Como ejemplo baste decir que en el Parlamento saharaui un 35,2% de sus miembros son mujeres. Pero es en el terreno de la educación donde se han conseguido los datos más espectaculares pasando en 10 años de una tasa de analfabetismo del 72,55% a la total escolarización de los niños entre 3 y 18 años
Con motivo de la reciente celebración del VI Congreso de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia), un buen amigo que ha estado allí me ha traído un libro editado por esta organización de valientes mujeres en el que se recogen los logros y los increíbles esfuerzos de supervivencia que han llevado a cabo los saharauis y en concreto sus mujeres a lo largo los treinta ocho años de existencia de esta organización.
Lejos de parecerse a su beligerante y dictatorial vecino Marroquí, los saharauis, están constituidos como La República Árabe Saharaui Democrática desde 1976 y reconocidos por más de 82 países en todo el mundo, siendo sus valores fundacionales la libertad, la democracia, la justicia, la igualdad de oportunidades y el respeto de los derechos de los hombres y de los pueblos.
Es admirable como bajo las condiciones de precariedad absoluta a las que desde hace tantos años les tiene sometida la ocupación ilegal de su territorio por parte de Marruecos, las mujeres saharauis han creado ciudades en mitad de la arena del desierto al tiempo que han educado y criado a sus hijos, organizando toda una estructura de Estado bajo sus humildes tiendas de campaña.
Los ciudadanos saharauis tienen desde su comienzo reconocidos unos derechos en su Constitución, como la separación de poderes, las libertades individuales y colectivas, la independencia de la justicia, la libertad de expresión o la protección de la familia y de la mujer, (una de las principales fuerzas sociales del país) que ya quisieran para sí sus vecinos marroquíes cuando recientemente se manifestaban para exigir a Mohamed VI siquiera una cuarta parte de lo que los saharauis disfrutan a pesar de las duras condiciones de vida en los campamentos impuestas por el dictador.
Como ejemplo baste decir que en el Parlamento saharaui un 35,2% de sus miembros son mujeres. Pero es en el terreno de la educación donde se han conseguido los datos más espectaculares pasando en 10 años de una tasa de analfabetismo del 72,55% a la total escolarización de los niños entre 3 y 18 años.
El Sáhara, como bien sabe Marruecos pues explota ilegalmente parte de estos recursos, es un territorio con una riqueza considerable. En el Estado Saharaui existen minerales en abundancia como los fosfatos, el níquel, el oro, el platino o el cromo, entre otros. Alberga interesantes reservas de petróleo y gas natural. Hacia el sur del país se ubica una importante mina de hierro con un 65% de pureza y uranio en cantidades apreciables. Se cree que en la región de Cabo Bojador a una profundidad de unos 400 metros se concentra una de las bolsas de agua más grandes que existen. En sus costas se concentra el banco pesquero más importante del globo con una extensión de más de 150.000 km cuadrados, con 200 especies de peces diferentes y 60 especies de moluscos, cefalópodos y crustáceos que son sometidos a un saqueo constante con métodos de exterminio (arrastre con mallas finísimas que sacan también a las crías) por parte de flotas de otros países.
El 29 de enero de 2002 el Departamento Jurídico de Naciones Unidades afirmó con claridad que cualquier extracción de estos recursos por parte de Marruecos, concretamente los fosfatos, es ilegal puesto que no cuenta con ninguna autorización legítima para hacerlo. Sin embargo, este país continúa adelante con total impunidad y la vista gorda del gobierno español, a pesar de que no existe ningún Estado que reconozca la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara.
Pero lo peor de todo fue el ataque en noviembre de 2010 al campamento de Gdeim Izik donde decenas de miles de desplazados, la mayoría ancianos, mujeres y niños, fueron brutalmente atacados por soldados marroquíes en camiones y helicópteros. En el plazo de dos horas unas 8.000 jaimas que albergaban a unas 3.000 personas quedaron reducidas a cenizas. Y lo más sorprendente es que la misión de Naciones Unidas para este territorio sea la única que no cuenta con miembros presenciales para la supervisión de los derechos humanos.
El Sáhara fue colonia española y como tal tenemos una responsabilidad ineludible sobre lo que está sucediendo en este país, pero que hasta el momento nos hemos negado a asumir. ¿Hasta cuándo? La sociedad española debería exigir a sus gobernantes el apoyo que necesita el pueblo saharaui, el compromiso de la comunidad internacional y la utilización de todos los recursos necesarios para terminar con este exterminio.
Elena Domínguez es periodista y directora de Hoja del Lunes.
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