(Redacción - Alfonso Lafarga) Tenían 19
años cuando fueron detenidas, pero desde
los 14 ya conocían el acoso de la policía marroquí. El 8 de noviembre de 2010
Hayat Rgueibi y Enguía Elhawasi se disponían a viajar a Sudáfrica desde El
Aaiún, capital del Sahara Occidental, para participar en un congreso internacional. Las dos eran
conocidas por los servicios de inteligencia marroquíes por su activismo en
defensa de los Derechos Humanos y de la causa saharaui.
Tras la detención vinieron
interrogatorios, amenazas y torturas
para que contaran quien financiaba sus actividades y reconocieran sus delitos:
portar armas blancas y destrozas bienes
del estado. Después vino la cárcel, mezcladas con prostitutas que las invitaban
a tomar drogas y alcohol.
Por sus mentes, para resistir, pasaba la
imagen de los saharauis que desde hace 40 años han luchado y muerto por la
independencia del país. En su mente, ahora, está seguir luchando por los
Derechos Humanos y la libertad. Y en su mente, hoy en día, permanece un amargo
recuerdo para España, el país que entregó el Sáhara Occidental a los marroquíes
y mauritanos (estos después se retiraron) en lugar de cumplir con su obligación
de descolonizar y dar el territorio a sus dueños, los saharauis.
Para ellas, como para la mayoría del pueblo
saharaui, el gobierno de España mantiene un silencio cómplice ante las
violaciones de los DDHH en su antigua colonia de la que, insisten, sigue siendo
responsable de su destino.
Hayat
Rgueibi y Enguía Elhawasi, como
otros muchos jóvenes saharauis que viven en el Sahara Occidental “ocupado”,
palabra que repiten constantemente,
conocieron desde muy pequeñas “el terror marroquí”, que no respeta ni
niños, ni mujeres, ni ancianos.
“Hemos nacido –relata Hayat- bajo la ocupación extranjera,
la del reino de Marruecos y hemos sufrido en nuestra propia carne las
aberraciones que cometen diariamente. De
niñas oímos hablar del terror de los años ochenta y noventa, los años del
plomo, cuando nuestras familias no podían hablar de las atrocidades que se
perpetraban contra los presos políticos, ni de los desaparecidos, ni de los
familiares que viven en los campamentos de refugiados. Recuerdo a mis padres escuchando en secreto la Radio
Nacional Saharaui para saber alguna noticia”.
Llegó un momento en que lo que oían pasaron
a vivirlo en primera persona, como recuerda Hayat: “He sido víctima de la
violencia física desde los 14 años, me han prohibido mi derecho básico, que es
ir a la escuela, la educación. En mi adolescencia a un grupo de amigas nos
llamaban cada dos o tres días a la comisaria las autoridades de ocupación
marroquíes, una situación muy difícil. En una ocasión, en 2009, el gobernado de
El Aaiún me dijo que si terminaba con mis actividades me daba millones y me garantizaba la
educación”.
Enguía y Hayat crecieron viendo como “las
autoridades de ocupación trataban a los saharauis como ciudadanos de segunda”, y el gobierno marroquí imponía un “férreo
bloqueo informativo para que el mundo no supiera lo que allí pasaba: la
constante violación de los Derechos Humanos de la población saharaui por luchar
por su libertad y clamar contra el expolio de los recursos naturales del Sáhara
Occidental”.
Con 19 años, conocidas ya como luchadoras por los Derechos
Humanos, esperaban el 8 de noviembre de 2010 en el aeropuerto de El Aaiún para
ir a un congreso Internacional, pero fueron detenidas por “el ejercito de ocupación
marroquí”.
En una celda con las paredes llenas de
sangre
Enguía Elhawasi cuenta que en el mismo
aeropuerto sufrieron por parte de varios oficiales tortura psicológica, un
interrogatorio detallado sobre sus vidas. En una furgoneta civil, “para
demostrarnos que no eran militares”, esposadas y con los ojos vendados con una
bandera saharaui, fueron llevadas a la sede de la policía en El Aaiún y
recluidas, “para aterrorizarnos más”, en una “pequeña y horrenda celda que
tenia las paredes llenas de sangre, secuelas de torturas a saharauis”.
Este es su relato:
“Fueron 24 horas de interrogatorio, sobre
quien nos financiaba, nuestras visitas a los campamentos de refugiados, Argelia
y otros países. Menos de ser activistas de Derechos Humanos, lo que saben muy
bien ya que públicamente hemos reconocido que luchamos pacíficamente por la
libertad de nuestro pueblo, nos acusaban de todo”.
“A la mañana siguiente, otra vez con los
ojos vendados y las manos esposadas, nos llevaron al Tribunal de Apelación en
El Aaiún ocupado.
