Jorge Molinero Huguet presenta en su
segunda novela, ‘La enfermera del desierto’, todo un canto de principios que
tiene como centro el Sáhara
*Fuente: Diario 16. Por Carlos R. Martínez
- 26/10/2019
Molinero presentará su obra el 30 de
octubre en la librería Alibri de Barcelona, mientras que el 13 de noviembre lo
hará en la Casa del Libro de Gran Vía de Madrid, ambos días a las 19:00 horas.
Diario16 conversa con el escritor sobre la literatura como fuerza para
conmocionar y del pueblo saharaui como la motivación que identifica su
literatura y su causa.
¿Qué hecho despierta su interés por el
pueblo saharaui?
Yo nací en Lanzarote en el año 1972, apenas
a cien kilómetros de la capital del Sáhara Español, provincia número 53 de
España. Mi padre realizó el servicio militar en El Aaiún, y crecí escuchando
sus historias del desierto. Muchos años después, en 2003, viajé por primera vez
a los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, en una misión de
identificación para la ONG Ingeniería sin Fronteras. Con la información que
recopilamos formulamos un proyecto ambicioso para la exploración de aguas
subterráneas y la perforación de nuevos pozos profundos que permitieran
aumentar el caudal disponible para los abastecimientos de agua potable de la
población refugiada. Desde el año 2004 hasta el 2007, fui el responsable de
dicho proyecto y tuve la oportunidad de trabajar con muchos saharauis, y de
conocer la vida en el desierto. Muchos de mis mejores amigos son saharauis. El
pueblo saharaui es un ejemplo de dignidad para el mundo, y constituye una gran
vergüenza para Marruecos, España y Francia. Marruecos es culpable de un
genocidio atroz, España es la responsable política de la situación, y Francia
apoya irresponsablemente a Marruecos y frena cualquier tipo de posibilidad real
para la solución del conflicto.
¿Existe una literatura sobre el Sáhara?
¡Ya lo creo! Existen, probablemente, miles
de libros sobre el Sáhara. Desde las famosas obras de Laurence de Arabia y
Saint-Exupéry, hasta Desierto, del premio nobel francés Le Clézio. De hecho,
utilizo con frecuencia este último caso como ejemplo de que la excelencia
narrativa no conlleva necesariamente rigor u honestidad. Cualquiera que lea a
Le Clézio podrá sentir que cabalga a lomos de un camello, formando parte de una
caravana de beduinos, mientras atraviesa un majestuoso cordón de dunas bajo un
sol implacable, pero acabará absolutamente engañado respecto al contexto
histórico e incluso geográfico en el que transcurre la novela. ¡De verdad! es
una barbaridad tras otra, habla de personajes históricos situados en tiempos
que no le corresponden, se describen con todo detalle ciudades que no fueron
fundadas hasta cien años después. ¡Un despropósito que acabó nada menos que en
Premio Nobel!
En lo que respecta exclusivamente al
antiguo Sáhara Español, ahora Sáhara Occidental según las Naciones Unidas,
también existe mucha literatura, aunque mayoritariamente de carácter histórico,
periodístico o científico, o un género que Pablo Ignacio de Dalmases ha
bautizado como “literatura solidaria”, patrocinada por ONG y casi siempre
enfocada en denunciar la situación de la población saharaui refugiada. Sin
embargo, se ha generado muy poca literatura de narrativa, ficción o poesía.
Cabe resaltar a Luis Leante, Premio Alfaguara 2007, o a Gonzalo Moure, con toda
una maravillosa (y también premiada) obra de narrativa infantil y juvenil,
entre algunos otros igualmente notables. Pablo Ignacio de Dalmases publicó un
libro muy interesante titulado El desierto imaginado, en el que recopila de
forma magistral la producción literaria inspirada por el África Occidental
Española (Sáhara e Ifni).
Y, ojo, todo esto hablando de literatura
occidental, claro, escrita por la metrópoli que, en el fondo, siempre domina el
relato en cualquier contexto colonizador. Pero, a pesar de que la tradición
literaria y poética hasaní (la lengua de los saharauis) es oral, las personas
cultas practicaban la escritura desde tiempos inmemoriales. El mismo Caro
Baroja cita la biblioteca de Ma El Ainin, un personaje histórico fascinante que
dominó esa parte del desierto a finales del siglo XIX, y aporta los títulos de
más de cincuenta obras ¡escritas por él mismo! Lamentablemente esa biblioteca
se ha perdido (aunque yo creo que debe estar en España, bien en las estanterías
de alguna vivienda del Barrio de Salamanca, o quizá olvidada dentro de cajas en
algún almacén de un archivo militar, aunque esa es otra historia). Y lo que es
más importante, en España existe un colectivo de intelectuales saharauis que
escriben en español, y que producen obras antropológicas, históricas,
narrativas y poéticas muy interesantes. Se autodenominan la Generación de la
Amistad.
¿La enfermera del desierto es una
continuación de su primera novela Toda la muerte para dormir?
