EN ARENAS MOVEDIZAS. ANA CAMACHO 13 de abril de 2012. Uno de los cascos azules de la MINURSO sigue una explosión de minas realizada por el Frente Polisario en los territorios liberados en respeto a las directrices internacionales contra este armamento. Abajo, el embajador Frank Ruddy, en su despacho en Washington.
Fotos de Ricardo Aznar.
El secretario general de la ONU Ban Ki-moon ha acusado a Marruecos de haber espiado a los cascos azules de la MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental), estacionados en la antigua provincia española. El titular es llamativo pero la auténtica novedad de la información dada en primicia por la agencia británica Reuters, no está en que en la ONU se hayan enterado de una actuación intolerable y escandalosa por parte de uno de sus Estados miembros sino, en que por fin, uno de sus secretarios generales lo haga público y por escrito en un informe dirigido al Consejo de Seguridad en el que Ban Ki-moon también deja constancia de que los invasores marroquíes del territorio no autónomo impiden el libre acceso de la población saharaui a la MINURSO y el despliegue de banderas de Naciones Unidas en los aledaños del recinto onusiano.
La ONU supo del comportamiento inadmisible de Marruecos con los cascos azules de la MINURSO a los pocos meses del despliegue de esta misión que el pasado septiembre cumplió veinte años sin haber avanzado un ápice en sus objetivos (la celebración del referéndum de autodeterminación saharaui). En febrero de 1992 (la MINURSO había desembarcado en el Sáhara en septiembre de 1991), el Informe Pickart ya denunció en EEUU que los cascos azules no tenían libertad para desplazarse sobre terreno en los territorios del Sáhara ocupados por Marruecos: los responsables militares de Rabat les prohibían patrullar ciertas zonas y, quienes habían intentado eludir estas restricciones se habían visto forzados a dar marcha atrás a punta de pistola por los militares marroquíes que habían llegado a embestir con uno de sus vehículos otro que transportaba al personal díscolo de la ONU, para impedirle seguir su camino.
El autor del informe, George Pickart no actuó entonces como el voluntario de una ONG propolisaria sino que había viajado al Sáhara Occidental como enviado del Senado de EEUU, una potencia muy amiga del rey Hassán, II lo que explica que el majzén le hubiese consentido la entrada en el territorio que entonces Marruecos mantenía cerrado a cal y canto a los extranjeros.
El informe en el que Pickart contó cómo miembros norteamericanos de la MINURSO habían sido testigos, e incluso víctimas del comportamiento gamberro marroquí, fue motivo de un debate público en el Congreso de EEUU en febrero de 1992 al que tuve el privilegio de asistir (e incluso de reseñar en esta información) junto a otros periodistas, expertos en la cuestión y antenas de varios servicios de inteligencia, incluyendo el español. Vamos, que el informe Pickart apenas fue divulgado por la prensa, pero no fue ningún secreto.
Varios antiguos miembros y responsables de la MINURSO siguieron denunciando en los años que siguieron cómo la ONU consentía las tropelías de Marruecos con su propio personal y, para colmo, hacía lo posible para ocultarlas y blanquearlas. No me voy a alargar recordándolos a todos y, para quien quiera ampliar, aquí va un artículo mío sobre la cuestión de 2005 y que no incluía, por ser posteriores a la publicación, las denuncias de Francesco Bastagli, ex Subsecretario General de las Naciones Unidas (aquí las tenéis).
EL SOSPECHOSO VETO A FRANK RUDDY, UN EMBAJADOR DE EEUU
La ONU sabía muy bien lo que ocurría en el Sáhara Occidental pero optó por el silencio cómplice con Marruecos para evitar al rey Mohamed VI todo peligro de acabar señalado como un desobediente a la comunidad internacional. Como muestra de los contudentes métodos con que en la ONU censuraron toda información negativa para la parte marroquí, baste la polémica que protagonizó el embajador de EEUU Frank Ruddy que, tras permanecer en El Aaiún un año como número dos de la MINURSO, denunció por activa y por pasiva el “comportamiento gangsteril” de las fuerzas de ocupación marroquíes tanto con la población saharaui como los cascos azules. Lo hizo en 1995 en el Congreso de EEUU con un informe que dio la vuelta al mundo y en el que contó cómo los responsables de la MINURSO tenían constancia de que los marroquíes intervenían sus comunicaciones en El Aaiún y habían incluso localizado micrófonos con los que sus anfitriones los espiaban hasta en los mismísimos alojamientos personales.
Frank Ruddy intentó también contar en las propias Naciones Undas cómo Marruecos y no el Polisario, había sido el culpable del fracaso de la MINURSO con sus continuos sabotajes a la organización del referéndum. No lo logró porque el entonces secretario general Boutros Boutros-Ghali (el egipcio gran amigo de Hassán II) le impidió testificar en la Cuarta Comisión dedicada a temas de descolonización. El diplomático se convirtió así (suele decir él mismo con ironía, que “a mucha honra”) en la única persona a la que se había prohibido hablar en esa comisión de la ONU desde hacía 60 años.
¿Por qué entonces ahora Ban Ki-moon ha decidido un cambio de rumbo en una connivencia onusiana de veine años con el "matonismo" y "política del terror" (son calificativos de Ruddy) marroquí? Todo apunta a que a Ban Ki-Moon le preocupa sinceramente que el ejemplo de la revuelta tuareg liderada en Malí por el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA) prenda en la frustración reinante en el pueblo saharaui.
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