Allí se repitieron las mismas acusaciones,
portar armas blancas y destrozar bienes del estado, acusaciones falsas que no
reconocimos. Declararon nuestra culpabilidad y nos condujeron a la cárcel Negra
de El Aaiún”.
“Nos llevaron a la sección de mujeres, con
prostitutas y delincuentes comunes, la mayoría marroquíes, que ya estaban
preparadas para decirnos que éramos de otro bando y tratarnos mal. Nos
incitaban a tomar alcohol y drogas, para corrompernos y destruirnos”.
“Comíamos y bebíamos en la mitad de una
botella de plástico, en condiciones infrahumanas. Nos obligaban a ayudar en la
cocina y en la limpieza de la cárcel. No solo sufrimos tortura física y
psicológica, estuvimos un tiempo sin poder ver a nuestras familias, a las que
decían que no estábamos allí y que nos buscaran en otra parte. Después pudieron
visitarnos una vez al mes”.
“Una delegación marroquí de DDHH fue a
vernos para saber de nuestras condiciones en las mazmorras marroquíes, así como
una delegación parlamentaria, y entonces mejoró nuestra situación.
“En esos duros momentos, como activistas de
DDHH, sobre todo cuando nos acusaban falsamente, recordábamos a grandes
saharauis que han luchado pacíficamente y han sacrificado su vida por la
libertad de este pueblo. Después de seis meses logramos salir de la tenebrosa
cárcel gracias a la presión internacional y algunas organizaciones de DDHH.
Ahora estamos en libertad condicional”.
La tortura del “pollo asado”
Hayat Rgueibi concreta a “el
espiadigital.com” algunas particularidades de la actuación de los
interrogadores marroquíes:
“Te
ponen una venda en los ojos y te hacen todo tipo de amenazas de tipo sexual, te
vejan y torturan para que aceptes las falsedades de las que te acusan; las
rechazas y vuelves a ser torturada”
“Me dieron con porras en la cabeza y me
golpearon contra la pared. También me
sometieron a la tortura conocida como “el pollo asado”. Te desnudan y atan los
pies y las manos a una barra, como se asa a los pollos, para después golpearte
y echar encima todo tipo de desperdicios. Además, profieren continuamente
amenazas contra la familia y contra nuestro honor”.
“Durante las torturas puede haber hasta
veinte verdugos, y están tres, cuatro horas…, algunas veces toda la noche.
Luego te llevan al desierto y dicen que
eso son los derechos humanos y que no vamos a lograr nada”.
Hayat y Enguía tienen ahora 23 años, forman parte del “Foro
para el futuro de la mujer saharaui” y con una profunda convicción en sus ideas
y gran determinación en sus objetivos denuncian en distintos escenarios las
difíciles condiciones en que viven los saharauis y la “feroz y brutal”
represión del régimen marroquí.
Piden ayuda para luchar “contra el bloqueo
informativo impuesto por Marruecos y que ahora, gracias a Internet y las nuevas
tecnologías, el mundo ya sabe de las atrocidades que ocurren el Sáhara
Occidental ocupado”. Citan la represión que hubo en 2005, cuando volvieron a
encarcelar a Aminetu Haidar, o la acampada de Gdeim Izik, el campamento de
protesta levantado a las afueras de El Aaiún en 2010, “una lección al mundo, especialmente a la
Unión Europea y España, de la lucha
pacífica del pueblo saharaui, por el que varios activistas fueron condenados a
importantes penas, algunas de cadena perpetua, por un tribunal militar”.
España, responsable del destino de los
saharauis
Esta referencia al país que les colonizó no
es un caso aislado y constantemente sale el dolor y la indignación que produce
la actuación de los diferentes gobiernos de España.
“Mis abuelos y padres no pueden olvidar que
los colonizadores españoles, de la noche
a la mañana, nos entregaron a dos
ejércitos invasores”, afirma Hayat, y añade cómo hace unos meses “España, junto
con Francia, colaboró para que no saliera adelante la propuesta americana de
que la Misión de Naciones Unidas para el Sáhara Occidental (MINURSO) tuviera
competencias en la vigilancia de los DDHH”.
“Nuestro pueblo nunca cesará en afirmar que
el gobierno de España sigue siendo responsable del destino de los saharauis y
que su silencio cómplice, como el de Francia, ante las diarias violaciones de
DDHH favorece la política de ocupación marroquí”.
“Los saharauis –concluye– a pesar de la represión y de las atrocidades
que se cometan seguirán luchando por sus legítimos derechos, la libertad y la
independencia. Llevamos 40 años resistiendo, seguiremos y nunca cesaremos en
nuestra lucha por la dignidad”.
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