De derecha a izquierda: el profesor Juan Carlos Gimeno Martín y el profesor Juan Ignacio Robles Picón |
Fuente: Diario La Realidad Saharaui/DLRS,
08/07/2020. Fotos: Bahia MH Awah
MUNDO ACADÉMICO VS SAHARA OCCIDENTAL
Pandemia
en los campamentos saharauis. Huir de la vuelta a la normalidad, caminar hacia
un futuro de vida. Ponencia presentada en el encuentro virtual del CLACSO en mayo de este año
Juan
Carlos Gimeno Martín, profesor en la Universidad Autónoma de Madrid académico experto
en la historia y ámbito cultural saharaui
En el
marco de la cooperación universitaria con la Universidad saharaui de Tifariti,
(UTI), en los próximos meses de octubre y noviembre se organizará un encuentro-seminario
de temática transversal. El encuentro reunirá varias universidades de España, Portugal
y la anfitriona saharaui, Universidad de Tifariti, (UTI). Marco en el que varios
investigadores de distintas disciplinas presentarán ponencias sobre la memoria
de la cultura, su registro oral y el patrimonio cultural arqueológico en el
Sahara Occidental seriamente dañado por la ocupación marroquí a partes del
territorio saharaui. El encuentro estaba previsto para el mes de abril pero con
la situación creada a nivel mundial se ha pospuesto. Inesperada situación que
el profesor Juan Carlos Gimeno hace reflexionar sobre ella en el encuentro
virtual que organizó el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales conocido por sus siglas CLACSO. El profesor nos sitúa en el
contexto del largo confinamiento de los saharauis, como última colonia en África
que falta por ejercer la totalidad de su soberanía.
Los
campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, al sur de Argelia, se encuentran
cerrados desde la segunda mitad del mes de marzo, para protegerse de la
pandemia del Covid 19. Con esta decisión tomada por las autoridades de la
República Árabe Saharaui Democrática (RASD) se ha podido mantener un total
control del contagio, reduciéndose a 9 casos entre los más de 150.000 personas
saharauis que habitan en los campamentos, según los datos difundidos por la
Universidad John Hopkins. Sólo una persona ha fallecido según esta institución.
Mis amigos en los campamentos me confirman que los pocos casos: había (6) y se han
recuperado.
La
pandemia provocada por el COVID 19 es una amenaza muy peligrosa en los
campamentos de refugiados que existen en el mundo donde no se dan las
condiciones para el aislamiento de la población en condiciones que garanticen
el no contagio, y por la falta de condiciones de los servicios sanitarios; en
la mayor parte de ellos su gestión se realiza por actores externos a los mismos
lo que multiplica el riesgo para estas poblaciones, al no permitir la
implicación y participación de la población en las decisiones clave. También la
pandemia amenazaba la vida en los campamentos saharauis, donde hay un sistema
de salud, dirigido por el Ministerio de Salud de la RSD, que con muy pocos
recursos está enfrentando, con relativo éxito, las circunstancias habituales en
la vida cotidiana en el refugio, con la cooperación de comisiones médicas
solidarias. Evidentemente el sistema de salud no estaba preparado para el
efecto de un contagio masivo de la población. ¿Dónde lo ha estado en el mundo? Las
prácticas culturales derivadas de su forma de vida nómada saharaui que mantiene
abiertas las puertas de las jaimas (los hogares) a quien quiera visitarlas y su
hospitalidad legendaria, herencia de su historia como un pueblo beduino nómada,
le ponía en grave riesgo de contagio. El virus atenta contra las comunidades
del afecto y del abrazo y provoca la emergencia de comunidades digitales. Sin
embargo, han sido sus propias instituciones sociales (que incluyen el respeto, y la escucha a los consejos de las mujeres
y hombres mayores y otras personas respetables en la sociedad) y la voluntad irreductible de persistencia de
este pueblo unido en la lucha por su autodeterminación, bajo la dirección del
Frente Polisario, y la implicación de las personas responsables de las
instituciones de gobierno de la RASD (a nivel nacional), y de las gobernaciones
departamentales, wilayas, y de los barrios, las
que explican la baja incidencia del virus. Hay una sabiduría en la vida
del pueblo saharaui resultado de su larga historia como pueblo libre y nómada y
su respuesta unida a la injerencia colonial y a la ocupación marroquí, que ayuda a explicar su respuesta al virus
ahora.
