Naciones Unidas retomó su
trabajo «con normalidad» tras ordenar España la repatriación de los españoles
que trabajaban en la zona
ABC LUIS DE VEGA / ENVIADO ESPECIAL A RABUNI
(ARGELIA) 09/08/2012 -
«Los huéspedes son sagrados
para los saharauis, son como dios», afirma contundente el secretario de Estado
de Seguridad del Gobierno saharaui, Ibrahim Mohamed Mahmud. De esta forma
ilustra el mazazo que supuso para un pueblo que vive de las ayudas el secuestro
de tres cooperantes extranjeros, dos españoles y una italiana, el pasado 22 de
octubre y que han sido liberados tras casi nueve meses de cautiverio en el
Sahel.
Ese día está ya marcado para
siempre como una fecha maldita en el calendario saharaui. El clima de libertad
que reinaba en la zona del desierto argelino donde se asientan los campamentos
de refugiados se tornó en una negra nube por la amenaza terrorista. Los
protocolos de seguridad son ahora más estrictos y han cambiado algunos hábitos,
como los de los movimientos de los cooperantes o de los trabajadores de las
agencias de Naciones Unidas.
«En octubre de 2011 cambió
todo», reconoce el jefe de la Minurso (Misión de la ONU para el Referéndum en
el Sahara Occidental) en Tinduf (Argelia), el sudanés Omar Bashir Manis. “Hasta
entonces todas las ONGs disfrutaban de la hospitalidad local. Ahora todas
tienen que restringir al máximo su libertad de movimientos”.
Entre 3.000 y 5.000 españoles
visitan los campamentos saharauis cada año. Muchos de ellos son miembros de
asociaciones amigas de la causa saharaui y miembros de ONGs entre los que no ha
sentado bien la repatriación de los cooperantes.
Una treintena de ellos visitan
estos días la zona pese al riesgo de secuestro que mantiene el Gobierno
deMariano Rajoy. Se han encontrado el edificio de Protocolo donde son
hospedados rodeado por un muro de arena y los vehículos destinados a escolta
han pasado de siete a diecisiete. Además, explica el secretario de Estado de
Seguridad saharaui, en mayo terminó la formación de un batallón de 400 hombres
en la lucha contra el terrorismo así como una unidad de intervención rápida. A
esto se une la redistribución de competencias de los Ministerios de Defensa e
Interior, el aumento de policías y gendarmes así como un mayor control del
movimientos entre los campamentos de personas extranjeras llegadas para visitar
a saharauis.
Para planificar los nuevos
retos a nivel de seguridad tras los secuestros se han estado reuniendo la ONU,
el Polisario y, hasta decretar la evacuación, la Agencia Española de
Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Han trabajado en un plan
conocido como «Saving lives together» (salvar vidas juntos).
La ONU descarta en todo caso
tomar una decisión a la española con la repatriaciónde su personal de los
campamentos de refugiados saharauis. Lo confirma Manis con un «no» contundente.
Cuando Madrid decidió la repatriación, gesto que el jefe de la Minurso no entra
a juzgar, Naciones Unidas decretó entre su personal tres días de bajo perfil
con movimientos reducidos. Pasado ese tiempo «retomamos nuestro trabajo con
normalidad» tras comprobar con las autoridades del Polisario que no había
motivo para lo contrario.
«El saharaui pensaba hasta
hace poco que el enemigo era un militar marroquí o un tanque», señala el
Secretario de Estado de Seguridad saharaui, «ahora es también el
narcotraficante y el terrorista», añade señalando sin tapujos a Marruecos como
campeón en la «producción y exportación de cannabis» en una región en la que
«no existen diferencias entre el narcotraficante y el terrorista». Sin embargo,
las rutas del hachís que Marruecos sigue produciendo en grandes cantidades,
aunque menos que hace algunos años, no apuntan tanto hacia el sur africano como
hacia el norte europeo.
Ibrahim Mohamed Mahmud no
esconde que el hastío y el paro juvenil que golpea fuerte en los campamentos
hace a este sector de la población «vulnerable frente a los narcotraficantes y
los terroristas».
Todo ocurre en un momento en
el que la crisis económica impide el desarrollo o mantenimiento de proyectos
humanitarios impulsados desde el extranjero, que se consideran de vital
importancia para la supervivencia de los aproximadamente 150.000 refugiados en
una zona donde, como reconoce un trabajador de la ONU, «la producción local es
nula». Ya el pasado mayo el ministro de Cooperación saharaui, Haj Ahmed,
estimaba que la crisis puede llegar a acabar con el cincuenta por ciento de la
ayuda que les llega de las ONGs.
Efectivamente, más allá de
algunos pequeños huertos, casi la totalidad de los alimentos se importan. En
estos momentos, como reconoce el presidente de la Media Luna Roja saharaui,
Yahia Buhbeini, se han agotado las existencias de harina, azúcar, lentejas y
solo queda cebada y aceite para un mes.