Washington, 12 julio 2011 (SPS) - Las reformas políticas consagradas por la nueva Constitución de Marruecos y las persistencia de las manifestaciones del Movimiento de protesta 20 de febrero plantea una serie de interrogantes en los think tank estadounidenses.
En un análisis elaborado por el Centro de Investigación del Congreso de los EE.UU., este último deja varias preguntas en el aire acerca de si la nueva Constitución marroquí, que refuerza los poderes del Primer Ministro y el Parlamento, preservando de la supremacía política y religiosa del rey Mohamed VI, iría hasta "cambiar radicalmente el sistema de gobierno y establecer el equilibrio de poderes entre sus diversos componentes."
Además de la identificación de los parámetros que deberán ser considerados por los Estados Unidos para evaluar el progreso de las reformas en Marruecos, este think tank del Parlamento americano se pregunta sobre el grado de influencia de los cambios aportados por la nueva Constitución sobre el papel social y político de los partidos prohibidos como la organización Islámica Justicia y Caridad.
Interesándose de cerca por el movimiento islamista marroquí, este organismo del Congreso plantea la hipótesis de saber si la decisión final del rey de Marruecos de agraciar a presos islamistas o de conmutar sus penas, podría tener un impacto sobre el medio extremista violento en Marruecos, y si las reformas propuestas se extenderán a la legislación antiterrorista.
Frente a las continuas manifestaciones del Movimiento del 20 de febrero, que reivindica cambios políticos más extensos que los contenidos en la Constitución y una mayor justicia social en Marruecos, este centro de investigación se interroga también sobre la capacidad del movimiento para organizarse en torno a una plataforma política y de pasar mas allá del estadio de las reivindicaciones y a ganar un realineamiento fundamental de la clase política en Marruecos.
Se trata también de saber, prosigue, si la negativa de los dirigentes de estos movimientos de protesta a participar en el proceso de reformas dirigidas por la monarquía, "socavaría la legitimidad de las reformas y potencialmente conduciría a una mayor inestabilidad o a la violencia”.
En cuanto al papel del nuevo consejo marroquí de Derechos Humanos, el organismo estadounidense de reflexión saca a la luz varias preguntas: ''¿Cuáles son los temas sobre los cuales se centrará el Consejo Nacional de Derechos Humanos creado recientemente? ¿Será crítico con la política del gobierno? ¿Va a investigar de una manera creíble sobre temas delicados como las prácticas de detención?''.
Frente a las violaciones de los derechos humanos en el Sáhara Occidental y la inexistencia de un mecanismo para la protección de los derechos humanos en el seno de la MINURSO, el centro de investigación plantea dudas en el Congreso preguntándose si el consejo marroquí seria realmente un "sustituto creíble" a la supervisión internacional de los derechos humanos en los territorios saharauis ocupados, "que no fue autorizada por las autoridades marroquíes".
En su análisis titulado "La Constitución marroquí, un cambio real o más de lo mismo?", el think tank Carnegie afirma, por su parte, que incluso los más ardientes defensores marroquíes de la nueva Constitución no pretenden que esta ultima reduce los poderes del rey. No es, dicen, "ni posible ni deseable en Marruecos".
De acuerdo con el think-tank con sede en Washington, la nueva Constitución marroquí, cuyo impacto dependerá de cómo se implemente, "podría aportar cambios significativos, pero solamente si los marroquíes siguen ejerciendo presión sobre el rey" .
Efectivamente, dice, la historia de las reformas políticas en Marruecos muestra "la importancia de la presión'': La primera gran ola de cambio relativamente reciente se produjo cuando el difunto Rey Hassan II se acercaba al final de su vida y que había "entendido la importancia de la apertura del sistema político para entronizar a su hijo. Estaba bajo presión para que haga cambios".
En el caso del rey Mohammed VI, si es verdad que éste emprendió el camino de la reforma al principio de su reinado, "el ritmo se ha ralentizado cuando ha consolido su posición" apunta Carnegie.
En este sentido, afirma, hubo que esperar las revueltas de los pueblos de países árabes a partir de enero, como referencia el destino de los regímenes que se han negado al cambio, y el inicio de las protestas callejeras en Marruecos, para que el monarca marroquí decida por fin lanzar las reformas. (SPS)
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