Con la
pandemia, la población saharaui padece un confinamiento dentro de otro
confinamiento, en el que vive con la extrema dignidad de un pueblo que se
resiste a ser engullido por su vecino, Marruecos, con el apoyo de Francia, que
no cesa en sus intereses neocolonialistas en el norte de África (y en otras
regiones del continente), la complicidad de España, potencia administradora del
territorio, cuyos gobiernos se niegan neciamente a aceptar esta condición, la
hipocresía de la Unión Europea, donde la Comisión Europea buscando el beneficio
comercial, ha apoyado el expolio de los recursos del Sahara Occidental, riqueza saharaui (la pesca, la agricultura, la arena,…), y la indiferencia de la Comunidad Internacional
que ha sido incapaz de hacer que se cumpliera el plan de arreglo que aceptaron
Marruecos y el Frente Polisario, en el alto el fuego de 1991, manteniendo desde
entonces, ¿quién lo entiende?, a la Unión Africana que tuvo un papel muy activo
en la propuesta del alto el fuego, totalmente al margen del proceso de
resolución del conflicto. La Misión de las Naciones Unidas para el Referendum
del Sahara Occidental (MINURSO) no solo ha sido incapaz de crear las
condiciones para la realización del referéndum para la que había sido creada,
sino tampoco ha podido detener la violación de los derechos humanos de las
mujeres y hombres saharauis que viven bajo ocupación (sus responsables dicen
que no está mandatadas para esto, ¿quién lo entiende?).
Los
efectos que la pandemia puede tener sobre el pueblo saharaui deben valorarse
con otros criterios, mirando hacia adelante. La sociedad saharaui, las familias
saharauis, como resultado de la situación provocada por la ocupación del reino
de Marruecos de su territorio y la falta de resolución, vive dividida en cuatro
espacios. En todos ellos, la población saharaui está afectada por la pandemia:
En los
campamentos de refugiados al sur de Argelia, país que hace de anfitrión y concede
al pueblo saharaui la gestión autónoma de la vida en su territorio: como
consecuencia de la pandemia las mujeres y hombres saharauis de los campamentos
han quedado confinados, por lo que ha disminuido la llegada de ayuda
humanitaria necesaria para la sobrevivencia alimentaria y de salud. Las
actividades de los proyectos de cooperación han quedado suspendidas por la
repatriación de los expatriados. La respuesta de Argelia enviando varias
caravanas de alimentos, medicinas y otros materiales necesarios para paliar las
necesidades más urgentes, no ha sido suficiente para revertir una situación estructuralmente
precaria. Con todo, no es una situación extraña para una población que lleva
confinada en estos campamentos al menos de 1991, cuando se firmó el alto el
fuego, con el mandato de la MINURSO de organizar un referéndum en los
siguientes 6 meses. Confinados dentro de un confinamiento, pero sabiéndose
juntos en una lucha común y la dirección del Frente Polisario resiste la
situación actual.
