Año tras año y generación tras generación, vemos que el conflicto del Sáhara Occidental no encuentra la solución que esperamos los saharauis y que deseamos, una solución dialogada entre las partes y que este inspirada en el derecho y la legalidad internacional, allanando el camino hacia el respeto inequívoco de la voluntad del pueblo saharaui, y poniendo fin al sufrimiento de muchas familias divididas, garantizando con ello, el retorno de los refugiados a su tierra.
Cada vez que viajo a los campamentos de refugiados saharauis y estoy con mi madre y abuela en el Campamento del 27 de febrero y veo sus miradas apagadas y la resignación que se palpa en sus rostros; cuando me están hablando de mi infancia en el Sáhara Occidental y cómo de pequeño tuve que huir cuando la ciudad de Dajla fue invadida por tropas de Mauritania y Marruecos.
Tuvimos que abandonar nuestra tierra, porque otros se apoderaron de ella y hoy apenas podemos reconocer las ciudades en las que alguna vez disfrutamos de nuestros primeros juegos como niños que creíamos que el desierto era tan libre como el viento implacable que lo recorre con el inicio del período de las tormentas de arena cuando termina la estación de lluvia y se inicia la estación de verano.
Nuestros abuelos nómadas del desierto que hoy están enterrados en los cementerios del exilio en Argelia, no han podido volver y los niños nacen lejos de la tierra de sus padres sin ninguna referencia que les haga recordar que su ciudad ha sido ocupada por otros y que hoy miles de personas venidas de ciudades del interior de Marruecos han ido ocupando el territorio hasta convertir a su población en una minoría en su propia tierra.
Con ocho años llegamos los niños de mi generación a los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, sobreviviendo a un clima extremo, con unas temperaturas que rebasan los 50º de día y de noche pueden bajar unos 22º grados, sufrimos muchas diarreas, deshidratación, fiebre y otras tantas enfermedades que causaron muchas muertes en la población infantil. Nuestras madres levantaron los campamentos, haciendo las primeras construcciones de adobe y tejiendo las primeras jaimas, mientras nuestros padres libraban una guerra contra Marruecos en el Sáhara Occidental.
Recuerdo a muchos niños hoy convertidos en padres y madres con sus hijos, que solo conocen los campamentos y algunos de ellos perdieron a sus padres en los años de guerra. Cuando sus hijos hablan del Sáhara, no tienen ningún recuerdo y la única referencia que les queda son las casas y propiedades que dejaron sus familias y que hoy han pasado a las manos de otras personas.
Cuando mi abuelo salió del Sáhara en 1979 año en que terminó la guerra con Mauritania, dejó cinco casas en la ciudad de Dajla, él falleció en el año 2000 y nosotros sus hijos y nietos no sabemos con certeza quien tiene nuestras propiedades y si realmente algún día termina este conflicto, podrán los refugiados saharauis recuperar todo lo que les ha sido arrebatado en su momento, ese es otro problema que tienen que tener en cuenta quiénes están negociando una solución en el marco de las Naciones Unidas.
Nos fijamos mucho en los refugiados en Tinduf, pero existen otros saharauis esparcidos por España, Francia, Mauritania y otros países que sufren el dilema del inmigrante económico y exiliado, por una parte están obligados a trabajar y tener unos ingresos para poder vivir, sin olvidar a los que están en los campamentos y reunir sus ahorros y enviar pequeñas contribuciones para aliviar la situación de sus familiares. Por otra parte tiene que movilizarse y seguir con las manifestaciones, la sensibilización para que el mundo no olvide su situación de exiliados que no tienen ninguna posibilidad de retorno a su tierra al no ser que se acojan a la llamada de Marruecos que solo contempla el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara.
La otra parte de la población saharaui que vive en las ciudades del Sáhara ocupado por Marruecos vive una situación de lucha diaria para exigir sus derechos básicos como el derecho al trabajo, a la vivienda, a la libertad de movimiento, opinión, reunión y asociación; y que los recursos naturales de su tierra puedan traducirse en universidades, hospitales, carreteras y creación de empleo.
Este panorama es realmente devastador para el pueblo saharaui y exige soluciones y esfuerzos por parte de quienes hoy están negociando una salida a este conflicto, sobre ellos recae la responsabilidad de aliviar el drama humano de muchas familias que siguen sufriendo la separación y el exilio de forma indefinida. Muchos saharauis han sido enterrados fuera de su tierra y los niños que van a las Vacaciones en Paz, siguen portando el mensaje de la reconciliación y la concordia, mientras sus padres abren sus viejos baúles donde guardan los recuerdos de su tierra y añoran volver a su antiguo Sáhara, aquel Sáhara en el que habitaban muchas gacelas, avestruces y dromedarios, en él están sus casas y sus seres queridos.
Ayudemos en la solución de este litigio reconociendo los derechos del pueblo saharaui sobre su tierra, aliviando su sufrimiento, permitiendo su retorno, desmantelando el muro que divide su tierra y reconociendo sus victimas. El coste humano ha sido muy grande y no se ve reflejado en ninguna mesa de negociaciones, ni en ningún discurso político.
Son las personas sencillas que se levantan todos los días anhelando vivir en paz, la verdadera llave de la solución del conflicto, sobre cada una de ellas hay una historia de exilio, cárcel y refugio, y es responsabilidad del mundo hacer que su voz sea respetada y que su deseo sea recogido de forma democrática en una urna, evitando con ello que una nueva generación de saharauis nazca en un campo de refugiados.
No es tan difícil de aplicar el derecho a la autodeterminación de un pueblo como el pueblo saharaui, cuando vemos que la cuota de sufrimiento, abandono y dejadez es tan elevada que su coste a largo plazo es insostenible y que corresponde a la comunidad internacional abandonar la política de los intereses económicos y políticos que hacen de momento imposible el acercamiento de las posturas enfrentadas.
La ONU y las grandes potencias que manejan las decisiones del Consejo de Seguridad les corresponde releer la historia del Sáhara Occidental y encontrar en la nueva ronda de negociaciones entre el Frente Polisario y Marruecos la verdadera clave que permita la resolución de 36 años de conflicto en torno a la libre autodeterminación del pueblo saharaui.
Mientras tanto el referéndum de autodeterminación sigue siendo una herramienta válida y democrática para recoger el contenido y la reivindicación de las dos partes enfrentadas en este conflicto. No aplicarlo es perpetuar el enfrentamiento y el coste humano de forma indefinida.
Nota: publicado el 12 de marzo en Tribuna Abierta, en El Diario de Noticias de Álava (Edición impresa).
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