Muchos analistas españoles y
no españoles, coinciden en que el conflicto que lleva viviendo el pueblo
saharaui desde hace casi 40 años, es una asignatura pendiente de la transición
española. Y que los políticos españoles ni siquiera tienen el mínimo interés en
aprobar ni por un cinco raspado. Y a los hechos me remito:
La primera vez que una
autoridad política se presentó a esta convocatoria fue nada menos que el
mismísimo Rey Juan Carlos, el 5 de noviembre de 1975, quien desarrollando de
manera interina la jefatura del Estado, tuvo el "real" mérito de
hacer el examen en El Aaiún. Su examen lo hizo en un folio de dos caras. En la
cara delantera prometía que defenderá a los saharauis; mientras que en la cara
posterior (la que más le gusta a Marruecos) negociaba con el departamento de
Estado norteamericano la entrega de la entonces colonia española, al reino de
Marruecos. Qué pena que nadie en aquel
momento no se percató de que el Borbón usaba chuleta para copiar.
La segunda convocatoria tuvo
lugar al año siguiente; y la agotó Felipe González. Hizo el examen en una jaima
y por falta de un pupitre, y ebrio de beber tanto té, no fue capaz de hacer el
examen por escrito. Por eso, todo quedó en palabrerías. Hizo un discurso
inolvidable para los saharauis, llegando a hacerles sentir lo mismo que
sintieron los negros sudafricanos cuando les habló Nelson Mandela. La
diferencia fue que Mandela tuvo el valor y la dignidad de cumplir sus promesas,
mientras que Felipe González tuvo el descaro, que aún conserva, de mentir a los
saharauis a plena luz de un sol asfixiante.
Fueron pasando los años y a
este sencillo examen, donde sólo se pide legalidad y determinación, se
presentaron políticos “impresentables” como José María Aznar, Bernardino León, Miguel
Ángel Moratinos, Trinidad Jiménez, etc.
El último examen tuvo lugar esta
misma semana en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. En esta ocasión, España
envió al examen a un “inviable” José Manuel García-Margallo. El examen
consistía en aprobar una propuesta presentada por EEUU que simplemente se
basaba en que la Misión de Naciones Unidad para el Sáhara Occidental (MINURSO) tuviese
competencia sobre los Derechos Humanos, al igual que todas las misiones de paz
que hay en el mundo. En Nueva York no había té saharaui ni hacía tanto calor, pero
lo cierto es que Margallo no supo contestar a esta doble pregunta: ¿Los
saharauis son humanos?, ¿tienen derechos? Para una persona “inviable” como él, la
respuesta a esta pregunta también es: “inviable”.
Salamu Hadi, Madrid 25 de
abril del 2013.