No es la primera vez, ni será la última si
nada cambia, que me repito muy a pesar mío. Vuelvo a hablar de una fecha triste
para mí y para todo el pueblo saharaui. No es fácil olvidar que el catorce de
noviembre de 1975, el estado español decidió unilateralmente firmar unos
acuerdos por los que vendía a miles de personas, como si de corderos se
tratase, a un país extranjero.
Nunca conoceremos toda la verdad hasta que
aquellos documentos se hagan públicos, pero si podemos contar lo que vimos con
nuestros propios ojos. No es temerario decir, aunque a algunos les duela, que
España traicionó al pueblo saharaui. La población que vivía en el territorio
confiaba en las promesas hechas; en el referéndum de autodeterminación, en la
independencia de la colonia. Aún hoy, todavía hay nostálgicos que nos acusan de
ser los culpables de la entrega del Sahara a Marruecos. Decían “Fuera España”,
nos dicen. Les da vergüenza aceptar que en la colonia los únicos que vivían mal
eran los saharauis, que pisoteaban nuestros derechos porque éramos ciudadanos
de segundo orden en nuestra tierra. No quieren reconocer que el Sahara era
nuestro, que los que vinieron de fuera eran ellos. Más que pedir que se fuera
España, deseábamos que se restituyeran nuestros derechos, la dignidad nos lo
pedía.
Un momento histórico tan ignominiosos no
puede ser ignorado. Estamos obligados a recordarlo cada 14 de noviembre. La
firma de ese documento condenó a la muerte a miles de personas. Por supuesto
que el culpable es Marruecos, pero sin el acuerdo de España nunca hubiese
ocurrido lo que sigue pasando. El reino alauí es culpable, pero el reino de
España es responsable, por mucho que intente mirar hacia otro lado.
El pueblo canario es quizá el que más
vínculos ha mantenido con los pobladores del territorio desde tiempos
ancestrales. Hay pruebas que demuestran los intercambios de diversa índole
entre los pescadores isleños y las tribus del desierto. Una historia común que
hoy se desconoce. Personalmente me duele, cuando en institutos y universidades
observo que los jóvenes desconocen la existencia del Sahara Occidental. A la
pregunta obligada de si saben que país es el más cercano a las islas, la
respuesta es siempre la misma: Marruecos. Un territorio que se encuentra apenas
a cien kilómetros es totalmente desconocido. No creo que sean ellos los
culpables de ese desconocimiento, aunque estoy convencido que hay intereses
ocultos a los que beneficia que el Sahara no exista en la mente de las nuevas
generaciones. Ellos, por supuesto, no pueden saber que antes de 1975 no habían
marroquíes en Canarias, tampoco que los únicos que venían de la otra orilla
eran los saharauis. Mucho menos que miles de canarios vivían y trabajaban en el
Sahara Español.
Los medios de des-información ya se
encargan de esa tarea, cuando menos se hable del Sahara, mucho mejor. No
digamos nada de las plumas de algunos pseudo periodistas que están al servicio
del que entrega el sobre en el consulado. Realmente es patética la simbiosis
entre algunos políticos y empresarios que se mueren por poder invertir en el
Sahara Ocupado, pasando por alto, que es un territorio donde cualquier
explotación de los recursos naturales es expolio. Lo más grave es que intentan
convencer de que allí no ocurre nada. Para ellos no existen los presos
políticos, ni las torturas, ni las violaciones, ni las desapariciones, ni las
fosas comunes, solo un territorio casi virgen, donde intercambiando dádivas con
los marroquíes, se pueden hacer ricos.
La relación de Canarias con el Sahara debe
ser otra cosa. Somos dos pueblos hermanos que hemos estrechados lazos de
amistad en una historia común, no dejemos que la serpiente nos envenene.
Luchemos mano con mano para que no haya más catorce de noviembre.
Escribió el poeta Pedro Lezcano:
Mirando al sol poniente
los niños saharianos,
rezan, sueñan y cantan una patria
que jamás han pisado.
Más allá del ocaso, nuestros niños,
en idioma común, oyen sus cantos
desde la misma arena,
el mismo sol y el mar que les robaron…
Bachir Ahmed Aomar, 14-11-2016.
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