Fuente: CatalunyaExpress 12/06
17 de junio: 50 Aniversario
del «Grito de Zemla» Casa Piedra. El historiador experto en el Sahara
Occidental, Pablo Ignacio de Dalmases
Catalunya Press, edición
viernes 12 de junio. El periodista y escritor Pablo Ignacio de Dalmases,
cercano a la historia del Sahara Occidental destaca episodios del proceso de descolonización
saharaui,-En junio de 1970 yo era un periodista recién titulado que prestaba
servicio en la redacción de Solidaridad Nacional, un diario matutino de
Barcelona popularmente conocido como la Soli. El chico del télex iba cortando
las noticias que “escupían” los aparatos y las iba trayendo a redacción. A mí
me tocó una cuyo tenor literal rezaba:
“El pasado
miércoles, día 17, a las 11 de la mañana, se celebró en El Aaiún una manifestación
de adhesión a España que se desarrolló dentro del mayor orden y entusiasmo y a
la que concurrió la mayor parte de la población y tribus vecinas. En la tarde
del mismo día, un grupo de jóvenes, movidos por agitadores extranjeros, provocó
disturbios que tuvieron que ser reprimidos por las fuerzas de orden público las
cuales, al responder a varios disparos de pistola, ocasionaron dos muertos de
raza negra que no han sido identificados como saharauis. En los momentos
actuales reina la más completa tranquilidad y las autoridades judiciales
proceden al esclarecimiento de los hechos”.
A la altura de
1970 el Sáhara era la única provincia africana que le quedaba a España puesto
que el año anterior había entregado Ifni a Marruecos y dos años antes concedido
la independencia a Guinea Ecuatorial. Sea por la nostalgia de un orden colonial
ya desaparecido en casi todo el continente -Portugal aún resistía y otros
países también en algunos rincones-, sea por el reciente descubrimiento de
fosfatos, el gobierno español iba dando largas a las peticiones de
descolonización que iba emitiendo la ONU pero, como es natural, los vientos de
libertad que recorrían el tercer mundo también llegaron, si bien atenuados, al
desierto español.
El encuentro que
habían realizado en la primavera de 1970 en Tlmencén Hassan II y el presidente
de Argelia y la entrevista posterior entre el rey de Marruecos y el presidente
mauritano, Mojtar Uld Daddah, habían despertado la alarma entre la población
saharaui que deseaba un futuro sin ninguna otra tutela exterior. Algunos
notables sugirieron al Gobierno general de la provincia celebrar un acto que
rechazara cualquier pretensión anexionista de los países vecinos y manifestara
su confianza en España, a lo que se accedió sin problemas. Pero entre tanto,
había ido surgiendo un movimiento espontáneo que preconizaba la
autodeterminación del territorio, si bien por vías pacíficas y de común acuerdo
con España y que lideraba un tal Basiri, persona culta y nada extremista.
Al Gobierno
General habían llegados ecos de la existencia de este movimiento y parece que
recibió mensajes que trataban de proponer conversaciones, pero no se dio por
aludido. Entonces, los responsables de la Organización Avanzada para la
Liberación del Sáhara, que así se llamaba, decidieron aprovechar la logística
montada por las autoridades para la manifestación oficial a fin de traer a la
capital a muchas personas que, en vez de acudir a ella, se reunirían en el
alfoz periférico de Zemla en otra manifestación paralela.
El 17 de junio de
1970 hubo, por consiguiente, dos manifestaciones, una legal y otra ilegal o
alegal. El gobernador Pérez de Lema se desplazó a Zemla para intentar convencer
a los reunidos -con mayoría de jóvenes- que se unieran a la organizada por el
Gobierno, pero su propuesta no fue aceptada. De las palabras se pasó a las
órdenes conminatorias, de ellas a los insultos, de los insultos a las piedras y
cuando la Policía, formada no por profesionales, sino por agentes que cumplían
su servicio militar, se vio desbordada, el gobernador cometió el imperdonable
error de llamar a la Legión, que no es precisamente un cuerpo de orden público.
Hubo, por tanto, tiros y muertos. Se ha hablado de cientos, pero no es verdad.
Las autoridades reconocieron dos -que, por cierto, no eran negros, ni
extranjeros- y uno de los organizadores de la manifestación de Zemla me
confirmó años después la cifra, añadiendo dos más que fallecieron a causa de
las heridas.
Los cabecillas de
la manifestación ilegal fueron detenidos, interrogados “hábilmente” según los
usos de la época -palo y tentetieso-, confinados durante cerca de un año y a la
postre perdonados. Muchos de ellos eran funcionarios del Gobierno, policías y
militares de las Tropas Nómadas. El único que no volvió a salir a calle fue
Basiri que, si bien organizador, no llegó a participar en la manifestación y al
que el Gobierno, en una deleznable decisión, fusiló sin formación de causa,
negando desde entonces que lo había hecho. Fue, como dijo Talleyrand -o Fouché,
a los dos se les atribuye la frase- de la ejecución del duque de Enghien, “peor
que un crimen, fue un error”, porque Basiri no era ningún extremista y estaba
dispuesto a dialogar y pactar un futuro que se sabía inevitable.
El 17 de junio de
2020 se cumple el quincuagésimo aniversario de aquella fecha conocida ya como
el «grito de Zemla», que se une a los de Dolores -Méjico-, Yara y Baire -Cuba-,
Lares -Puerto Rico- y Balintawak -Filipinas-, expresión cada uno de ellos del
deseo de emancipación expresado en su momento por diferentes pueblos
hispánicos. El de 1970 supuso el inicio de un proceso que acabaría con el
ridículo más espantoso, cuyas trágicas consecuencias aún se padecen. La
indignidad con que el Gobierno de Madrid creyó “resolver” cinco años después el
problema del Sáhara está aún pendiente de reparación, que sabemos difícil
porque hay un tercero poderoso, Marruecos, que ha invadido el Sáhara con el
apoyo de Francia y Estados Unidos y se niega a abandonarlo, a pesar de que la
ONU recuerda que continúa siendo un territorio pendiente de autodeterminación y
que España es todavía la potencia administradora del territorio (dictamen
Corell, 2002).
Nuestros
sucesivos gobiernos han estado siempre acobardados por los chantajes
permanentes de Rabat pero ahora que lo ejerce un gabinete de izquierdas
comprometido con la ley de “memoria histórica” acaso podría empezar a recuperar
esa dignidad perdida reconociendo, al menos, la ejecución extrajudicial de
Basiri -un verdadero “crimen de Estado”- y clarificando para la historia quién
la ordenó, cómo, cuándo y dónde se llevó a cabo y en qué lugar se depositaron
los restos de quien hoy es considerado con toda la razón el protomártir de la
nacionalidad saharaui.
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