La ministra de Exteriores ha afirmado con vehemencia que la comunidad internacional no puede dejar sola a Libia. Ha reclamado, con prisas también, la rápida actuación para que los rebeldes libios no pierdan la guerra. Para que el dictador Gadafi no la gane.
Esta diligencia no es la misma que invocan para defender a otro pueblo, el saharaui, que hace mucho más tiempo que sufre la represión que ahora denuncian en Libia. Es curioso, por otra parte, observar cómo el Gobierno que representa Trinidad Jiménez afirmaba hace unos días que en Marruecos no se producirían revueltas, porque era un país democrático, que había hecho las reformas necesarias. ¿Qué hay en Libia que no hay en el Sáhara Occidental? ¿Petróleo y gas? En el Sáhara Occidental también hubo bombardeos sobre población civil. Las Fuerzas Armadas marroquíes, con material made in Spain, continúan actuando contra la población civil. Hay desaparecidos, hay torturas, campos de minas antipersona...
Es curioso comprobar que la comunidad internacional no pasaba de las palabras de censura mientras se producía el bombardeo de población civil y esperaba que la revuelta también se llevara por delante a Gadafi, como a los otros líderes ya caídos. Y, ahora que ven que puede no caer, temen las represalias y se afanan en pedir acciones que apuntalen la revuelta. Acciones que, obviamente, después querrán cobrar. ¡El petróleo y el gas!
En Marruecos las cosas están atadas y bien atadas. Al menos eso creen en La Moncloa. Tal vez la diferencia la marque la dignidad de los verdaderos defensores de la democracia y los derechos humanos.
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