La Comunidad saharaui y pro
saharaui en pleno se ha llenado de indignación después de que el ministro de
Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, calificara de “inviables” las
propuestas de la ONU y EEUU de extender las competencias de la MINURSO (Misión
de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental) a la
protección y defensa de los Derechos Humanos (DDHH) de la población saharaui.
Esta indignación, mal que nos
pese, no es más que un acto de ingenuidad. Y lo es porque este Gobierno
ultraconservador, como ya sucediera con todos los anteriores (fueran del signo
que fueran), ha venido traicionando sistemáticamente al pueblo saharaui, a
ciudadanos que aún guardan su DNI español. Todos los Ejecutivos que ha tenido
España en democracia han mentido en sus programas electorales y han terminado
metiéndose bajo la chilaba de Hassan II y Mohamed VI.
Pero el acto de ingenuidad es
ahora todavía más patente porque, si el Gobierno de Rajoy ni siquiera vela por
los Derechos Humanos dentro de nuestras fronteras, ¿cómo hemos podido siquiera
pensar por un momento que movería un sólo dedo para velar por ellos en el
exterior? Hemos pecado de inocentes o de optimistas irrendentos al pensar que
este grupo de políticos que se hizo con el poder de manera ilegítima sería honesto
en sus políticas para con el pueblo saharaui. Sencillamente, era algo imposible
considerando que entre medias hay jugosos intereses comerciales con el régimen
de Rabat. A fin de cuentas, a este gobierno, como a los anteriores, no les
tiembla la mano a la hora de sacrificar vidas humanas a cambio de equilibrar la
balanza comercial, a la hora de usar los DDHH como moneda de cambio.
Indignarse por las
declaraciones de Margallo es tan ingenuo como hacerlo porque un cura sea
homófobo o el rey un sinvergüenza. Son características tan intrínsecas que
forman ya parte de su propia definición. Y la definición de este Gobierno no es
otra que la defensa del capital, de la riqueza por encima de cualquiera otra
consideración, por encima incluso de las personas, de la democracia misma, que
es utilizada como un medio y no como un fin. De hecho, un Gobierno como el de
Rajoy tan sólo defenderá la democracia mientras ésta sea un instrumento para
seguir generando riqueza para una élite; cuando deje de serlo, tirará de decretazos,
de represión, de censura y manipulación. Y eso no es democracia.
Hemos sido unos inocentes, unos
ingenuos de pacotilla y con todo, ¿saben qué? Prefiero morir así de ingenuo e
indignado que aceptar los dictados de un Gobierno deshonesto, torturador y
profundamente antidemocrático.