viernes, 25 de diciembre de 2015

Poeta sin visado. (Marruecos impide salir de los territorios ocupados al poeta saharaui Ali Boujlal, quien iba a recibir un premio)

*Fuente: Arabalears; por M. À. LLAUGER. 13 de noviembre de 2015
(Traducido del original en catalán)
Autor: Miquel Á. Llauger
El 15 de noviembre es el Día Internacional del Escritor Perseguido. Como cada año, desde el PEN CLUB Catalán (preparamos, hemos) preparado una serie de actos para conmemorarlo y también como cada año, la ocasión más señalada ha sido para los que lea el artículo la entrega del premio (Voz Libre). El galardón, que entrega a la sexta edición, ha ido este año al iraní Ahmad Jalali Farahani, periodista y director de cine. Jalali Farahani es el autor del documental 'We are journalists', que retrata las dificultades con que se encuentran los periodistas que tratan de ejercer la libertad en un país donde no hay libertad.
Este año, además, los integrantes del PEN queríamos tener un segundo invitado venido de fuera. Su nombre es Ali Boujlal, un hombre que ha hecho de la poesía como muchos poetas que sufren la opresión, esa arma de futuro que quería Gabriel Celaya. Boujlal, saharaui y ciudadano con pasaporte marroquí para palmario imperativo legal tiene una biografía similar a la de muchos saharauis que han osado denunciar la ocupación: persecución, prisión y malos tratos. Los miembros del PEN queríamos que viniera a leer sus versos y aportar un testimonio literario de los horrores de la represión marroquí en la antigua colonia española.
Para hacer posible la venida de Ali Boujlal en Palma, el PEN Catalán envió una carta de invitación, que salió el mismo día que la solicitud de visado dirigida al Consulado de España en Agadir, agradable localidad atlántica del sur de Marruecos. La solicitud, además de detallar los días de estancia de Boujlal en territorio español, daba explicaciones sobre los motivos de su venida, y añadía el compromiso del PEN Catalán de hacerse responsable de su manutención y de su alojamiento.

Naturalmente, iba acompañada de una reserva de vuelo de regreso. Nada de esto fue suficiente: el Consulado denegó el visado a Ali Boujal, alegando que no acreditaba disponer de medios de subsistencia durante su estancia. Los representantes diplomáticos de España en Agadir ni siquiera se preocuparon de buscar un pretexto verosímil. Se trataba de un viaje de cinco días, con vuelo de regreso, y con una entidad solvente que garantizaba los gastos. La excusa, por tanto, era pésima, pero el 'copy and paste' administrativo de los amigos de los represores tampoco se preocupa de los detalles. Cabe decir que desde el PEN no nos conformamos, y que hubo llamadas y correos electrónicos para intentar revertir la situación. Fueron en vano: las llamadas eran contestadas por una empleada que sólo sabía repetir que todo lo que tenía que ver con visados ​​sólo podía ser tratado mediante correos electrónicos, y los correos electrónicos no recibían más respuesta que un espeso muro de silencio.
Nos queda, como mínimo, el recurso a la protesta y a la denuncia. Durante los actos previstos, leemos (hemos leído, leeremos) los poemas que Ali Boujlal no habrá podido leer en su lengua y con su voz. Hemos explicado los hechos. Este escrito, naturalmente, forma parte de la protesta. Quizás esta historia es poco relevante, tanto en el marco de la política española de asilo como en el marco más concreto de la política ante el Sahara Occidental. Pero diría que es una historia bastante ilustrativa. Ante las personas que quieren entrar en el territorio español huyendo de una dictadura, nuestros gobernantes estatales siguen la moda europea del momento: la de las vallas de alambres, que pueden ser físicas o pueden estar hechas de burocracia despiadada. Y respecto de la antigua colonia, la política española es, retórica ocasional en parte, la de siempre: ignorancia de la represión continuada de los derechos humanos, resignación ante la violación patente de la ley internacional y complicidad con el ocupante.

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