El territorio
de Sahara Occidental ocupado por Marruecos, tres cuartas partes del territorio,
que ha divido en dos con la construcción de un muro de 2700 kms., el más largo
del mundo, después de la muralla china) y ocupa ilegalmente según el derecho
internacional, ejerciendo violencia sobre cualquier saharaui, mujer u hombre,
joven o anciano, que reclame su saharauidad. En los territorios ocupados, la
pandemia ha tenido como consecuencia desviar la atención internacional sobre la
violencia de la ocupación y la represión de los saharauis, ha impedido la
presencia de observadores extranjeros que puedan dar cuenta de dicha represión;
ha reforzado el papel de control de las fuerzas de ocupación marroquís, y
reforzado su política de impunidad. La población re-existe, explorando en los
medios digitales canales para la denuncia de las violaciones sobre periodistas, estudiantes, y mujeres que se
han convertido desde hace dos décadas en la punta de flecha de la resistencia
saharaui a la ocupación.
Para las
familias saharauis que habitualmente se desplazaban a trabajar, principalmente
a España, la pandemia ha impedido su movimiento, por los que los ingresos
esperados de su trabajo no se producirán y sus remesas no llegarán este año a
los campamentos. Esta reducción se une a la disminución de la ayuda humanitaria
limitando los niveles de alimentación de las familias saharauis, lo que crea
una situación especialmente grave entre (se dan altos índices de desnutrición)
y de las personas ancianas. La actitud culturalmente adecuada es esperar que
pase este ciclón de la pandemia, como se espera que pase una tormenta de arena
en pleno desierto.
Queda una
pequeña parte de población saharaui que vive nomadeando en el desierto, en el
territorio del Sahara Occidental al oeste del muro, que los saharauis llaman
“Territorios Liberados”. Su vida, referencia de la vida buena y de la buena
salud, para la sociedad saharaui: moviéndose libremente por el territorio
alimentándose de leche de camella, tampoco es una vida fácil, obligadas a
sortear los todavía 7 millones de minas que sembraron los marroquís en su
suelo. A esta población también le afecta la pandemia al mantenerla fija sin
movimiento, y a la espera, sin poder comerciar ni comprar. De nuevo, paciencia
saharaui y contemplación del horizonte del desierto, que es también el
horizonte del futuro libre.
Los
efectos de la Pandemia se suman y retroalimentan con el largo confinamiento que
viven los saharauis allá donde estén, privados de lo único que desean como
pueblo: ser libres y autodeterminados; lo demás llegará después, o no llegará,
pero no importa. Esta voluntad férrea ha permitido al pueblo saharaui
sobrevivir a lo largo de su historia y las difícil pruebas desde 1975/76,
fechas en que fue abandonado por la potencia colonizadora, España, y ocupado
violentamente por Marruecos y Mauritania (ésta segunda, hasta 1979, cuando el
Frente Polisario obligó a abandonar la contienda). La guerra fue una larga y
dura experiencia de muerte, de separación entre hombres (en el frente de
batalla) y mujeres (en los campamentos, que construyeron y gestionaban) de
separación de los hijos (muchos hijos de mártires) de sus padres. Pero era una
experiencia donde el pueblo saharaui miraba de frente al futuro. Más difícil,
por cuanto más injusto, está siendo el periodo de ni paz ni guerra que viven
desde 1991, primero confiando en los compromisos de la comunidad internacional
de realizar un referéndum de autodeterminación; después sabiéndose engañados en
su actitud de buena voluntad, por Marruecos y las potencias que pretender
mantener el estatus quo en el mundo a costa del derecho del pueblo saharaui a
su autodeterminación. Aunque, y es la última opción, el Frente Polisario
mantiene su ejército armado y entrenado en los Territorios Liberados, como garantía
de la persistencia de su lucha y su derecho como movimiento de liberación
nacional, a liberarse por las armas. El que su opción para conseguir la
liberación sea el diálogo, a pesar de los continuos incumplimientos habidos,
habla de la justicia de sus argumentos y de la buena voluntad que mantiene para
alcanzar al paz.
Es por eso
que el pueblo saharaui no quiere volver a la normalidad. Porque la normalidad
es el problema, no la solución.
