lunes, 13 de enero de 2020

En el adiós de Baba Jouly, músico y viceministro de cultura de la República Saharaui

*Fuente: Nubenegra. Por Manuel Domínguez. 13 de enero de 2020
Baba Jouly ha fallecido en Pamplona en la tarde del 8 de enero de 2020. Pocos días antes le habían detectado un cáncer de colon cuando le trataban otra dolencia. Fue operado, pero apenas sobrevivió una semana. Esto ha tenido lugar en Pamplona, en la misma clínica que murió Baba Salama en 2005.
Conocí a Baba el 9 de octubre de 1997, en el campamento de Auserd. Era el segundo día del Festival de Cultura y Artes Populares.
«Por la tarde, en un jeep nos hacen sitio a Zazie, al Rubio y a mí, para llevarnos al recinto del festival. En aquél momento el conductor se gira hacia nosotros y pregunta a Zazie algo que ella no entiende.
—¿No eres española?
—No, soy alemana.
—Entonces, podemos hablar en alemán —dice el conductor riendo, y cuenta que ha estudiado en Austria.
—Trabajo para el Ministerio de Cultura.
Yo le explico el motivo de nuestra presencia en el festival.
Cuando nos bajamos del coche, el Rubio nos informa de que Baba Jouly es viceministro de Cultura y nos va a preparar una reunión con el ministro.»
Así lo cuenta el libro de “La voz indómita”, en la página 26. Su nombre volverá a aparecer en otras 19 páginas. De hecho, si no hubiera sido por él, Nubenegra no habría podido producir y publicar 11 Cds y participar en unos cuantos proyectos centrados en la música saharaui. Como los dos festivales “Sáhara en el Corazón”, cuya infraestructura en el campamento de Smara asumió Baba Jouly.
En aquellos años, finales de los 90, me comunicaba con él por fax para organizar giras del grupo Leyoad por España y Europa. Apenas sabía de su trayectoria personal, nuestras conversaciones giraban siempre sobre la música y la cultura saharaui y los proyectos que nos traíamos entre manos.
Como colaborador de la revista “SHUKRAN”, yo había publicado en 2010 un artículo sobre el grupo El Uali (El Wali – Luali – Shaid / Mártir El Uali Mustafa Sayed, Grupo Nacional de Cantos y Danzas Populares) tras entrevistar a Kaziza, guitarrista y miembro fundador del grupo.
Cuando andaba con el proyecto “Cuéntame Dah / Cuéntame Abuelo” aproveché un encuentro con Baba en Madrid, el 15 de junio de 2012, para que me contara su experiencia con El Uali.
«En el 76 nos habían mandado a estudiar fuera y a los 10 años volvimos a los campamentos con nuestras formaciones completadas. La guerra estaba todavía activa. En ese momento Jatri Ahdu era director de Cultura, que dependía del Ministerio de Información. Conocía muy bien el tema de la música y planteó una prolongación de El Uali. Entramos tres o cuatro músicos que veníamos de estudiar en distintos países, con lo que traíamos con nosotros ritmos y melodías muy diferentes que aportar a esa idea que era El Uali. Cuando se creó el Ministerio de Cultura, Tammy fue nombrado ministro y, además de la música, se empezó ya trabajar en áreas diferentes, teatro, artes plásticas, poesía. En esa época se formó un grupo sólo para baile y medej y los grupos de música popular de las wilayas.
La primera cosa en la que participamos fue en un festival de la canción árabe, en Argelia. Preparamos dos o tres canciones nuevas para esa primera salida. Al poco tiempo cada uno de nosotros estaba trabajando con los grupos de jóvenes de las wilayas participando en los festivales de la juventud que se hacían los veranos. En ese año se produjo una especie de boom de la música saharaui con tantos jóvenes que se incorporaron a la música.
Se crearon muchas canciones nuevas. Mejoramos el serbat, también el sgaier, introduciendo una melodía que encajaba perfectamente.
Otra cosa que nos planteamos fue darle una estructura a las canciones. Hasta entonces una canción se sabía cómo empezaba pero no ni cuándo ni cómo terminaba. Cada cual la tocaba como quería. Decidimos fijar las canciones y que siempre se tocara una canción del mismo modo. Nos lo planteamos como un reto y lo realizamos.
El segundo tema fue organizar unas competiciones entre las wilayas, coordinadas con Jatri, marcando objetivos, para que no viniera todo el mundo con canciones en fagu o liyen, que es muy fácil, o en lebteit, que todo el mundo lo conoce. Que prepararan canciones y danzas y medjas en formas concretas, para que trabajaran con ideas nuevas.
A los dos o tres años conseguimos consolidar grupos musicales en todas las wilayas. Luego se creó Leyoad, para presentar en Europa las primeras grabaciones de Nubenegra. Y terminé como director de los grupos musicales dentro del ministerio hasta llegar a ser Secretario General del Ministerio de Cultura.
Yo estaba en la wilaya de Smara, Ali Mohamed estaba en Auserd. Entraron Boika, Hamma Hassan.
Todo esto era muy importante para certificar el distanciamiento con respecto a los mauritanos y su cultura de clases respecto a los músicos. Que los músicos saharauis no somos igawen, somos gente normal que cree que la música y el frente cultural son tan importantes como el militar para un país que está luchando por sobrevivir. Algo fundamental en ese momento.
