“Nació
en una cárcel a cielo abierto”, dice Ismael Emboirik, joven saharaui residente
en Canarias que fija más que el año el lugar que marcó la vida y la muerte de
Mohamed Lamine Haidala, por el que Takbar Haddi, su madre, estuvo en huelga de
hambre 36 días. Ahora, esta huelga de hambre es rotatoria. “La independencia
del Sahara Occidental era su obsesión”, rescata Salah, el marido de su madre.
Mohamed Lamine Haidala nació en El Aaiún en
1994, casi 20 años después de la marcha verde y con los cascos azules ya
desplegados en su país con la misión de celebrar un referéndum que aún no ha
llegado. Nació el dos de febrero, el mismo día que su madre, pero 20 años
después. Antes de los 10 años el inquieto Mohamed ya vivía con sus abuelos en
el barrio Casa Piedra, después de que su madre, Takbar Haddi, se separase y
emigrase a Canarias.
Espigado y flaco, Mohamed Lamin siempre
estuvo cerca del Frente Polisario y del activismo saharaui por la independencia
en el Sahara Occidental. Con 15 años participó en diferentes manifestaciones
que se realizaron en el mes de noviembre en El Aaiún en solidaridad con
Aminatou Haidar durante su huelga de hambre. En una de estas protestas tuvo su
primer conflicto con la policía marroquí, al verse acorralado en un pasaje de
la ciudad y recibir los primeros golpes, recuerda un familiar que se mantiene
en el anonimato. Un año después participó en el campamento de Gdeim Izik, la
protesta que llevó a más de 15.000 saharauis a levantar jaimas a una veintena
de kilómetros de la capital del Sahara Occidental. “Era de los que llevaba un
peto amarillo”, señala Hassana, uno de sus amigos. Hassana no se llama así,
pide que no se publique su nombre real. “Mohamed paseaba orgulloso su uniforme”
y se encargaba de “coordinar a los más jóvenes”.
El día que Gdeim Izik se desmanteló, en las
calles de El Aaiún se produjeron fuertes disturbios, que acabaron con varios
fallecidos y decenas de heridos. Entre los heridos estuvo Mohamed Lamine
Haidala, que no fue detenido. Desde entonces su vida no ha tenido tregua. Junto
con un compañero, daba clases a niños por las tardes. Les contaba la lucha que
había llevado a cabo el Frente Polisario y les hablaba del objetivo de la
independencia.
Desde las fuerzas de seguridad de Marruecos
se asegura, sin embargo, que Mohamed Lamine Haidala era un joven
"delincuente" y que "consumía drogas de forma habitual".
“Estabas hablando con él y cuando te
girabas, ya se había ido, siempre estaba haciendo algo por su causa. La
independencia del Sahara Occidental era su obsesión”, recuerda Salah, marido de
Takbar Haddi, que explica que lo conoció hace dos años, por el mes de
diciembre. “Cuando llegué a la casa estaba con el brazo vendado, porque después
de haber sido detenido le habían hecho varios cortes con una cuchilla en la
muñeca”, relata. Esas heridas dificultaron para siempre el movimiento de su
mano derecha.
En su decimonoveno día en huelga de hambre,
Takbar Haddi recibió a GuinGuinBali cerrando un bolso negro en el que guardaba
las dedicatorias que le dejan los que la visitan. Mostraba una sonrisa sin
fuerzas. Vio por última vez a su hijo en diciembre. La última vez que habló con
él fue el día de la pelea que le provocó la muerte. “En diciembre le pedí por
favor que se fuera de El Aaiun, que si no quería venir a Canarias, que fuera a
Mauritania”, rememora. La miró “muy fijamente”, recuerda, y le dijo que “nunca”
se iba a marchar de su país. “Yo sabía que iba a morir, tarde o temprano”,
acaba emocionada.
Estaba haciendo un curso de fontanería,
creía que podía ser una profesión que le diese para vivir. Sus airadas
reacciones ante la policía marroquí le había costado persecuciones y
detenciones en los últimos meses. Mohamed Lamine Haidala no la reconocía como
fuerzas de seguridad, “eran sus enemigos”, dice Hassana. “Y así, aquí, no
puedes vivir, tarde o temprano te pasa algo”, acaba.
Era el sábado 31 de enero, poco después de
las nueve de la noche varios ciudadanos marroquíes se dirigieron a Mohamed por
su condición de saharaui. Él reaccionó a estos insultos e iniciaron un
intercambio de golpes “hasta que una piedra le impactó en la cabeza y cayó al
suelo”, cuenta Sidi Haddi, su tio. Cuando llegó la ambulancia, en la primera
observación, además de una herida en la cabeza se detectó un importante corte
en el cuello. Durante el día 1 de febrero se produjeron varias entradas y
salidas del centro médico Ben Mehdi de El Aaiún.
El 2 de febrero consta su ingreso en el
registro. Se le inyectó calmantes y ese mismo día declaró ante el procurador
del Rey Mohamed VI en El Aaiún. Le pidieron un certificado médico y su tío Sidi
Hadi explica que al solicitarlo para aportarlo se lo negaron. Quedó en libertad
vigilada unas horas, pero volvió al hospital al mañana siguiente, sin
recuperarse de las heridas. Ingresó en el Hospital Hassan II a las doce de la
mañana y según Sidi Haddi pasada las nueve de la noche “perdió el
conocimiento”. Según el relato de su familiar “el día cuatro por la mañana lo
llevaron a urgencias y reaccionaba”. Le comunicaron que debían llevarlo
urgentemente al hospital de Agadir, en Marruecos. “Tuvimos que alquilar una
ambulancia”, explica su tío. Una hora después, partieron hacia Agadir, ciudad
que está a más de 600 kilómetros de El Aaiún.
Mohamed Lamine Haidala murió en Agadir,
Marruecos, unos días después. Takbar Haddi, su madre, estuvo en huelga de
hambre 36 días. Pide saber qué le causó la muerte a su hijo y poder ver su
cuerpo por última vez. El consulado de Marruecos en Las Palmas, frente al que
estuvo sentada o acostada Haddi, asegura que le ha ofrecido ver la autopsia y
ella no lo desmiente, solo que quiere un documento independiente porque piensa
que “Marruecos es el verdugo” de su hijo. Haddi tiene dos hijos más, ambos
viven en Canarias. Ahora la huelga de hambre sigue de forma rotatoria. “Si
Mohamed estuviese vivo estaría pidiendo Justicia. Soy su madre. Su madre. Su
madre” clama Takbar con esa expresión de tenacidad imbatible con la que mira.
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