NOTICIAS DE GUIPUZKOA. Lunes, 13 de Septiembre de 2010
Es toda una institución de la resistencia saharaui. Resulta difícil, si no imposible, resumir una vida en unas líneas que bien podrían ser utilizadas para escribir un libro o el guión de una película en la que los ingredientes serían el horror, la lucha y la esperanza, los mismos que han marcado la trayectoria de esta activista de los derechos humanos.
Elghalia nació en 1961 en Agadir, Marruecos, adonde se había trasladado su familia por razones de trabajo. Vivió con su abuela, que la educó en la cultura y valores de su pueblo, en una casa siempre abierta para estudiantes saharauis desplazados y que, tras la ocupación marroquí, se convirtió en refugio para activistas del Sáhara Occidental perseguidos por el régimen marroquí. El 4 de abril de 1984, su abuela fue detenida bajo la acusación de haber convertido su casa en "guarida del Frente Polisario", según la policía marroquí, y desde entonces engrosa la lista de los cientos de saharauis "desaparecidos".
Tras diplomarse como técnica de agricultura, en 1986 se trasladó a El Aaiun para trabajar en una plaza que consigue en la Delegación de Agricultura del Gobierno de Marruecos. Conecta con otras familias de desaparecidos intentando conocer el paradero de su abuela pero el terror impide cualquier movimiento y recibe el aviso de que es "mejor perder a un miembro que a toda la familia". Comienza entonces a militar en la resistencia contra la ocupación y en 1987, ante la inminente visita de una Comisión de la ONU y la OUEA para conocer la situación de la población saharaui, organizan manifestaciones en todas las ciudades del Sahara ocupado para reivindicar su derecho a la autodeterminación, pensando que Marruecos no se atrevería a reprimirles. Se equivocaron. Unos días antes de la llegada de la Comisión, el régimen marroquí detuvo y torturó a más de 500 saharauis sembrando el terror entre la población. Justo antes de la presencia de la Comisión en el Sahara liberaron a la mayoría salvo a un grupo de 42 hombres y 19 mujeres que mantuvieron como rehenes hasta 1991, sin que nadie supiera en todo aquel tiempo si estaban vivas o muertas.
Elghalia es una de ellas. Como Aminetu Haidar, que comparte su destino, son torturadas sin piedad, lo que incluye las torturas sexuales. Durante los tres años y siete meses que dura su cautiverio, les mantendrán con los ojos vendados. Son confinadas, junto a sus compañeros que están esposados todo el tiempo, en el cobertizo para los cerdos de un antiguo cuartel de artillería del ejército español. Los hombres en tres celdas y las mujeres en una de cuatro metros de largo y uno de ancho sin puertas ni ventanas y continuamente vigiladas por la policía de guardia. Durante dos años, hasta que se les caen a trozos, no les permitirán cambiarse de ropa. La malnutrición, la falta mínima de higiene y el maltrato son el pan de cada día. Tras un incidente con uno de los guardias, la aislaron y la mantuvieron esposada durante 35 días en una celda de 1 m2; allí la torturaron, incluso lanzándole un perro que la mordería varias veces y cuyas cicatrices aún conserva.
En medio de aquel horror, varios hombres cayeron enfermos de tuberculosis y fueron trasladados a una celda que construyeron en el espacio contiguo al de las mujeres, y es allí donde Elghalia conoció a su futuro marido, Dafa; a través de una pared, sin verse pero con palabras, se enamoran. Dafa, optimista donde los haya, cuenta que era tal el hedor de las celdas, que la guardia evitaba visitarles, lo que les permitió conocerse mejor. Pensaban que nunca iban a salir de aquel infierno bajo el recuerdo de otras personas desaparecidas como su abuela, pero resistieron hasta el final: "Gracias a mi fe en Alá y la convicción de que la causa del pueblo saharaui es justa y legitima, vivía el día a día, aunque sin esperanza de un mañana", asegura su esposo. En 1991, y como consecuencia de la firma del Acuerdo de Paz entre el Frente Polisario y el régimen marroquí, Elghalia y decenas de saharauis, mujeres y hombres hasta entonces desaparecidos, son liberados. Aún hoy, se desconoce el paradero de algunos de ellos.
A su vuelta a El Aaiun, Elghalia consiguió recuperar su empleo tras una dura pelea y se casó. Hoy su familia la forman cuatro hijas y un hijo. Tras años de militancia, desde mayo de 2005 cuando se constituye la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones Graves de Derechos Humanos cometidos por el Estado Marroquí (ASVDH), es su vicepresidenta. Por su actividad, continúa siendo acosada por la policía marroquí y, entre otros muchos graves incidentes, en marzo de 2006 fue detenida y torturada por participar en una manifestación en El Aaiun. Hoy, mientras charlamos en su casa en un ambiente tranquilo y acogedor con un "desayuno" al atardecer, como dicta el Ramadán, la policía vigila su casa y los movimientos de todos aquellos que la visitan.
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