Hasta entonces los poetas traían sus poemas y los músicos los convertían en canciones. Pero nosotros empezamos haciendo la música y llevándole a los poetas algunas palabras que rimaban, explicándoles lo que queríamos plasmar en la canción. Todo esto coincidió con la aparición en el 2º año de otros poetas jóvenes como Mohamed Lamín Allal Daf, con un buen nivel cultural. Una forma de no tener que estar pendientes de lo que escribían los poetas consagrados.
Introducir los teclados fue muy difícil. Yo conocía sólo algunas gamas. Aprendí a tocar los teclados entre Argelia y Libia. Lo de Libia era música oriental, con los cuartos de tono. Y cuando regresé a los campamentos me tocó investigar para poder resolver algunas gamas. Era en 1985.
En aquella época el Polisario estaba muy bien organizado. Lo que más costó fue hacerle entender al antiguo grupo de El Uali y a los grupos de las wilayas que debían organizar un espectáculo. Que la puesta en escena era fundamental. Que no es lo mismo grabar música que presentarse en un escenario. No teníamos experiencia y era un reto difícil al que enfrentarnos.
Cuando estuve grabando en Francia o en Bélgica todo mi interés era hablar con los técnicos para perfeccionar la presentación.
¿Cómo podemos hacer, Manuel, que la música saharaui se pueda presentar mejor? ¿Cómo hacérsela entender a un europeo?
Mariem y Aziza, disciplina, ambición, trabajo y objetivos que se van consiguiendo. Una de las cosas que no se consiguió entonces es formar algún grupo en el que participaran saharauis y europeos. Y eso sólo lo han hecho Aziza y Mariem. Y también utilizar recursos musicales que nunca han estado a nuestro alcance. Y no me refiero a las cajas de ritmo, que es algo que suena sintético, ni a los efectos que les ponen a las guitarras, que son horribles.
En 1987 organizamos una caravana cultural, La Caravana de la Amistad, que viajó por vía terrestre a 7 países africanos: sur de Argelia, Mali, Burkina Faso, Benin, Togo, Ghana y Mauritania. Duró 6 meses, integrada por el grupo El Uali; algunos poetas, entre ellos Bachir Ali; una delegación política; y la gente de una exposición de fotos y artesanía. Éramos en total 50 personas. ¿Puedes imaginar lo complicado que fue? Si vacunábamos a los músicos no podían tocar, y con los bailarines, igual; había que hacerlo en los días de descanso, cuando se viajaba. Era divertido, éramos jóvenes con mucha fuerza y muy comprometidos.
Sobre los dos discos en que participé, uno en Bélgica y otro en Francia. El de Francia era una cosa muy improvisada. Al de Bélgica debía ir un chico que tocaba el teclado, pero no le salió el visado a tiempo y tuve que ir yo, sin conocer muy bien las canciones. Y pasó algo parecido con una cantante y al final fue Shueta. Y ella debía trabajar un mawal que no le salía, y lo repitió 20 veces hasta que lo consiguió. Pero aquello se le quedó grabado y ahora canta todo de esa forma, como aquél mawal.
En el 94 me fui estudiar a Austria y allí pasé 3 años. A la vuelta me quedé en la administración del Ministerio de Cultura con la ventaja de que, al ser músico, entendía mejor los problemas suyos y podía preparar mejor las giras y las grabaciones. Es fundamental entender lo que están haciendo para poder colaborar. He tratado de explicarle a los cuadros del Polisario que hay que proteger el arte saharaui.”
En noviembre de ese 2012, comprobé encantado cómo Baba Jouly, viviendo ya en España, seguía comprometido con la cultura saharaui. Participó en unas jornadas en Salamanca que incluían talleres sobre la música saharaui, baile y percusión. Allí estaba él, junto con Mariem Hassan, Lamín Allal, Vadiya, Eduardo Contreras y Luis Giménez, entre otros. Recuerdo que en la sala que se desarrollaban los talleres había un piano. En algún momento Baba se sentó y se puso a tocar y Mariem a improvisar con él. Un escalofrío me recorre el cuerpo desde los pies a la coronilla al recordarlo. ¡No lo grabé! ¡No lo grabé! Me consuelo pensando en los versos en la madera, que los saharauis borran tras escribirlos. La poesía queda en ese momento de disfrute que ya no se puede volver a saborear más que con su recuerdo más o menos difuso.
Por entonces Baba me contó que Luis Giménez, guitarrista de Villena que acompañó a Mariem en sus últimos años, le había pasado un DVD con el documental “Los mares del desierto”, fruto de una estancia en los campamentos en la que estudió con ahínco la música haul. Que al final del documental Luís se refería a un mar (una gama / afinación) muy utilizada en los bailes que se llama Lehdar, cuando en realidad se llama Tehrar, sin saber que en nuestro idioma hasanía Lehdar significa Mierda. Baba Jouly me confesó que estuvo a punto de poner en YouTube un comentario: “Aquí sólo una T separa este gran trabajo de la Mierda”
¡Por ti, Baba!
Manuel Domínguez

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