Comparto la emoción y la alegría con María, Mauricio y Atoín, una familia que respira teatro y que se alimenta de sensibilidad.
El montaje ha crecido, ha evolucionado, ha limado los problemas que planteaba su hermosa y arriesgada complejidad, y seduce y emociona tanto a los niños como a los adultos.
Si quieres saber más, e incluso ver un pequeño adelanto en video, del montaje de Palabras de Caramelo de María parrato, visita este link:
http://www.mariaparrato.com/caramelo/index.htm
Ver fotos en: http://www.mariaparrato.com/caramelo/fotos.htm
Ver vídeo en: http://www.mariaparrato.com/caramelo/videos.htm
Con motivo de su estreno, en Leganés, escribí este texto, que ahora cobra su verdadero sentido:
Una sombra femenina recorre el escenario casi oscuro, en el que dos árboles desnudos son todo el decorado. Se mueve casi por el aire, envuelta en una mehlfa negra. Susurra: hay una historia, hay una historia… Luego se inclina sobre el suelo, y parece brotar de la tierra, o más bien de la arena, un taco de madera. Ella vuelve a hablar: un niño, un niño… Y el taco de madera, animado por sus manos, se transforma en niño, tan desnudo como al nacer. Lo escribo, y no puedo evitar volver a sentir el arroyo cálido de la historia que María descubría ayer para los cien asistentes al estreno, en la sala Gurdulú de Leganés. Me conmueve que María Parrato haya sabido encontrar la verdadera clave de Palabras de Caramelo: hay una historia. Sí, las historias están en el suelo, en el aire, en la vida, en las personas, en la historia, en la alegría y en el sufrimiento. Escribí un día, en Smara, Palabras de Caramelo: pero sentí lo mismo: hay una historia, hay una historia… Un niño, un niño sordo… No nos pertenecen, son de todos. El montaje de María Parrato de Palabras de Caramelo es un alarde estético, de una precisión líquida, dotado de alma y música, de arena y viento, de imaginación y descubrimiento. Sé que no soy el más adecuado para hablar de ello, como se me ve la emoción cuando hablo del otro precioso montaje de Buratini. Un día María me llamó para pedirme permiso, le dije que Buratini ya lo representaba, y no dudó un segundo: quería compartirlo. La historia ya no es mía, ni de Buratini, ni de María Parrato: está ahí, es de todos. Pero lo hago desde la enajenación, o desde la requisa, porque lo que ayer vi fue la devolución al desierto de lo que un día tomé en los corrales de Samara y en la mirada fascinada de la niña sorda, Fatimetsu, a los labios en movimiento continuo del camellito.
Después del espectáculo, conmovido hasta la médula, hablaba con ella de ese milagro, y María decía que no somos más que intermediarios, que hay que meter la mano en la tierra y sentir la raíz que nos hace vivir a todos, y que en los millones de extremos de esa raíz están las historias, la música, la poesía, la pintura. Eso hace ella con esta historia, y nunca he sentido tanta felicidad por haber decidido un día ser un buscador de historias. están ahí, están ahí: un niño, un niño…
Palabras de Caramelo de María Parrato es un alarde. Poesías escritas en el aire sin palabras, con luces borrosas y sombras, tazas que son ancianas, teteras que son hombres serios, fluido constante y siseante de arena: té, agua, leche, sangre. Y sus manos. Escribiré un libro basado en las manos de María Parrato, porque ayer también había una historia en esas manos: una, cien, mil.
Sin olvidar a Mauricio, director y regidor, ni a Kim, autor de la música. Kim y María viajaron a los campamentos para entender el alma saharaui, y la trajeron en un saquito, con latas laminadas por las ruedas de los camiones, palitos cincelados por el siroco y el tiempo: y telas, y suspiros, y risas. María, en escena, es toda la femineidad saharaui, toda la música de la memoria y la ternura. Gracias, en nombre de todos.
María Parrato y Palabras de Caramelo en Haz lo que debas
*Ver página de Gonzalo Moure
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