*Fuente: Heraldo Aragón 16/05/2010
Sidi Mohamed Dadach, presidente del Comité de Defensa de la Autodeterminación del Pueblo Saharaui, denuncia la falta de derechos humanos en su país.
Está en Zaragoza para denunciar la falta de derechos humanos en el Sahara y solo intentar salir de su casa para emprender el viaje ya conllevó una merma de los mismos. Fue vigilado, perseguido, aislado, apuntado con un arma, despojado de documentación y mirado, como poco, con desconfianza. Sidi Mohamed Dadach, presidente del Comité de Defensa de la Autodeterminación del Pueblo Saharaui, reconoce que este es su día a día desde que en 1975, con solo 18 años, fuera apresado por tratar de abandonar los territorios ocupados por Marruecos para unirse al Frente Polisario y defender la independencia del Sahara. Pasó 24 años en prisión. Fue vejado, torturado. Pese a todo, aún hoy sigue luchando por lo que es. Saharaui.
"No concibo la vida sin esta lucha", reconoce por boca de su intérprete. Cuenta que tiene las ideas claras desde 1973, cuando era apenas un adolescente, y que seguirá en la brecha mientras respire porque es posible "una vida para los saharauis". Todo sufrimiento le compensa, pese a la vigilancia constante, el temor por la integridad propia y la de su familia, el no saber si volverá a casa cada vez que sale de ella, las torturas, las huelgas de hambre, los insultos por la calle y las presiones policiales y políticas. "Existe una campaña en los medios de comunicación marroquíes para explicar a la opinión pública que los saharauis somos traidores a la mal llamada unidad territorial del reino", explica Dadach.
En este sentido, recuerda que el propio Mohamed VI se dirigió el año pasado a sus súbditos en un discurso en el que aseguró que a los saharauis se les trataría con dureza. Era el 9 de octubre. Dadach lo recuerda bien porque ese mismo día iba a viajar a Mauritania y le quitaron el pasaporte sin darle explicación alguna. Dos días después, el 11, siete activistas fueron detenidos y torturados. Y el 14 dio comienzo la odisea de Aminatu Haidar, a quien Marruecos impidió regresar a El Aaiún por ser saharaui y que pasó un mes en huelga de hambre en Lanzarote. "Durante ese tiempo, la policía me llegó a decir por la calle que nos iban a matar como a perros", asegura. Solo la mediación de Francia, tradicional aliada de Marruecos, logró que Rabat rebajara algo la presión.
El conflicto del Sahara se alarga ya durante casi cuatro décadas que se saldan con una guerra sin cerrar, un pueblo dividido entre el exilio y la ocupación y una situación de inestabilidad que afecta a todo el Magreb. Las posturas irreconciliables entre las partes, la poca efectividad de la ONU para llevar a cabo sus resoluciones y la escasa sensibilidad política son algunas de las razones que explican el enquistamiento del problema.
Conflicto enquistado
En 2003, James Baker, entonces enviado personal del secretario general de la ONU para la cuestión del Sahara, propuso un plan con cuatro posibles soluciones: el referéndum de autodeterminación, la autonomía bajo soberanía marroquí, la división del territorio en dos partes y la retirada de la misión de la ONU en la zona. "Para nosotros no es lógico votar en referéndum sobre el Sahara porque somos saharauis, pero acataríamos la solución", explica Sidi Mohamed Dadach. Sin embargo, Marruecos puso "obstáculos" y concluyó que solo aceptaría la soberanía. En esa pared se estrellaron todas las negociaciones. Si nada de lo propuesto en el Plan Baker funciona, ¿volverán los saharauis a coger las armas? "Es probable", contesta Dadach sin dudar. Asegura no querer esa vía, dice conocer bien las consecuencias de una guerra ("mutilados, huérfanos, muertos"), pero anuncia que los jóvenes están hartos y que llegará un momento en que no quede más que esa vía. "Un día, los saharauis solo pondrán la guerra sobre la mesa de negociaciones", vaticina.
Respecto a España, antiguo colonizador del territorio, matiza dos posturas de su gente, "hacia el pueblo y hacia el Gobierno". "El pueblo se ha volcado con nosotros. Hay caravanas solidarias y ayudas médicas que agradecemos y deseamos sigan produciéndose", explica. Se muestra más crítico con la postura oficial, "lamentable", a su juicio. Sin embargo, destaca con esperanza que hace unos días, en la sede de Naciones Unidas, la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, solicitó que la misión de la ONU para el Sahara no sea solo mera observadora de que se aplica el alto el fuego, sino que también vele por el cumplimiento de los derechos humanos. "Es un gran paso por parte de España, pero el país puede hacer más, tiene que actuar y mejorar su postura frente a la causa saharaui", concluye.
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