“Cuando quiera venir a El Aaiún como
alcaldesa de Zamora, será bienvenida y estaremos encantados de recibirla, pero
como activista antimarroquí no queremos verla por aquí”, le dijo alguien que se
identificó como alcalde de El Aaiún (en realidad, un jefe policial de las fuerzas desplegadas en
el aeropuerto), que subió al avión acompañado por un traductor para indicar a
Rosa Valdeón el camino de vuelta a Las Palmas.
Me cuenta Valdeón que justamente su viaje
era a título particular, por razones humanitarias y al margen de su cargo
político. Junto a otras tres mujeres (no cuarenta, como decía ayer la prensa
oficial marroquí), formaba parte de una delegación de asociaciones de Castilla
y León solidarias con el pueblo saharaui. Quería conocer sobre el terreno las
condiciones de vida de nuestros antiguos compatriotas. Y ayudar en lo posible
por su cuenta y riesgo, no por cuenta del PP, ni del Ayuntamiento de Zamora, ni
mucho menos del Gobierno español. A título personal y por razones de
conciencia. ¿Es tan difícil de entender?
Aunque haya tantos precedentes, no es una
simple anécdota. Es categoría. Sobre todo teniendo en cuenta que el incidente
se ha producido apenas veinticuatro horas después del viaje relámpago a Tetuán
de nuestro ministro del Interior para disculparse en nombre de España por el
“incidente” (palabra eliminada del relato del ministro Fernández Díaz) de la
lancha de la Guardia Civil que interceptó el yate de recreo de Mohamed VI (“¿No
saben ustedes quién soy?”).
Pedir disculpas no supone poner la otra
mejilla. Entiendo lo conveniente que es para nuestros intereses la buena
vecindad y el excelente grado de colaboración que, especialmente en materia de
inmigración, terrorismo islámico y narcotráfico, se ha logrado entre nuestro
ministro y su colega Mohamed Hasad, cuyas buenas relaciones personales son
conocidas. Pero insisto en que estamos ante una cuestión de principios. Al
negar la entrada de cuatro ciudadanas españolas en El Aaiún, a las que les esperaba
un desproporcionado e intimidatorio despliegue policial en el aeropuerto, el
Gobierno marroquí se ha vuelto a pasar por el arco del triunfo el respeto a los
derechos civiles y a la legalidad internacional. En este punto recordemos por
enésima vez que Marruecos no tiene título de soberanía sobre el Sahara
Occidental. Como ustedes saben, es territorio “pendiente de descolonización”,
según la vigente doctrina de la ONU.
El Ministerio del Interior no quiere
relacionar la expulsión de las cuatro mujeres (Rosa, Inés, Verónica y María)
del territorio saharaui ocupado por Marruecos a finales en 1975 con el malestar
de Marruecos por el cruce del Rey Mohamed VI con la Guardia Civil del mar. Y
probablemente no exista esa relación, puesto que este tipo de incidentes
(dificultades para viajar a El Aaiún de personas simpatizantes con el pueblo
saharaui) son frecuentes. Pero se echa de menos algún gesto de arropamiento
oficial a las cuatro mujeres de la Comunidad de Castilla y León que el viernes
pasado fueron víctimas de la real gana del Gobierno marroquí en materia de
libre circulación por zonas donde ni siquiera hace falta un visado. Sin embargo,
al menos hasta la hora de escribir este comentario, el Gobierno todavía no ha
dicho esta boca es mía. La única llamada de apoyo recibida por la alcaldesa de
Zamora ha sido la del consejero de Presidencia de la Junta de Castilla y León.
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