La lengua de Cervantes retrocede sin remisión
en el Sáhara Occidental, uno de los pocos lugares de África que llegó a figurar
en el atlas mundial del español en los años 60 y 70 del pasado siglo.
La salida precipitada de los aproximadamente
30.000 españoles que habitaban en el llamado Sáhara español hace ahora 40 años
tuvo consecuencias humanas, políticas, y económicas, pero también culturales:
el español comenzó a perder terreno y hoy es casi un recuerdo.
No quedan casi jóvenes que puedan expresarse
correctamente en español, pero los ancianos saharauis todavía son capaces de
pronunciarlo con un asombroso acento de la meseta castellana.
Las comparaciones son odiosas, pero a veces
pertinentes: mientras que el Colegio La Paz de El Aaiún (único español que
quedó abierto en el Sáhara Occidental) tiene este curso matriculados a 29
alumnos, el francés Paul Pascon de la misma ciudad tiene a 122, a los que hay
que sumar los 110 inscritos en el colegio francés de Dajla, según cifras de los
servicios educativos franceses.
El Colegio La Paz fue abierto en 1955; el
Paul Pascon, en 2013. El español tiene dos profesores, el francés, ocho
solamente en El Aaiún, más una cantidad similar en Dajla. El colegio español
está en franco retroceso, y el francés en ascenso, pues no deja de abrir nuevos
niveles cada año que pasa (de momento solo cubre hasta quinto de primaria). Y
eso que la matrícula del colegio francés viene a ser entre 35 y 40 veces más
cara que la del español, que no cuesta ni cien euros anuales.
¿No quieren los saharauis estudiar español?
Al contrario, se indigna el saharaui Lagadaf
Lahsen, que lleva años combatiendo por una batalla quijotesca: abrir un ciclo
de enseñanza secundaria en La Paz, pues desde el abandono del territorio por
parte de España en 1975 y el cierre de los institutos, no existe continuidad
para los niños que estudian primaria en el colegio.
Un colegio infrautilizado
Para un niño que estudia en el Colegio La Paz,
la escolarización termina abruptamente a sus 12 años, y a esa edad debe
integrarse en un sistema escolar marroquí totalmente distinto, salvo que opte
por desplazarse a Canarias o a algún colegio español de Marruecos, de los que
el más próximo está a 1.200 kilómetros, en Casablanca.
Lagadaf dice que él se deja "casi todo
lo que gana" en mantener a su mujer y sus tres hijos en Tánger, adonde se
han mudado para escolarizarse en el Colegio Español de la ciudad, a un coste
económico -"y emocional", subraya- que muchos no pueden asumir.
Sus hermanos, por ejemplo, ex alumnos de La
Paz como él y que "piensan en español", han optado por la enseñanza
marroquí sabedores de que no podrían asumir la separación de sus hijos o el
coste de enviarlos fuera.
El Colegio La Paz de El Aaiún ocupa media
manzana (la otra media fue expropiada por el estado marroquí para hacer su
propia escuela) en el barrio de Colominas, que data de la época española, y
está obviamente infrautilizado: sólo dos aulas y dos profesores bastan para los
29 alumnos entre preescolar y sexto de primaria, que estudian mezclados en
varios niveles.
La biblioteca, el aula de informática, los
patios para deportes, tristemente desangelados, por no hablar de las 17 aulas
hoy vacías; todo esto daría para acoger hasta 800 alumnos, siempre que hubiera
una continuidad escolar para los niños, recuerda Lagdaf.
Esa y no otra -recuerda- es la razón de que
los saharauis deserten la escuela española. Y que haya un goteo de bajas que
puede terminar en cierre.
¿Y qué sucede con el Instituto Cervantes?
Pues que debido a la particular situación jurídica del Sáhara y a que España se
resiste a desplegarse institucionalmente en el territorio, el Cervantes no
cuenta con alumnos allí donde posiblemente más demanda habría del mundo.
Hay incluso un centro cultural español en
perfecto estado en El Aaiún, que según la Depositaría de bienes españoles en el
territorio sólo necesitaría una pequeña obra para ser operacional y acoger
algunas aulas.
Para paliar tanto déficit y tanto abandono, el
Cervantes ha decidido romper un tabú y comenzar a dar clases en El Aaiún, pero
no en la llamada Misión Cultural Española, sino en La Paz, donde sobran aulas.
La decisión está tomada, pero ahora falta un
sinfín de procedimientos administrativos para poner en marcha las clases,
además de encontrar y contratar a los profesores listos para ejercer en este
rincón africano del desierto.
Una secuela mas de la ignorancia, el desinterés y la corrupción en los sucesivos gobiernos de la socorrida democracia española.
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