La
pandemia ha abierto en todos los rincones del mundo una brecha de conciencia,
un poner en suspenso lo que había, y es por eso que este tiempo se convierte en
un momento de oportunidad para repensar de dónde venimos, para replantear a dónde
queremos llegar.
Del mundo
que venimos, ¿qué rescataremos?: los principios de la legalidad internacional,
o la geopolítica de las potencias que actúan al margen de estos principios
facilitando proyectos de muerte, como el que significa la ocupación de
Marruecos para el pueblo saharaui, mirando para otra parte ante la ocupación,
el despojo de las riquezas y la violación de sus derechos humanos.
Para la
Unión Europea, ¿qué rescataremos?: un proyecto que ponga en valor los avances
en justicia y el derecho, la solidaridad, la fraternidad o un proyecto de
futuro que negando su responsabilidad histórica colonialista reedite su
expansión colonial sobre el mundo y mime las relaciones con sus vecinos al otro
lado de sus fronteras. La Unión Europea tiene ante si este desafío; se encuentra en una bifurcación donde puede decidir
su destino. Sólo uno de estos dos caminos salvará a los pueblos de Europa
frente a la codicia del capitalismo, la violencia del colonialismo y la
complicidad del patriarcado que les acompaña. Ese camino hecho desde los
pueblos y para los pueblos no podrá sino solidarizarse con la lucha legítima
del pueblo saharaui.
Mientras
tanto los saharauis esperan confinados, no por el virus, sino por la
injusticia. El tapabocas con que están cubiertos no es una mascarilla higiénica
sino la mordaza del colonialismo que quiere sentenciarles a ser invisibles y
mudos. Pero este pueblo tiene voz y la usa para quienes saben escucharle y
también para quien se resiste a oírle.
Saben que
cuentan con el apoyo de la solidaridad civil internacional y con los pueblos
y las fuerzas sociales y políticas de
los países en el mundo donde la
descolonización sigue siendo el proyecto, porque son conscientes de que el
mundo no ha dejado de estar cubierto por el manto de la colonialidad. Saben, y
lo saben muy bien, que pueden contar con sus hermanos africanos y de la Unión
Africana, consciente de que hasta que no se descolonice el Sahara Occidental,
la última colonia de África, el continente entero seguirá siendo un continente
colonizado.
Pero el
pueblo saharaui sabe que solo puede confiar en sí mismo, que su futuro les
pertenecerá solo a ellos. Tienen consigo la experiencia de un pueblo nómada
obligado a detenerse y asentarse cuando las condiciones lo han exigido, con las
sequias y las guerras; pero sólo
mientras se dan estas condiciones. Es una sociedad cuya historia es movimiento.
Un pueblo, más allá de los recursos que les roba Marruecos, rico en cosas
importantes que puede ofrecer a los demás, de las que pueden aprender los otros
pueblos. Por ejemplo, que la abundancia
es seguida de la escasez, pero esta es seguida siempre por la abundancia. Hay
que saber vivir entre los extremos, no en el término medio. La sociedad
saharaui es una sociedad de la hospitalidad, donde cada uno es el otro; y esto
es buena cosa para ser aprendida. También como pueblo beduino, puede enseñarnos
que el horizonte de la vida no se agota en la “humanidad”, porque los humanos
no existen, interexisten; en su caso con sus dromedarios y su ganado caprino,
los pastos y con plantas escondidas bajo
tierra, cuando en las sequías nada queda sobre su superficie, salvan las vidas
de los hombres. El islam que practican concuerda con esta lectura, y es un
islam de paz.
Son
enseñanzas como estas que nos regala la experiencia histórica de este pueblo
las que contribuyen a hacernos conscientes de que tras el coronavirus no deberíamos
desear volver a la normalidad de la que venimos, sino construir juntas las
condiciones para una vida digna de personas y
pueblos, que en su diferencia y junto con no humanos y seres de la
tierra, caminen construyendo un futuro de vida y no de muerte, para nosotras
mismas y para el mundo que vendrá.
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