursos online de especialización, representa a la generación joven y formada
dispuesta a sumar. “Quiero impartir clases de español a mi pueblo y ayudar a
preservarlo, es un tesoro que se hable castellano en el desierto”. Aunque echa
de menos a su segunda madre en Cornellà de Llobregat, ciudad en la que vivió
varios meses de los once a los catorce años, Jadijetu sabe que sus
conocimientos pueden ser útiles en la hamada. “Nadie sabe qué pasará en el
futuro, pero mientras tanto quiero ayudar aquí”.
Algunos síntomas avisan de que se acaba el
tiempo de reacción. Aunque el español es la segunda lengua oficial de la
República Árabe Saharaui Democrática después del hassania, un dialecto del
árabe, el año pasado la televisión pública saharaui paró de emitir el único
informativo diario en español. Ahora todos son en árabe. Para Jalil Mohamed
Lamin, responsable de cooperación del Ministerio de Información, el motivo está
en las ausencias. “Cada vez es más difícil. Los jóvenes con buen conocimiento
de español se marchan. En la radio pasa igual, antes el castellano tenía una
presencia constante y ahora nada”. En este caso, la resistencia viene de
Madrid, desde donde el periodista Jalil Mohamed realiza prácticamente en
solitario cientos de vídeos y notas de prensa en castellano para la web de la
televisión y las redes sociales.
Desde el activismo político en los
campamentos, Tiba Chagaf pide perspectiva y reparte culpas. Responsable de
cooperación del Ministerio de Cultura, critica la pasividad del Gobierno
español y el Instituto Cervantes porque, en su opinión, no respaldan proyectos
de fomento del español en los campamentos para no incomodar a Marruecos, que
tiene en el control migratorio y los acuerdos de pesca dos importantes cartas
de presión. “España debería considerar el español en el Sáhara parte de su
cultura, es una pena que priorice intereses políticos”. Pero Chagaf, que se
formó en Cuba y conversa cada noche por WhatsApp con sus amigos cubarahuis,
diferencia política y sociedad española. Subraya la “importancia clave” de
programas como Vacaciones en paz, iniciado en 1979, y en el que familias
españolas voluntarias acogen a niños saharauis durante el verano. “Los niños se
sumergen en la realidad española y se familiarizan de verdad con el idioma”.
Aunque Chagaf admite las dificultades para preservar el español, su alma
revolucionaria no admite el desaliento. “Cuando llegamos aquí hace 40 años
–recuerda– dábamos clases de español en haimas o tiendas de campaña, sin
recursos. Cada profesor hacía los libros a mano para sus alumnos. Si no nos
rendimos entonces, no lo haremos ahora”.
Una calurosa mañana, Chagaf insiste en
acompañarnos a la escuela Martir Mulay Lhij Sid, del campamento de El Aiun. Al
final de un patio alargado, se oye a niños recitar: “eme con la a, ma; eme con
la i, mi…”. Dentro, Embarek Rais, profesor de español de 30 años, pregunta
cuáles son las palabras favoritas en castellano a sus alumnos, de ocho años, y
sonríe satisfecho al observar como todos estiran las manos hacia el cielo.
Aunque estamos en mitad del desierto y rodeados de arena, en su elección de
palabras preferidas los niños dejan claro que la lengua puede ser también un
vehículo para soñar: “¡piscina!”, “¡amigo!”, “¡mar!”.
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