El pueblo saharaui nunca podrá olvidar el
legado humano y el compromiso político del fallecido Nelson Mandela. El difunto
líder sudafricano no defraudó a los saharauis. Mandela será recordado, entre
muchas otras virtudes, como uno de los hombres baluartes en la defensa de los
derechos humanos, entre ellos el de los pueblos, y en especial los africanos, a
la autodeterminación.
El extinto líder africano no veía en las
aspiraciones del pueblo saharaui una excepción; lo que justifica que apenas
llegó al poder en Sudáfrica prometió avanzar en el reconocimiento de su país a
la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) durante una visita oficial a
Argelia en 1993. Y aunque no será hasta septiembre de 2004 cuando se materializó de manera oficial
aquel compromiso, estando ya en el gobierno su sustituto el hoy expresidente
Thabo Mbeki, Mandela no retrocedió en su compromiso pese a los interminables
esfuerzos diplomáticos emprendidos por Marruecos para evitar ese reconocimiento
por parte de uno de los estados más influyentes de África.
En agosto de 2004 el expresidente Thabo
Mbeki, quien presidió el gobierno sudafricano entre 1999 y 2008, envió una carta al Rey de Marruecos, Mohamed
VI, en la explicaba que las razones de
tal decisión radicaban en no querer convertirse en “cómplices de la denegación
al pueblo del Sáhara Occidental de su derecho a la autodeterminación”.
Y a renglón seguido aducía los argumentos
que el gobierno sudafricano utilizó para postergar el reconocimiento
diplomático a la RASD hasta cinco años después de dejar Mandela la presidencia,
cuando vio que “la respuesta del Gobierno de Marruecos, de 9 de abril 2004, al
Plan de Paz de la ONU, inequívocamente pretende denegar al pueblo del Sáhara
Occidental su derecho a la autodeterminación”.
Eso provocó una gran ira en Marruecos que llamó a consultas a su
embajador en Pretoria.
Aquella larga demora sudafricana al
reconocimiento diplomático provocó las críticas del Frente Polisario que llegó
a acusar, en un momento determinado, al gobierno sudafricano de “traicionar al
pueblo saharaui por malograr la formalización de lazos diplomáticos”. Hoy en
día el movimiento saharaui cuenta con una embajada en la capital sudafricana, y
mantiene unas excelentes relaciones diplomáticas con el país africano.
La relación de Nelson Mandela con el pueblo
saharaui, y por consiguiente con su representante legítimo, el Frente Polisario,
es a consecuencia, entre otros motivos, del apoyo que Marruecos prestó durante
décadas al gobierno sudafricano en la época del apartheid, y viceversa. Durante
la guerra que enfrentó Marruecos con el Frente Polisario (1975-1991), éste
último capturó en 1979 una gran cantidad de armamentos que llevaban letras
escritos en una lengua parecida al holandés, y que el entonces embajador del
Congreso Nacional Africano (ANC) en Argel reconoció que se trataban de armas
sudafricanas.
Eso hay que añadirle el hecho que Hassan II
patrocinó el fallido golpe de estado, que en 1977, llevaron a cabo mercenarios
franceses contra el entonces presidente de la República de Benin Mathieu
Kérékou, un gran aliado en aquella época del ANC, el partido que Madiba dirigía
desde su prisión.
A partir de allí Marruecos se convertiría,
no solo para el ANC, sino para todos los movimientos revolucionarios del mundo
en un estado reaccionario y sostén de las potencias imperialistas en la región.
Radicalmente opuesto a la Argelia revolucionario, que pasó, después de su independencia
en 1962, en la meca de las revoluciones, ya sean africanas o latinoamericanas.
Por lo que no es de extrañar que la primera visita que Mandela realizó al
extranjero después de asumir la presidencia tuviera como destino la propia
Argelia.
Argelia preparó militarmente al propio
Nelson Mandela; Argelia propició a los miembros del ANC oficinas de información
y armamentos. E incluso el actual presidente sudafricano Jacob Zuma aún
recuerdo con orgullo que durante su lucha contra el apartheid viajaba por el
mundo con un pasaporte diplomático expedido por las autoridades argelinas. Por
esa razón Argelia ha declarado ocho días de luto oficial y la bandera a media
asta por la muerte del “gran amigo” Nelson Mandela.
Por su parte, Marruecos siempre vio en
Mandela una persona enemiga, por su acercamiento a Argelia, y por ende a los
pueblos africanos que defienden su derecho a la libertad y a la
autodeterminación, y una figura próxima a las tesis del Frente Polisario, por
eso se puede explicar que el nombre del líder africano sea incluido en la lista
de las 50 personas que más odian a Marruecos, según un censo elaborado por un
importante seminario marroquí, Hespress.com, en su edición número 21, del 23 de
mayo de este año.
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