No es exactamente una continuación. Más
bien es una secuela. En Toda la muerte para dormir recreo la vida de El Uali
Mustafa Sayed, el líder máximo de la revolución saharaui. El Che Guevara del
desierto o el Mandela saharaui, como se le ha llamado. La enfermera del
desierto se sitúa en la misma época histórica: desde los años 50, cuando nacen
los principales protagonistas, hasta el año 1976, momento en el que se declara
la independencia de la República Árabe Saharaui Democrática. Sin embargo, esta
segunda novela es mucho más coral, con dos personajes principales y un puñado
de secundarios importantes que permiten aportar diversos puntos de vista para,
entre todos, completar la historia. Además, también a diferencia de la
anterior, existen dos narradores: yo (Jorge Molinero) en la introducción y el
epílogo, y un narrador diferente en el cuerpo de la novela.
¿Qué cuenta La enfermera del desierto?
La novela cuenta, en realidad, los sucesos
históricos que desembocaron en la, probablemente, mayor injusticia política que
existe hoy en día en el mundo. En el año 1976, España abandonó a su antigua
provincia, es decir, a ciudadanos españoles, y abandonó el territorio sin
descolonizarlo según las normas establecidas por las Naciones Unidas, dejando a
sus habitantes a merced de un rey de Marruecos expansionista y cruel, cuyas
fuerzas armadas entraron a sangre y fuego. Eso es lo que cuenta la novela.
Ahora bien, no se trata de una descripción histórica de los hechos, sino que me
aprovecho de una serie de personas que vivieron aquella época, y los convierto
en personajes de novela. El eje central es una historia de amor “imposible”
entre un enfermero saharaui y una enfermera catalana, que coinciden en Tenerife
y se enamoran. Después, al estallar la guerra, el joven saharaui decide unirse
al ejército del polisario y su novia, probablemente sin saber muy bien lo que
hacía, cegada por el amor juvenil, parte en su busca hasta dar con él, y se ve
inmersa en una guerra de guerrillas en un desierto hostil y entre terribles bombardeos
con gas napalm y fósforo blanco. Y alrededor de este eje pivotan otras
historias, como la de Gurutze, una enfermera vasca también enamorada de otro
guerrillero saharaui, o la de Anna Gaspar, estudiante de medicina que abandona
una vida cómoda y burguesa en Barcelona para acabar atendiendo heridos de
guerra, o Pablo Ignacio de Dalmases, director de RTVE en el Sáhara, que asiste
como un espectador privilegiado a todo lo que sucede en la provincia española.
¿Qué puede aportar la ficción a la transformación
de una realidad?
Decía Ortega y Gasset que hay tantas
realidades como puntos de vista, que el punto de vista crea el panorama. Y
efectivamente creo que es así, las realidades se construyen, los panoramas se
moldean y modifican mediante las observaciones y las interpretaciones que
hacemos cada uno de nosotros. Nunca entiendo bien cuando alguien dice que ha
creado una obra basada en hechos reales. ¿Qué son los hechos reales?, me
pregunto. Mi novela está basada en muchos testimonios, es decir, recuerdos.
¿Son reales los recuerdos? ¿Qué es la memoria? ¿Es realidad o es ficción? ¿o
más bien algo intermedio? La enfermera del desierto es también una reflexión
sobre estos asuntos. En el epílogo me atrevo a aventurar una especie de teoría
que postula que la memoria no es ni realidad ni ficción, sino las dos cosas a
un tiempo, de la misma manera que un punto de tangencia no es ni círculo ni
línea, pero pertenece a ambas geometrías.
La literatura actual pareciera estar
sumergida en la complacencia, son pocos los autores que escriben para incomodar
los parámetros de la realidad. ¿Qué piensa usted de esa afirmación?
Bueno… Justamente le acaban de conceder el
Premio Nacional de Narrativa a Cristina Morales, que ha publicado un libro
absolutamente incómodo, yo diría que incluso punk. Y Houellebecq es un súper
ventas internacional, y no es precisamente muy complaciente. Pero entiendo la
pregunta, pues es verdad que estamos en un momento dominado por eso que se ha
llamado autoficción, o incluso la literatura del yo, en el fondo acorde con
esta sociedad egocéntrica de selfies y redes sociales dedicadas a la exaltación
de uno mismo. Hay obras de ese estilo que me han gustado mucho, pero muchas
otras me han aburrido terriblemente. Creo que cualquiera que escriba, en
general, debe tener algo que decir que merezca la pena ser escuchado y, si
encima lo hace en primera persona, todavía más. También creo que cualquier
libro debe conseguir al menos uno de estos dos requisitos: descubrir al lector
cosas que desconocía antes de la lectura, o bien conmoverlo profundamente. Y
los libros que consiguen ambas cosas a la vez son los realmente buenos.
Si no pudiera publicar, ¿igual
escribiría?
No lo sé. Supongo que sí, porque he escrito
cosas que no he publicado, ni creo que lo haga nunca. Una novela fallida,
relatos, poemas… Pero publicar es sin duda un gran aliciente. Supongo que todo
aquel que escribe tiene la aspiración de ser leído y, con suerte, elogiado.
Todos necesitamos un masajito en el ego de vez en cuando.
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