Imagen captura de pantalla. RTVE
Dajla (Sáhara Occidental), 6 marzo 2017 (EFE).- ¿Quién le iba a decir a Miguel de Unamuno que un día su nombre serviría
para llevar la lengua española a los confines del desierto del Sáhara? En la
ciudad de Dajla, antigua Villa Cisneros, hoy el español regresa a las aulas
después de haber desaparecido de las mismas durante 40 años.
El próximo viernes se producirá un pequeño
acontecimiento en Dajla, cuando se entreguen oficialmente los primeros seis
diplomas del DELE (diploma de español como lengua extranjera) que se expiden en
una ciudad que fue fundada por los españoles en 1883 y abandonada por ellos en
1975 para ser ocupada por Mauritania y luego por Marruecos.
El "culpable" de que el español
tenga otra vez un sitio académico es la Academia Unamuno, creada por un
voluntarioso saharaui llamado Brahim Hameyada, un hombre con un empeño
quijotesco: "Detener el retroceso del español en el Sáhara", dice a
Efe.
Que se sepa, Unamuno jamás pisó el Sáhara
Occidental y lo más cerca que estuvo fueron los pocos meses de su vida en que
pasó exiliado en la isla canaria de Fuerteventura (enfrente de las costas
saharauis), deportado por la dictadura de Primo de Rivera en 1924.
El nombre de la academia se debe simple y
llanamente al amor que Hameyada profesa por el escritor vasco, solo comparable
al que siente por Miguel Delibes.
Hameyada, que hoy tiene 55 años, aprendió a
leer en una escuela española que cerró abruptamente en 1975, fecha de la marcha
de los españoles [y ocupación de la ciudad por Marruecos]. Muchos años más
tarde, en 2002, "un grupo de cuarentones saharauis" se juntaron para
salvar del olvido una lengua "que para nosotros era como materna", según
explica en un perfecto castellano pese a no haber vivido jamás en España.
De aquel empeño surgió una asociación y más
tarde la Academia Unamuno, aunque se vio obligado a enseñar también francés e
inglés, en parte forzado por la demanda y en parte para camuflar así "la
peculiaridad saharaui" que supone el apego por el español frente a un
Marruecos que ha optado desde su independencia por el francés como lengua de
apertura.
Afortunadamente, hoy los tiempos han
cambiado; en la época del anterior rey, Hasán II, abrir una academia de español
en el Sáhara Occidental estaba lisa y llanamente prohibido.
A su modo, Hasán II combatía así esa
peculiaridad étnica o histórica, que explica que hoy en día los estudiantes de
español sean saharauis, mucho menos numerosos que los que optan por el francés
o el inglés, que en su mayor parte son marroquíes llegados del norte.
Sea por lo que fuere, el empeño de este
saharaui ha tenido su premio: tras dos años de actividad de su academia, el
Instituto Cervantes homologó sus cursos en noviembre de 2015, y los exámenes
que pasan los alumnos de la "Unamuno" son los DELE, los mismos que
los de cualquier aula del Cervantes.
Este quijote del desierto asegura que no
gana dinero con la academia, y que los ingresos le sirven apenas para pagar los
gastos de alquiler, agua, luz y profesores: "Mi primer interés es
salvaguardar el español, porque es una pena que un país abandone así su lengua
y su cultura", se lamenta. EFE
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